Era un día cálido, mucho más cálido que lo que suele estar en esa época del año. El viento no corría, no había árboles que movieran sus pequeñas y tan importantes hojas. El sol golpeaba sus rayos contra el suelo, imposible ignorarlos, imposible caminar sin llevarse buenas quemaduras en los pies.
Y en un día tan caluroso como lo era ese, Noah caminaba bajo la voluntad de otro con la cabeza gacha y los pies descalzos, raquíticos y un corazón inocente y resignado.
Los policías lo obligaron a detenerse y él sin rechistar lo hizo.
Al entrar lo esperaba la silla de la que tanto rogó escapar, la silla que acabaría con su vida, pero ya no la miraba con recelo, la miraba con ansías.
Luego de cinco largos años había llegado el día en el que moriría.
En la sala no había nadie. Tan solo guardias, un juez y un sacerdote pero Noah no creía en Dios. Si hubiera algo allí arriba, él no estaría ahí, porque bien sabía Dios que él era inocente.
Se sentó sobre su vieja amiga y escuchó las palabras que por ley estaban obligados a decir, aunque no prestó atención porque no le interesaba nada excepto...
ー¿Sus últimas palabras, Acusado Noah Liber?
Con dolor en su alma y un sabor amargo en su boca pronunció:
ーDespertaremos a cada uno y seremos millones.ーExclamó desafiante.
Sus ojos se cerraron, contuvo la respiración y no pudo evitar pensar en los preciosos momentos que había vivido con su hermana. Más que su hermana la sentía su hija, siempre la cuidó,sin importar nada, le dió todo lo que sus padres nunca le dieron hasta hacía cinco años cuando él la abandonó en contra de su voluntad. Dejándola sola en un mundo destruido.
Los peores cinco años de su vida.
Cada hora, cada minuto, cada segundo qué pasó en aquella cárcel su alma se fue oscureciendo, dejando solamente un pequeño boceto de lo que solía ser una obra de arte.
En su cabeza la anhelaba tanto que sintió a su pequeña hermana decir su nombre. Mejor dicho gritarlo, lo gritaba en su cabeza tan fuerte que sus párpados hicieron la fuerza con la que una madre abraza a su hijo por primera vez.
Pasaban los minutos y él seguía vivo. Por alguna extraña razón seguía respirando, no se atrevió a abrir los ojos pero los oídos era imposible cerrarlos por más de que tratara, y ellos sentían caos a su alrededor: Gritos, súplicas, tiros.
¿Habría muerto y estaría en el infierno? Si era así tenía un par de temas que discutir con Lucifer. Pero aunque sus ojos se sentían pegados, no podía ni quería abrirlos.
ー¡Muévete! ¡Ya! ¡Corre!
Una voz demandante le gritó pero estaba paralizado, así que alguien lo tomó y lo obligó a correr.
¡Qué mal estado físico tenía! Hacían cinco años que no comía ni dormía bien, sus piernas pocas veces se movían, su físico dejaba mucho que desear.
Los disparos no cesaron, las corridas seguían y Noah ya estaba resignado.
Luego de un rato llegó a lo que le pareció el exterior. El aire apenas corría pero ya era mucho decir debido a que dentro de su celda respiraba cemento.
Algo lo quemó, le quemaba la piel, los sesos, todo.
Un grito de dolor salió de lo más profundo de su garganta, gritó tan fuerte que sintió las cuerdas vocales llorar. No emitía palabra desde hacía años por lo que su voz era quebradiza, gélida. Era una bomba explotando después de años de haber amenazado con hacerlo, era la lluvia después de la sequía. Era darse cuenta que su vida aún no había acabado y que no lo haría.
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Revivir a un Muerto
ActionNoah, un joven destinado a morir, con ningún futuro por delante pero con un pasado detrás. Logra salvarse y así tendrá que aprender a vivir en este nuevo mundo junto con un grupo de personas muy particulares.