Prólogo

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Para todos mis queridos normales:

-la gata blanca.




















Hola, madre; hola, mami; hola, Agatha; hola a todos, y sobre todo, hola al chico del descampado que conocí hace tres meses.
Hola.
Mi nombre es Marina Díaz, un nombre como cualquier otro, ¿no es verdad? Tan solo tengo quince años y, deduzco que como la mayoría de adolescentes, también estoy harta de esta sociedad de mierda. Aunque, supongo que cuando estéis leyendo esta carta, ya sepáis todo esto. Aún así, necesito que escuchéis e intentéis entender porque la escribo y, a poder ser, que sintáis mis palabras.

A todo esto, soy una chica normal, bueno, eso os debe parecer. Tengo un detalle, algo así como un secreto. La verdad, no me gusta definirlo como tal, pero, ¿cómo sino? Al fin y al cabo, es una parte de mi vida  que no le he contado a nadie. Tampoco tengo ganas de hacerlo.

Sé que no soy la única persona que piensa en lo aburrida y monótona que se ven nuestras vidas. Las vidas de uno y cada uno de nosotros. Aún percatándome de esto, no digo nada. Nadie dice absolutamente nada. Igual es por miedo, o quizá, no queremos que nada cambie.
Nunca he consultado este tema con alguien, ni siquiera me explico el porque me encuentro sentada sobre la hierba seca escribiendo sobre él. Posiblemente piense que es una forma sencilla de conseguir desahogarme, y de esta manera, quitarme de mi cabeza los pensamientos e ideas que dan círculos al rededor de ella.
Ignoro si alguien leerá este trozo de papel medio arrugado. Tengo la esperanza de que termine volando hasta acabar sobre las manos delicadas de mi persona favorita. Seguramente, acabará perdiéndose.

Al final, esta carta se ha hecho más extensa de lo que me había imaginado. Más bien parece un pequeño cuaderno donde cuenta cosas de mi vida, vaya un diario. No creo que me importe cuantas personas lo lean porque cuando lo hagan, yo no estaré delante, y supongo que eso es un alivio.

Ahora estoy mirando el paisaje desde mi lugar favorito, al borde del despeñadero. Desde aquí solo se ven montañas y pequeñas casas alejadas de la ciudad, pero si me asomo un poco más, alcanzo a ver un lago. Ahora permanece calmado, no hay viento y el sol reluce como nunca. Claro, estamos a punto de comenzar con el mes de julio.
Aunque siento que sus aguas me llaman, no muestro interés y me alejo un poco. No obstante, sus voces cada vez son más fuertes. Me gritan, me obligan a acercarme, que solo será un momento y me dejarán en paz para siempre. No puedo ir, necesito terminar de escribir sobre este trozo de papel. Seguramente, cuando acabe, le haré caso y me arrimaré. Será la última vez que lo haga. Lo prometo.

Flor de LotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora