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Llevabas enamorada de Bakugou desde el primer día de clases y verle después de todas las batallas y peleas que había pasado en tan solo un día para estár subido en el puesto de número uno de aquel podio atado a un poste y silenciado con aquella brillante medalla de oro, a tí simplemente te revolvía el estómago pero a él se le notaba enfadado, más de lo usual si es que era posible.
Las horas ya habían pasado y la clase de 1A estaba reunida en los vestuarios charlando sobre todos los acontecimientos del día pero tú seguías buscando con la mirada al rubio explosivo cuando la voz del peliverde te sorprendió.

* Si buscas a Katchan aún no ha vuelto y no creo que lo haga.

Sin pensarlo fuiste a buscarlo recorriendo cada maldito pasillo y habitación hasta encontrarlo en una de las últimas habitaciones de aquel gigantesco complejo aunque había una tenue luz pudiste ver perfectamente como él se encontraba de cara a una pared, con las esposas aún adornando sus brazos y la medalla en la boca. Te acercaste lentamente a él como quien se acerca a un animal herido pero hasta que no tocaste su hombro no pareció notar tu presencia ya que soltó la medalla haciendo que el sonido del golpe retumbara en el lugar hasta acabarse apagando. Él seguía sin darse la vuelta pero aún así hablo.

- Me da igual quien seas, vete.

Su voz se notaba más débil de lo normal, lo notaste.

Ante sus palabras simplemente te diste la vuelta y sin cerrar la puerta saliste de la habitación para volver a los minutos con la llave de las esposas tenías claro que no le ibas a dejar allí pero él no lo sabía puesto que nada más atravesar la puerta te encontrarse otra imagen diferente.
Esta vez él estaba en el suelo sentado con la espalda recostada en la pared, los brazos rodeando sus piernas para acercarlas a su cuerpo en la medida que se lo permitían y la cabeza apoyada en sus rodillas pero lo que completaba la imagen era los ligeros temblores que soltaba su cuerpo involuntariamente acompañados de los leves sollozos que hacían eco en la habitación.
No lo pensaste dos veces y te acercaste a él, ya estando a su altura le quitaste las esposas cogiéndolas y lanzando las al lado contrario de vuestra posición, devolviste la mirada hacía el rubio solo para ver cómo se acurrucaba todavía más en sí mismo. Suspiraste con pesadez ante la idea que pasó por tu mente en esos momentos pero no tenías nada que perder, en el peor de los casos un par de gritos y unas cuantas amenazas de muerte, algo con lo que lidiabas tú y toda la clase...
Acercaste tu cuerpo al suyo y le abrazaste pasando tus brazos por encima de sus hombros esperando un rechazo que nunca llegó, al contrario. Te agarró de la cintura para apegarte más a su cuerpo y apoyo su cabeza en tu hombro escondiéndose, empezaste a notar como lentamente tu camisa se iba humedeciendo pero eso ahora mismo no te importaba.
Al cabo de unos diez minutos notaste como los temblores de su cuerpo iban disminuyendo hasta ser inexistentes al igual que sus sollozos, acariciaste su pelo un par de veces consiguiendo que levantará la cabeza, su mirada chocó contra la tuya llevando una amenaza implícita pero corecia de fuerza, a cualquier se le hubiera ido el alma ante aquello pero a ti solo te demostraba lo dañado que estaba y lo mucho que se contenía antes los demás demostrando siempre ese carácter de mierda.
Ninguno de los dos dijo nada pero el duelo de miradas se acabó a los pocos segundos cuando te levantaste para darle la espalda y comenzar a caminar, al no escuchar sus pisadas siguiéndote paraste en seco para hablar:

- Aquí no ha pasado nada, ahora vamonos antes de que vengan a buscarnos.

A los segundos de decir aquello escuchaste unos pasos y pudiste ver cómo su espalda se posicionaba delante tuyo marcando el ritmo, empezó a volver a caminar con esos aires de grandeza que tanto te gustaban. Habíais compartido un momento extraño pero te alegraba haberlo ayudo en cierta manera. Su voz resonó antes de seguir alejándose.

+ Extra... descansa. Mañana te entrenaré para que no seas tan inútil.

''De nada'' pensaste
Esa era su extraña manera de dar las gracias, inconscientemente sonreíste, su característico orgullo estaba de vuelta.

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Ya entrada la noche en su cama el chico recordó paso a paso los acontecimientos del día, el dolor de las batallas, la frustración al notar como su adversario se había contenido ante él, la impotencia que sentío al estar expuesta antes todos en aquel poste como si fuera un villano o hubiera echo algo malo, el peso de los grilletes... Pero acabo parándose en uno en especial, fue justo en vuestro abrazo parecía que aún siguieras con él ya que recordaba perfectamente la diferencia de tamaño entre su cuerpo y el tuyo, tú olor y calor, tu respiración en su oído... Algo en su pecho se calentó levemente e inconscientemente sonrió de lado pensando su antebrazo por encima de sus ojos.

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Él no lo sabía pero ese fue el primer momento de tantos en los que inconscientemente estarías para él, esos momentos que lentamente calarían en su corazón para quedarse allí y acabar enamorándolo.

EnamorándoleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora