Capítulo Único

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— ¡Silencio! ¿Qué resplandor se abre paso a través de aquella ventana? ¡Es el Oriente, y Julieta, el sol! ¡Surge, esplendente sol, y mata a la envidiosa luna, lánguida y pálida de sentimiento porque tú, su doncella, la has aventajado en hermosura! ¡No la sirvas, que es envidiosa! Su tocado de vestal es enfermizo y amarillento, y no son sino bufones los que lo usan, ¡Deséchalo! ¡Es mi vida, es mi amor el que aparece!... Habla... más nada se escucha; pero, ¿qué importa? ¡Hablan sus ojos; les responderé!...Soy demasiado atrevido. No es a mi a quien habla. Las más resplandecientes estrellas de todo el cielo, teniendo algún quehacer ruegan a sus ojos que brillen en sus esferas hasta su retorno. ¿Y si los ojos de ella estuvieran en el firmamento y las estrellas en su rostro? ¡El fulgor de sus mejillas avergonzaría a esos astros, como la luz del día a la de una lámpara! ¡Sus ojos lanzarían desde la bóveda celestial unos rayos tan claros a través de la región etérea, que cantarían las aves creyendo llegada la aurora!... ¡Mirad cómo apoya en su mano la mejilla! ¡Oh! ¡Mirad cómo apoya en su mano la mejilla! ¡Oh! ¡Quién fuera guante de esa mano para poder tocar esa mejilla!

 ¡Ay de mí!

— Habla. ¡Oh! ¡Habla otra vez ángel resplandeciente!

— ¡Oh Romeo, Romeo! ¿Por qué eres tú Romeo? Niega a tu padre y rehúsa tu nombre; o, si no quieres, júrame tan sólo que me amas, y dejaré yo de ser una Capuleto.


— ¿Qué tengo que hacer... qué?

— Un ensayo de Shakespeare para el lunes.— respondió la profesora colocando ambos codos en el escritorio de madera juntando sus manos y observando al rubio con una sonrisa ladina.

Takemichi casi se atraganta con su propia saliva ante la única vía que le ofrecía su profesora para poder aprobar su curso, ya que por cuestiones nada lindas, había desaprobado cada uno de sus proyectos asignados con estilo.

— ¿De toda la obra...? — la contraria asiente y de los labios de Takemichi sale un quejido fastidioso. — Natsuki-sensei, no creo poder hacerlo.

— ¿Tienes algo mejor que hacer que realizar tus deberes? 

El chico simplemente desvió la mirada apenado, la joven mujer le siguió mirando con una ceja alzada esperando respuesta. Natsuki Yoshida es su profesora a cargo de su clase de historia, aunque solo deba centrarse solamente en la monotonía de las teorías de la historia japonesa como debe de ser, ella en cambio, siempre va más allá de la clase programada enseñándoles literatura griega, las corrientes del Barroco, los poemas románticos de Gustavo Adolfo Bécquer y también literatura contemporánea.

Muchas cosas que algunos en el pasado dieron por alto, al menos en lo que él ha podido observar en toda su vida. 

— No...

— ¡Excelente! — exclamó con una sonrisa amplia al rubio, aquella forma tan espontanea de ser de ella siempre le saca un brinco del susto.— Esperare con ansias tu trabajo, Hanagaki-kun.

Suspiro resignado tomando entre sus manos el libro grande que era extendido hacia él para luego salir del aula de clases rumbo a su hogar, directo a hacer la tarea. Al menos es lo que tiene en mente, pero, ¿Por qué no simplemente lo deja para después? Aún tiene el fin de semana.

No. se palmeo ambas mejillas ante el pensamiento tentador, así fueron las veces anteriores.

Maldita sea la hora en que le dejan tarea cuando él solo quiere acostarse y vagar un rato, preguntándose cual es el sentido de su existencia.

Pateo una roca que se cruzo en su camino, caminaba por las calles de la ciudad rumbo a algún lugar ya que se desvío de su hogar inconscientemente y coloco ambas manos en sus bolsillos del pantalón ancho que portaba mientras que en su axila estaba el dichoso libro, se encorvo un poco al caminar varias pasos después portando una imagen de chico malo. Un maleante, alguien despreocupado e intimidar.

Seamos Romeo y Julieta | MiTakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora