Mucho tiempo he tardado en reseñar este libro, pero es que los que más me gustan, los que me han proporcionado una lectura maravillosa, son los que más trabajo me cuesta hablar de ellos. Porque tengo miedo de hacer una crítica excesivamente subjetiva. Porque puedo caer en el fanatismo y defender un libro que, con sus limitaciones y defectos, me parece extraordinario. Uno de esos libros que tengo en un pedestal es El Guardián entre el Centeno, de Jerome David Salinger (1919- ). Una novela única e irrepetible que representa el modelo de historia sobre un joven rebelde a camino entre la infancia y el mundo adulto.
Ya hablé de Las Ninfas, de Francisco Umbral, que trata el mismo tema, el del adolescente que tiene un pasado infantil y feliz, pero que no tiene futuro, al menos no lo vislumbra. A todas luces, El Guardián entre el Centeno (publicado en 1951) está más logrado y resulta más impactante en todos los aspectos. No es cuestión de comparar, porque ambas son grandes obras, pero quiero dejar constancia de que esta novela supera a todas las que he leído sobre la adolescencia, hasta el punto de resultar prototípica.
Holden Caulfield tiene 16 años y ha sido expulsado por bajo rendimiento de la escuela privada Pencey. Holden es un niño mimado por sus padres, consentido hasta la saciedad, al que nada le gusta y todo lo aborrece. En una insensata huida sin rumbo fijo (para evitar explicarle a su padre la mala noticia), el protagonista vive en primera persona los aspectos más bajos de la sociedad. Tiene encuentros con mujeres, un sinfín de decepciones y de situaciones estremecedoras, en un acelerado y corrosivo paso hacia la madurez. Es un chico sin ilusión para nada, que está convencido de que su paso al mundo adulto es de regresión y no de evolución, que se aburre con todo, y que sólo idealiza a su hermana pequeña Phoebe, increíblemente sensata para su edad, porque representa la última ramita que une a Holden con su infancia.
Lo maravilloso de este relato es que está narrado en primera persona, por un Holden Caulfield cínico, sarcástico, arisco, resignado e irascible. Con un estilo nervioso e inseguro, se repiten los "dijo" "dije" "dijo" hasta decir basta, y el vocabulario es muy limitado, provisto de incesantes coletillas y manías, pero esto no supone un defecto, ya que acerca aún más a la forma de narrar que tendría un adolescente de esas características. El desarrollo argumental es extremadamente caótico e imprevisible, ya que estamos hablando de un chico que se ha ido de casa y que no sabe lo que quiere ni a quién busca. Sus encuentros con personas del pasado le resultan deprimentes, y lo hace ver en comentarios no demasiado claros pero impactantes.
El choque entre el idealismo (exageradamente utópico) de Holden y la aparente plenitud del resto es grandiosa. Holden ama la infancia porque está libre de hipocresía y el protocolo que supone el saber estar en los sitios como un adulto y/o persona madura. Esto le provoca graves crisis de nostalgia y desilusión contemplativa. Su deseo de hacer lo que a él le dé la gana se debe también al sufrimiento que le supone ver que sus padres están siempre trabajando y apenas tienen tiempo para él. Los diálogos son impresionantes, dotados de un realismo atemporal y un acercamiento apabullante a la personalidad adolescente, difícil y perdida.
La narración es abarrotada, como si Holden se avergonzase en multitud de ocasiones de sus errores y sus estupideces, su forma de caer en el ridículo, pero se ve obligado a contar la verdad como purificación y para verse consciente de lo que le ha supuesto ese camino a ninguna parte, ese conocimiento en primera persona de ciertas características de la sociedad. En cierta manera, es una especie de confesión, en la que Holden se da cuenta de que se está convirtiendo en una de esas personas a las que tanto critica, contado todo con un hastío y con un desorden de ideas muy explícito. Sorprende su conversación con Phoebe, en la que su hermana le pregunta: "¿qué te gustaría ser?" "¿Te acuerdas del poema de Robert Burns 'Si un cuerpo encuentra a otro cuerpo, cuando van entre el centeno'? [...] Yo sería el guardián entre el centeno. Evitaría que los niños cayeran a un precipicio". En la medida que el lector sepa de lo que habla Holden, puede sentirse consternado y golpeado. El antihéroe, lo único que busca es proteger ese mundo infantil donde la felicidad es plena y absoluta, y quiere protegerlo de encontrarse con un mundo hipócrita, malvado y feo.
El guardián entre el centeno es una novela mítica donde las haya, que ha sido tachada de libro maldito porque era la obra de referencia de muchos asesinos, entre ellos el que acabó con John Lennon. Además, en su momento fue muy cuestionada por hablar con claridad de la codicia, el vicio, la delincuencia y la sexualidad, vista por el propio protagonista. Pero lejos de esa desgraciada etiqueta, estamos ante una obra cumbre de la literatura, que todo adolescente/joven debería leer.