𝐄𝐥 𝐢𝐧𝐢𝐜𝐢𝐨

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Cuando la gente menciona la vida y su existencia, generalmente responde con un eufórico "hay que vivirla", "debemos disfrutarla al máximo"; incluso hay algunos desdichados que, sin temor, mencionan su deseo por que ésta misma acabe.

Sin embargo, para JungKook, la vida no era más que una fase, creyendo firmemente que había algo mucho más grande, más espectacular. O tal vez simplemente era su resentimiento porque aún no había sucedido nada interesante en su vida.

"Si esto es todo, sería una gran decepción". Pensaba mientras su maestro de filosofía contaba la famosa alegoría de la caverna, donde los prisioneros tenían la opción de salir y conocer un nuevo mundo, pero la comodidad de su ignorancia misma fue la que los condenó a ver las sombras de las llamas, creyendo que eso era todo lo que podría encontrarse en el exterior.

A pesar de su falta de atención, ya conocía aquella historia de memoria. Aunque nadie podía culparlo por su incapacidad de concentración, en lo único que podía pensar era en la tarde de ayer, la cual lo condenó a lo que pasaría dentro de veinte minutos.

Cuando se encontraba con los que consideraba amigos hasta ayer. Aunque JungKook sabía cuáles serían las consecuencias de sus actos, jamás pensó que lo abandonarían. Ni siquiera había sido él quién rayó las paredes del instituto, siquiera era capaz de dibujar una cara sonriente sin que un ojo quedara más grande que él otro; pero cuando JongIn le entregó la lata de spray, tuvo la desdicha de ser atrapado, los demás logrando huir.

Y aunque lo hayan traicionado, él no haría lo mismo. Sin embargo, no estaba dispuesto a recibir un castigo por algo que no hizo.

"Ser cómplice es igual de malo que ser el que lo hizo. No lo hiciste, pero no lo detuviste. Y si no me dices quién lo hizo, solo me deja una persona como culpable... tú". Mencionó el director, siguiendo con un discurso del cual ya olvidó casi por completo.

Pero cuando le mencionó su castigo, lo único que logró hacer fue reír con amargura. Pues esperaba barrer la escuela, incluso una suspensión o repintar la pared. Pero era algo completamente distinto.

"Participarás en la obra de la escuela".

Se repetía en su cabeza una y otra vez, mientras sus ojos se clavaban en el reloj, viendo como quedaban solo cinco minutos para su destino final. Definitivamente esa no era la vida que planeaba vivir, sus padres enfadados con él por meterse nuevamente en problemas, sus amigos dejándolo solo. Aunque eso no le importaba realmente, en lo único que pensaba era en los dioses -los cuales no creía-, y rezaba por obtener el papel más irrelevante de la obra, de la que ni siquiera sabía cuál era.

Jamás fue alguien interesado en esos tópicos, la música clásica, danza, obras de teatro, galerías de arte; eran cosas que podrían hacerlo dormir, aunque podía recordar a alguien con esos gustos, pero no eran cercanos.

Cuando el reloj dio las cuatro en punto, el profesor dio por terminada la clase y los despidió. Los alumnos comenzaron a irse, en cambio, JungKook se mantuvo en su asiento hasta que la sala se vació. Una vez solo, dejó caer su cabeza contra la mesa tratando con todas sus fuerzas que el tiempo dejara de avanzar.

Pero cuando dieron las cuatro con diez decidió levantarse, sabía que debía cumplir el castigo si no quería recibir otro adicional.

(...)

Cuando entró a la sala de teatro de su escuela, solo vio un montón de gente que no conocía. No lograba reconocer ni una sola cara, pues su grupo de amigos compartían el mismo desinterés por las actividades extracurriculares, al igual que él.

Pero, como obra del destino, cuando miró hacia una esquina, reconoció a alguien. Un chico, no cualquier chico, era el chico más bonito que había visto.

𝐋𝐀 𝐎𝐁𝐑𝐀 •*ᵎ KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora