CAPITULO 2. LA ENCOMIENDA

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CAPITULO 2. LA ENCOMIENDA

Al atardecer del día siguiente, cuando el sol ya se había puesto, Lucrecia se acercó a nosotros junto a un soldado.
   -Este es Thomas, os acompañara él y dos más durante el viaje por si necesitáis viajar de día- dijo ella -Thomas forma parte de mi guardia y además es mi goul.  
Nosotros los vampiros, llamábamos goul a los humanos a los que alimentábamos con nuestra propia sangre para que así pudiesen obedecer todas nuestras ordenes sin tener que convertirlos en vampiros. Con ello, creábamos un vinculo de sangre entre el vampiro y el humano. Al mismo tiempo, el goul podía adquirir mayores atributos físicos e incluso no envejecía. 
-Muchisimas gracias mi señora, le agradecemos su confianza en nosotros, no le defraudaremos- dijo Bladimil.
Montamos en los carruajes y salimos hacia Tihuta.. A Sherazina, aun la mantenía encadenada ya que su propósito era huir de nosotros. Thomas, conducía el primer carruaje, era un guardia bien entrenado y conocía el camino muy bien. 
A las seis horas de salir de Budapest, llegamos a una pequeño poblado.
-Alto Thomas- dijo Hans -Vamos a necesitar esclavos para cuando lleguemos a Tihuta.
Thomas y los otros dos guardias pararon los carruajes. Hans y Hariman, bajaron y se dirigieron a la puerta de una de la chozas y los demás fuimos a la otra. Sacamos a todo el personal a la fuerza y los juntamos al lado de nuestros caballos. Eran cuatro hombres, un niño y una niña.
-Desde hoy seréis esclavizados. Nosotros seremos vuestros amos y si alguien intenta una tontería morirá- dijo Bladimil.
  Uno de los hombres sacó un puñal y se abalanzó a Bladimil. Pero Thomas pudo intervenir a tiempo. Desenvainó su espada y le amputó el brazo derecho. Al instante, Bladimil lo cogió por el cuello y lo estranguló hasta dejarlo sin aire, cayendo muerto en el suelo.
-¿Alguien mas quiere intentarlo?- preguntó Bladimil -Thomas, encadénalos a todos juntos. En cuanto a la chica, átala con Sherazina.
Thomas y sus dos hombres maniataron con cadenas a los hombres y los metieron en el carruaje central. La niña, que estaba llorando fue atada con Sherazina y viajaba en el primer carruaje. Yo las hice viajar así, ja que la sangre de ellas me era satisfactoria solamente mientras eran vírgenes, y siendo las dos únicas chicas que venían con nosotros, seguramente algún depravado las intentaría  violar. Riesgo que no estaba dispuesto a correr.
Montemos todos y prendimos de nuevo el viaje hacia Tihuta.

Pasaron ocho lunas y era la octava hora de la noche. Acabábamos de llegar a las puertas de Klausemberg. Le dimos ordenes al soldado Thomas para que acampasen los carruajes cerca de la entrada mientras nosotros íbamos a visitar la ciudad y buscar provisiones. Fuimos hasta la entrada de la fortaleza, que estaba custodiada por dos guardias equipados con armas de filo.
         -Alto extranjeros, si queréis entrar una pieza de oro por persona tenéis que pagar- dijo uno de ellos.
         -Venimos de muy lejos y necesitamos provisiones para el camino- contestó Hariman -Una moneda de oro es mucho dinero para poder entrar.
         -Si no pagáis podéis marchar, no son bienvenidos los extranjeros a nuestra ciudad.
         -Esta bien, aquí tiene cinco piezas, dejadnos pasar.
         -Excelente decisión señores, pueden visitar la taberna, el posadero os puede vender lo que necesitáis- dijo uno de los guardias riéndose.
Aquellos guardias nos habían engañado estaba claro, el hecho de pagar cinco piezas de oro era exagerado, pero nuestro objetivo era entrar sin causar alboroto, después cuando fuésemos a salir ya arreglaríamos cuentas con aquellos dos individuos.
Entramos a la taberna, era sucia, mal oliente, y cuatro borrachos en una mesa haciendo demostraciones de quien era el mas fuerte.
         -Tabernero, necesito alimentos para el viaje- dijo Hariman.
         -No tengo nada que ofrecerle a los forasteros, fuera de mi taberna- dijo aquel tipo.
Quise dominarlo ordenándole que me vendiese el genero que necesitábamos, pero su voluntad me fue imposible de manipular.
Salimos de aquel lugar y fuimos hasta la parte de atrás, donde vimos que el tabernero guardaba alimentos en un pequeño almacén al lado de un pequeño corral de gallinas.
Bladimil y yo decidimos ir a coger lo que necesitábamos. Las gallinas empezaron ha hacer tanto ruido que el tabernero salió a mirar que ocurría.
         -Venís a mi casa a robarme!- gritó el tabernero enfurecido.
         -¡Duérmete!- le ordené yo, pero aquel tipo ni me escuchó.
         -¡Duerme!- le dijo Bladimil, ya que él también poseía el poder de la dominación.
El tabernero se desplomó y aproveché aquel momento para desenvainar mi arma y degollarlo mientras estaba en el suelo. Lo maté a traición, y solo los cobardes atacan por la espalda, aquello era algo que iba en contra de mi honor de caballero, pero tampoco podía dejar que aquél tipo armase un escándalo.
Saqueamos el almacén y cuando nos dispusimos a irnos, vimos como una mujer corría a la taberna para alertar que nosotros habíamos asesinado al tabernero.
Urien, viendo que las cosas comenzaban a agitarse creó una llama de fuego de entre sus manos y la lanzó al tejado de una de las chozas que se encontraba al lado opuesto de donde nos dirigíamos nosotros.
         -Vamonos, eso los distraerá un tiempo- dijo posteriormente.
Huimos hasta las puertas de Klausemberg, y al llegar a los guardias, Bladimil y yo los dominemos.
         -Arrodillate- dijo Bladimil a uno de ellos.
         -Cortale la cabeza- le dije yo al otro guardia, que enseguida, levantó su arma y lo decapitó sin contemplaciones.
         -Que he hecho!- dijo horrorizado el guardia con el arma cubierta de sangre -me habéis embrujado.
         -Pero como te atreves a hecharnos la culpa del acto que acabas de cometer- le dijo Bladimil, haciéndole entender que había sido él.
El guardia se fue corriendo y esta vez éramos nosotros los que nos reíamos. Recogimos las monedas que tenia el guardia decapitado y nos fuimos a los carruajes para seguir nuestro camino a Buda. Al llegar a los carruajes, algo no iba bien, los guardias no estaban vigilando, y en su lugar, estaban los esclavos. Tampoco veía a Sherazina ni a la niña, pero ya me aseguré de encerrarlas en mi carruaje y  de llevarme la llave conmigo, puesto que no me fiaba de los soldados.
         -¡Thomas!- exclamó Bladimil -Despierta y dime porque has desobedecido mis ordenes. Te hemos dicho que vigiles los carruajes y veo a los esclavos.
         -Mi señor, estamos cansados del viaje, necesitamos descansar.
         -Descansaréis cuando yo os lo diga, de modo que coged las riendas que nos vamos a Buda.
Los soldados montaron los caballos. Yo, iba en el primer carruaje junto a Sherazina, la niña y Hariman, tras nosotros venían los esclavos y más por detrás, venia el tercer carruaje con mis otros tres compañeros.

cronicas de un ventrueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora