Carta 8

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Sábado, 15 de mayo

Hoy es uno de los sábados que tengo fiesta. Obviamente, hoy no te he visto por dos razones: una, por ser sábado; y dos, porque no he ido a trabajar. Pero esta carta es a cuenta de ayer viernes. Me quedé en shock. No tenía fuerzas para escribirte. Se me removieron demasiadas cosas por dentro. Ayer te sentaste en la barra, es decir, lo mas cerca que podías estar de mi y yo de ti. Mientras yo secaba los vasos, tu te empezaste a desahogar conmigo sobre tu nuevo trabajo y tu jefe. Todo empezó porque recibiste una llamada suya mientras desayunabas, la cual volviste a rechazar refunfuñando. Podría haverme dejado en shock la confianza que habías tomado en mi, pero ya estoy acostumbrado a que la gente que viene, todavía mas los lientes de toda la vida, vengan a explicarme sus problemas y sus historias. Al final, eso parece más un confesionario o una consulta de psicología que un bar. Pero no, no fue eso lo que me dejó en aquel estado de desconcierto; fue lo que me dijiste después de dejar verde a tu jefe y después de que yo te diera mi opinión y consejos a todo lo que me contabas. Me dijiste: "¿sabes una cosa, Manuel? Me recuerdas mucho a una pareja que tube cuando tenía 16 años. Se llamaba Simón".

P.D.: me alegro que todavía te acuerdes de Simón.

Manu.

Reencuentro peligrosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora