El cuarto (parte 1/2)

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Cuando abrí los ojos sentía que la casa a mi alrededor no era la de mi tía, algodentro de mí me lo decía, pero el resto de mi familia parecía estar muy tranquila y normal, como si sí lo fuera. Todo me pareció muy extraño en un primer momento, pero con el primer parpadeo las cosas me empezaron a parecer más familiares, con el segundo se me había olvidado la sensación y con el tercer parpadeo la casa se había instaurado ya en mis recuerdos como si siempre hubiera estado allí.

Estábamos todos sentados juntos en el salón, el sofá, como siempre, era muy incómodo, se notaba que hacía mucho
tiempo que no lo cambiaban, incluso seguía allí una mancha del vaso de Coca-Cola que se me cayó a mi cuando era pequeña. La mancha, cada año que pasaba adquiría un tono más morroñoso y negruzco, parecía más moho que otra cosa. Siempre que veníamos intentaba sentarme lejos porque me daba bastante asco y siempre me preguntaba qué porque no la habían lavado todavía, pero no tenía el valor como para preguntarlo. Mis tíos, mis abuelos y mis padres estaban sentados en la mesa charlando, mis primos y mi hermano se habían ido a jugar a los cuartos de ellos nada más acabar la comida. Yo, como usualmente hacía, me había sentado a ver la televisión, que no iba muy bien que digamos. El canal que estaba puesto era MTV y sonaban diferentes canciones pop de los 2000, no se oía muy bien y de tanto en tanto aparecían líneas negras y blancas que desdibujaban los videoclips. La televisión, como el sofá, también era muy antigua y no iba bien, tampoco entendía como era posible que no la cambiaran, era como si esta casa no hubiera cambiado ni un ápice desde
que vine de pequeña.

Mi tío pasó por delante de mí para ir a la cocina, y como solía hacer, me pregunto que como estaba y si lo estaba pasando
bien, yo sonreí y asentí como siempre. Igualmente se ofreció a poner algo en la televisión que me gustase, pero yo le dije que estaba bien con mirarlo en el teléfono. Eso hizo que se le iluminara la cara y salió corriendo a buscar algo, cuando volvió vi que llevaba un cable negro de HDMI, intentó conectarlo,
pero no podía, me levanté a ayudarle y después de remover mucho la televisión de un lado hacía el otro me miró con cara apenada, era demasiado antigua y no tenía entrada para el cable. Yo ya lo había supuesto así que simplemente le di las gracias y volví hacía el sofá.
Cuando me dejé caer, el ruidito de los muelles presionados sonó más como un pequeño chillido que como un muelle
normal. los pelos se me erizaron, recogí las piernas para que no estuvieran colgando y miré hacía la mancha como acto reflejo. Parecía estar más negra que cuando me había levantado. Negué con la cabeza, no podía ser. Cogí mi teléfono
para distraerme un poco, pero me extrañó ver que no había wifi, en casa de mis tíos los datos no llegaban, pero siempre funcionaba bien el wifi. Miré por todo el salón para ver si encontraba el rúter, pasé por el mueble de la televisión, que estaba mucho más cascado de lo que lo recordaba, pensé que había sido una suerte que no cediera con todo el movimiento que habíamos hecho mi tío y yo antes. Busqué por encima del otro mueble que había en el salón, pero tampoco ví nada, solo noté que como el anterior estaba muy gastado, hasta el punto dónde había partes en que la pintura marrón se había descolchado y se veía un poco de la madera de debajo. Puse entonces mi vista en la mesa dónde estaban los
adultos hablando, ¿no estaba más lejos que la última vez que había venido aquí? y parecía que cada vez se alejaba más. Y la comida de encima de la mesa..¿porque tenía ese aspecto de podrido? ¿cómo es que seguían comiendo sin importarles el
hecho de que la lechuga estuviera negra y que la carne tuviera moho? ¿cómo podían soportar ese olor? La barriga se me revolvió y sentí ganas de vomitar, iba a levantarme para hacerlo, pero al moverme encima del sofá volví a escuchar el ruido de los muelles, que esta vez era mucho más un grito que
antes. Noté una bocanada de aire frío salir de debajo del sofá y no pude moverme. Estaba congelada y el olor a putrefacción estaba pudiendo conmigo, miré otra vez la mancha de mi lado y me di cuenta de que había vuelto a crecer, ya ocupaba más de la mitad del sofá y estaba a punto de llegar a dónde estaba
yo. Volví a intentar moverme para que no me tocara, pero volvió
a aparecer el grito de debajo del sofá más estridente aún, el olor se intensificó y la mancha seguía augmentando su tamaño. El corazón me latía como loco y sentía que me iba a asfixiar a ese paso. Cerré los ojos con todas mis fuerzas y grité.
Cuando los volví a abrir me encontré en la misma posición en la que estaba, pero la mancha había vuelto a su estado inicial y el olor había desaparecido, aun así, seguía tensa así que con miedo de moví. El normal ruido de los muelles acabó de tranquilizarme del todo, todo había sido una pesadilla. Cogí mi teléfono para seguir jugando, pero para mi sorpresa era cierto que no había wifi. Repasé el comedor otra vez, y en esta
ocasión, a pesar de que todo era normal, no vi el rúter por ningún lado, en ese momento ya había olvidado el miedo de la pesadilla así que me levanté con los pies descalzos para preguntarles a mis tíos dónde estaba. El suelo estaba frío, pero era verano y estaba limpio así que no importaba. Cuando llegué a la altura de la mesa mis padres me regañaron por ir descalza, pero mi tía me defendió y se levantó para llevarme al rúter. La seguí con una sonrisa hacía la cocina, que estaba en la habitación contigua de donde se encontraba el sofá. Cuando
pasábamos por delante de él le pregunté si hacía falta que me pusiera los zapatos, pero negó con una sonrisa y siguió
caminando, yo hice lo mismo, pero a partir de allí noté el suelo un poco más frío. Cuando entramos a la cocina, el sol del atardecer me dio de lleno en la cara y me cegó unos instantes, después de
adaptarme busqué a mi tía hasta que la vi en un extremo con el rúter en la mano. A su lado había una puerta, ahí no llegaba la luz del sol y se veía un poco más oscura que el resto de la cocina, pero no le di importancia. Apagamos el rúter y lo volvimos a encender mientras mi tía aprovechaba para hacer cafés para todos. Mientras ella estaba moviendo tazas y platitos de un lado al otro me pareció escuchar algo a mi izquierda, cuando giré la cabeza me encontré con la misma puerta que había visto antes así que le pregunté a mi tía que había ahí dentro. Ella dijo que era un almacén que nunca usaban porque estaba muy viejo donde habían algunas placas de madera del suelo podridas y que podías caer. Llevaba bastante sin abrir esa puerta. Asentí y miré hacía el rúter otra vez, la lucecita se había puesto de color verde, miré mi teléfono y ya había wifi. Me giré hacía mi tía para decírselo, pero ella
ya estaba yendo en dirección al salón.
Empecé a seguirla, pero volví a escuchar un ruidito. Me volví hacía la puerta otra vez y no sé por qué, pero me acerque hasta poner la oreja encima de la madera antigua. Volví a escuchar el ruido, pero esta vez pude identificarlo, era la voz de una niña pequeña, no entendía que decía, pero sin duda lo era. Me pregunté qué hacía una niña pequeña dentro de un almacén que hacía años que no abrían y supuse que lo habría imaginado. Me aparte de la puerta para volver al salón, pero volví a oír la
voz de la niña más nítida ahora, eso hizo que antes de darme cuenta la mano se me fuera al pomo de la puerta. Quise
quitarla, pero, como si no fuera yo quien decidía lo que yo hacía seguí con la mano quieta, y, es más, empecé a girarla
lentamente. Intenté quitar la mano de allí, pero algo no me dejaba, quería irme de allí. Pero entonces volví a escuchar la
voz de la niña, y algo dentro de mi hizo clic. Dejé de intentar apartar la mano y tranquilamente abrí la puerta, quería
encontrar a esa niña. Cuando abrí la puerta de par en par me encontré con una pequeña sala con las paredes que un día fueron blancas de un color amarillento por el paso del tiempo, el suelo era de madera, pero hacía tiempo que no quitaban el polvo y se había acumulado tanto que tenía un color
blanquecino, no había huellas de ningún tipo. En la paredizquierda había una gran ventana que dejaba pasar el mismo
sol que me había cegado, este iluminaba la sala dejando ver las motas de polvo suspendidas por el aire. Todo el conjunto hacía que la sala tuviera un aire místico. Volví a escuchar la voz de la niña y busqué por la habitación, fue entonces cuando vi la puerta justo enfrente de la sala, tenía un color madera oscuro,
resaltaba mucho y me pregunté cómo es que no la había visto nada más abrir la puerta. Di un paso dentro de la sala, noté el polvo debajo de mis dedos haciéndome cosquillas, y el calor de la madera calentada por el sol durante todo el día.
Las palabras de mi tía sobre las maderas podridas habían quedado
muy atrás. Tomé una bocanada de aire y noté el polvo entrar en mis fosas nasales. Caminar sobre el polvo fue muy
agradable y antes de darme cuenta ya había llegado enfrente de la otra puerta. Me entró un ápice de duda. El color de la
puerta parecía tragarse todo el sol y fundirlo en una oscuridad macabra sin fin, la duda creció aún más y como si la niña lo notara volvió a hablar, esta vez parecía un chillido desesperado.

Sueños para no dormirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora