Rojo y negro

1 0 0
                                    

Estaba sentado esperando, pero me sentía un tanto desorbitado, al caer en cuenta no entendía que estaba sobre el suelo, con las piernas cruzadas, como cuando las profesoras de yoga se sientan a meditar.

Todo era blanco, estaba vacío, era eso lugares surreales en los que no existe nada, sentía una mezcla de miedo y curiosidad por lo que me rodeaba y al mismo tiempo ansiedad por tener ni puta idea de lo que estaba pasando.

A lo lejos, un punto empieza a hacerse más y más grande, hasta que va tomando una forma más definida, que mis ojos con alto grado de astigmatismo, y sin idea de donde estaban mis lentes, podían distinguir, era una silueta de alguien, venía caminando, resaltaba un brillante color rojo que recorría su cuerpo con un vestido de esos que puedes usar en fiestas muy muy elegante, a las que jamás he ido, pero he visto muchísimo en películas.

Para cuando pude razonar que se trataba de una mujer, peli negra, ojos verdes y muy hermosa, ya la tenía muy cerca, aunque venía en mi dirección, yo no era su destino, termino pasando justo por un lado de mí, ignorando por completo mi existencia, o eso me hizo pensar, llevaba unos tacones rojos también y caminaba muy bien, imponente y segura de si misma.

Cuando la figura empezaba a verse borrosa nuevamente, tuve que levantarme del suelo para seguirla y no perder su rastro, no sabía a donde iba, pero supongo que era mejor que quedarme sin hacer nada en un espacio surreal blanco e infinito.

La desesperación y frustración recorren mi cuerpo, porque me encuentro caminando muy rápido, casi trotando y no logro acortar la distancia con la chica, aunque ella se veía aún en su ritmo relajado de caminata de pasarela, terminé corriendo a muy alta velocidad, pero era como que si nada permitía que me acercara, estaba a la distancia suficiente para poder verla, pero no podía acercarme, y tenía la desesperación de que si me detenía la perdería de vista.

Poco a poco mientras avanzaba, puntos rojos empezaban a agrandarse era una especie de camino, delineado por ambos lados con muchísimos puntos rojos, eran como pelotas pequeñas.

A medida que me adentraba en este extraño camino delineado por los puntos rojos, la sensación de miedo y curiosidad seguía creciendo en mí. La mujer en el vestido rojo aún estaba adelante, parecía no inmutarse ante mi presencia y continuaba su camino con gracia y seguridad. Cada paso que daba me acercaba un poco más a ella, pero la distancia entre nosotros nunca parecía reducirse lo suficiente como para alcanzarla.

Los puntos rojos que rodeaban el camino empezaron a intrigarme. Eran como pequeñas esferas luminosas que flotaban en el aire, y cuando las miraba de cerca, parecían contener destellos de historias y emociones. Algunos eran rojos intensos, otros rosados suaves y algunos parecían cambiar de color constantemente como un arcoíris. Cada uno de ellos irradiaba una energía única.

Mientras seguía persiguiendo a la misteriosa mujer, noté que los puntos rojos no eran solo objetos inanimados. Algunos de ellos se movían, flotando en patrones caprichosos, como si estuvieran vivos. Parecían danzar al ritmo de una melodía invisible, y esa danza era hipnotizante.

En mi desesperación por alcanzar a la mujer de rojo, decidí tocar uno de los puntos. Al hacerlo, experimenté una extraña sensación de conexión. Vi destellos de recuerdos y sentimientos que no eran míos, como si hubiera abierto una puerta a la mente de alguien más. Fue una experiencia abrumadora, pero al mismo tiempo reveladora. Los puntos rojos no eran solo decoración, eran portales a otras vidas, otros momentos, otros sueños.

Decidí seguir tocando más puntos rojos mientras avanzaba. Cada uno me llevaba a un lugar diferente. En uno de ellos, me encontré bajo el agua, nadando con criaturas marinas asombrosas. En otro, estaba en un escenario de un teatro, recibiendo aplausos por una actuación que nunca había realizado en la vida real. En otro punto, estaba en una montaña nevada, esquiando por pendientes empinadas.

A medida que continuaba explorando estos puntos rojos, empecé a comprender que este lugar blanco y surreal no era simplemente un sueño, sino un reflejo de mis deseos, miedos y curiosidades más profundos. Era un mundo donde podía experimentar lo que quisiera, donde los límites eran solo los de mi propia imaginación.

Finalmente, llegué a un punto donde los puntos rojos se volvieron más brillantes y numerosos. La mujer de rojo estaba allí, parada en medio de un círculo de puntos que giraban a su alrededor como estrellas en una galaxia. Esta vez, no me ignoró. Sus ojos verdes se encontraron con los míos, y su sonrisa fue cálida y acogedora.

"Has llegado lejos", dijo en un tono suave y melodioso.


Y desperté. 

Diario de sueños | Cuentos cortosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora