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Ha pasado 3 semanas desde que lo vio.

No se sabe lo que sucede en la cabeza de Jotaro Kujo, como de costumbre.
Su rostro inexpresivo, su poca o nula interacción personal con otros, y finalmente, su reciente obsesión con el mar lo vuelve un enigma andante.

O eso se creía.

Esa mujer ha llegado para quedarse.

"¡Jojo!, ¡Volviste!".

Estaba cautivando su corazón.

Y no deseaba que eso sucediera.

¿La persona indicada? Tal vez.

"¿Te gusta el mar?", preguntó Kujo.

"Oh, pues, claro que sí", sonrió dulcemente.

El resto fue una charla sin más, sobre sus estudios y más. Eran amigos en la universidad, aunque iban en diferentes facultades se encontraron.

Jotaro Kujo no sabía si agradecer o maldecir a todas las divinidades posibles.

Como hizo hace semanas. Subió a su barco, se despidió y sin más se fue a mar abierto.

Hasta que su radar dejo de funcionar correctamente, hasta que los vientos golpearan violentamente las velas, hasta que el frío comenzará a causarle un dolor de cabeza. Y hasta que, él apareciera.

"¡Jojo!", gritó y él casi cae de rodillas.

Asique nada había sido un sueño.

"Kakyoin...", detuvo el barco. Ajusto su gorra y dio algunos pasos hasta situarse en la baranda del bote. "K-"

"¡Pensaba que no ibas a volver, ¿Realmente te asusté?!", lo interrumpió, histérico.

"Cálmate, no fue eso".

En su rostro apareció una sonrisa aliviada, bajo sus manos de sus mejillas, al parecer después de lo que dijo busco alguna imperfección en su bello rostro.

Jotaro lo persiguió con su mirada.

Kakyoin sonrió al notar eso. Y como si quisiera jugar con el adulto Joestar, se hundió en lo oscuro del mar, para terminar en otro costado del bote. Riendo.

"Ven, vamos, sígueme", sintió un escalofrío, no pudo saber qué era eso que de un momento a otro lo alteró. "¿O ya te has vuelto un viejo amargado?".

Decidió ignorarlo.  Y fue.

Las horas pasaron, la noche era oscura.

"Creo que ya debería irme", veía la hora en su reloj. No llegaría ni a cenar.

"Ah... Casi digo que te quedes a dormir..."

Su voz apagada fue lo que más le asustó, regreso a verlo, y ahí estaba, aún flotando casi sin desear eso. Su cola inevitablemente se alzó a flotar por su cuenta.

Es verdad, Kakyoin Noriaki está muerto.

Para su madre, para su padre, para el mundo. Para todos que supieron de él.

Excepto Jotaro Kujo.

Ahora sentía que su amena charla eran simples delirios suyos. Ajusto su gorra, apretándola de más, casi desgarrando la desgastada tela de esta.

Si tan solo se hubiera dado cuenta.

Si tan solo hubiera visto la tristeza en su ser, su deprimido rostro y las lágrimas derramándose por sus mejillas.

Si tan solo lo hubiera protegido.

"Jojo...", Noriaki con sutileza situó su mano encima de la suya. Con una sonrisa comprensiva habló. "No fue tu culpa".

Y aunque el mismo se lo dijese, no lo aceptaría. No hizo nada cuando pudo hacerlo, si tan solo no lo hubiera dejado solo esa vez.

Mierda.

"¿Por qué no me dijiste nada?", quería respuestas. Su tono de voz tambaleó, su cuerpo tembló y su barrera de indiferencia se quebró. "Dímelo Kakyoin, ¡¿Por qué mierda no me dijiste nada?!"

Las imparables lágrimas salieron.

Kakyoin se retorció en su lugar, provocando el chapoteo del agua y unas intensas ganas de ser envuelto en brazos.

"Jotaro... Perdóname, solo...", al parecer, ni él comprendía su razón para terminar en medio del mar. "No puedes reparar algo tan quebrado como yo, es desechable".

"No me vengas a vender esa basura".

"Tarde o temprano, alguien más llegará".

Y el recuerdo de esa mujer apareció.

"Tengo razón, ¿Verdad?"

Sin decir más, se marchó.

Lamentándose como en el primer día.

Si no lo hubiera dejado a su suerte después de todo, él no habría terminado así.

Desapareciendo 30 días y suicidándose.

ꏂ꒒ ꂵꋬꋪ ꒯ꄲꋊ꒯ꏂ ꒒ꋬꇙ ꋬ꒒ꂵꋬꇙ ꒦ꋬꋊ.ᴊᴏᴛᴀᴋᴀᴋDonde viven las historias. Descúbrelo ahora