Capítulo 1: Quién busca, encuentra

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Es extraño cómo las personas consideran actividades habituales a privilegios a los que muy pocos llegan a acceder.

Cuando a Noah le ofrecieron una baño con una tina caliente, sus ojos se iluminaron como un faro en el medio del mar. Sus ojos con una mezcla de felicidad y tristeza lagrimearon sin poder creer que hacía tanto tiempo que no lo hacía.

Su hermana lo ayudó a incorporarse, con dificultad y dolor en las piernas flacas y huesudas, estando en desuso desde lo que pareció una eternidad.

Caminó, no supo cuánta distancia ni tiempo ya que cada paso le costaba por lo menos un minuto. Tampoco reconoció el lugar donde se encontraba puesto que sus ojos se cerraban del dolor provocado en su parte baja.

Llegado a la habitación del baño, entró viendo que lo esperaban litros de agua caliente. Uno creería que se abalanzaría a ella pero no. Lo primero que hizo al entrar fue recorrer el lugar con la mirada y posarse frente al espejo.

"Estoy horrible" Pensó.

"¿Dónde está mi cabello rubio?" Entró en pánico. Su cara estaba cubierta de polvo y tenía arrugas y bolsas por toda la cara. Ni hablar de lo grande que quedaba la ropa sobre sus hombros. Parecía veinte años más viejo de lo que en verdad era.

Se quitó la ropa, asombrándose de la poca (sino es que nula) grasa que albergaba su cuerpo, y lentamente se sumergió en el agua.

Sintió cada gota de agua llegar hasta el último rincón de él. Era una gran lluvia luego de una sequía feroz.

Poco a poco los fluidos se volvieron negros, dejando así su cuerpo libre de tierra y demás cosas que resguardaban que ni quiso pensar que serían. El tiempo volaba allí dentro, ya no tenía consciencia de ello. Las agujas del reloj volaban o se detenían durante largas jornadas, aquello era peor.

Tras pasar años dentro de una celda en la que solo recibía comida una vez a la semana, variando los días, ya que de esa forma no podría contar el tiempo dentro, su único pasatiempo era contar los segundos y anotarlos con un tenedor de plástico en la pared. Siempre estaba a oscuras por lo que no podía ver el sol salir ni ocultarse.

Cada segundo allí dentro, se prolongaba durante años, décadas, y la cabeza de Noah era un licuado de emociones y sensaciones que quería borrar de su mente.

ーNoah. ¿Te encuentras bien?

La voz de su hermana lo sacó de su ensimismamiento y sus oscuros pensamientos. No le quedó otra alternativa que mentir.

ーSí. Tan... solo estoy muy sucio.

ーSi necesitas algo no dudes en llamarme, si quieres una toalla están...

ーYa lo sé, mamá.

Ambos rieron. La diferencia era que Lily lo hacía con alivio, volvía a estar cerca de su hermano tras una larga lucha por encontrarlo y Noah lo hacía forzosamente con un gran pesar en su corazón teniendo miedo de salir al mundo después de las cosas aterradoras que había visto y había vivido.

Se pasó una mano por el hombro que poseía una gran cicatriz que sanó por sí sola, tras haber sido víctima de las maldades de los guardias de celdas que jugaban con los presos como si fueran su propio campo de tiro.

No quería recordar pero de igual manera su memoria le jugaba malas pasadas.

Sal de tu celda, rubio. Es hora de que hables.

Era la séptima vez que escuchaba lo mismo, esperaban que hable y delate a sus compañeros, a sus hermanos, a los que buscaban un mundo mejor. Ni en sueños lo haría.

Revivir a un MuertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora