Capítulo 4

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—Es aquí.

Esas fueron las primeras palabras que dijo Kyoka en todo el camino. Cogió el mando de un soporte y abrió la verja mecánica para que pudieran entrar con el coche.

No sabía muy bien qué pensar. Lo único que le había creído era que hubiese un momento en el que llegó a arrepentirse de haberle hecho daño. Se había pasado cinco años pensando que había desperdiciado su tiempo y su amor en alguien que la había menospreciado, por lo que saber que sí que había sido importante para él, la había hecho venirse abajo.

Pero luego había mencionado a «sus novios» y se había quedado sin saber qué decir. Era la forma en cómo lo había dicho, como si fuese un agravio.

Después de Kaminari sólo había tenido dos parejas, pues pronto se dio cuenta de que eran víctimas de sus inmerecidas comparativas con él y optó por no volver a llevarse esos malos ratos de frustración. Sin embargo, amantes habían sido unos cuantos más. Y por cómo se lo había soltado, intuía que se refería a esos últimos o no lo habría dicho en plural.

De modo que a Kaminari le fastidiaba que anduviera con otros... No se lo había esperado viniendo de alguien como él. Lo que la llevaba a pensar si era de la opinión de que él podía hacer lo que le viniera en gana mientras que ella no... o era que realmente estaba celoso.

No debería complacerle tanto la idea... Eso era un peligro para ella.

Miró la casa unifamiliar donde había vivido los tres últimos años. Era pequeña —porque, para empezar, tampoco se podía permitir algo más grande viviendo sola—, pero adoraba vivir allí. Era un buen barrio y, lo más importante, al no tener vecinos colindantes tenía permitido tocar instrumentos.

Kaminari salió del coche y miró de forma apreciativa la casa.

—No hay nadie. ¿Vives sola? —Kyoka asintió tras salir ella también—. Yo comparto piso en el centro con Eijiro. —Cerró la puerta con un suspiro cansado—. Lo que me recuerda que tengo que buscarme otro lugar porque se viene a vivir su novia.

—¿En serio? —Él asintió—. Pues esta casa se va a quedar libre —repuso ella.

—¿Te mudas?

—Sí —respondió con tristeza.

Porque si algo le había quedado claro de esa noche, era que no podía quedarse allí. Incluso aunque no le creyera, lo que le había dicho era una bomba de relojería para ella. Era evidente que no tenía superada su historia con él. Y si Kaminari se propusiera volver a jugar con ella, no las tenía todas consigo de que no se lo permitiera.

Y sería una estúpida mayúscula si volvía a tropezarse con la misma piedra.

No podía quedarse allí. Tenía que poner entre ellos tantos kilómetros como pudiera.

—Pero éste es un buen barrio, ¿no?

—Lo es. Pero voy a cambiar de agencia y ésta me queda un poco lejos. —Kaminari asintió en comprensión—. ¿Quieres verla por dentro?

Denki dejó de evaluar la casa para mirarla a ella con detenimiento. Esa propuesta era una flexibilidad sustancial en su trato después de la conversación que habían tenido. Pero...

—No me puedo permitir una casa en un lugar como éste —rechazó con cuidado.

Esta vez, fue Kyoka la que asintió. Aquél era un barrio caro, y aunque la casa no era muy grande, el alquiler no estaba al alcance de cualquiera... y ella no estaba segura de cuál era el estado financiero de Kaminari. Lo que sí sabía era que mientras que ella había conseguido meterse ese año en el «Top 50», él aún estaba lejos del «Top 100». Con el tipo de singularidad que tenía y su popularidad, debería haber escalado antes que ella. Pero había tenido varios años con un rendimiento anual bajo, por lo que más de una vez había pensado que debía ganar más con el grupo que como héroe.

No puedo olvidarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora