Capítulo 8

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Amane-kun

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Amane-kun.

Capítulo 8: Más que nadie.

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Celeste cerró bruscamente la puerta de su habitación tras gritarle alguna que otra barbaridad a su hermana, se recostó contra la madera y farfulló dos o tres maldiciones. Llevaba fácilmente más de veinte minutos allá abajo discutiendo con su familia, no podían ser normales, no; todas las mujeres en esa casa tenían que ser únicas en su especie, no hacían buen contraste con lo terca que era la pelirrosa y siempre terminaban peleando, inclusive su madre. ¡Joder! Ella quería darle una buena impresión a Amane, ahora él pensaría que esa era una casa de locos. Cuando ya estuvo más tranquila se giró con una sonrisa hacia su amigo, como si lo anterior nunca hubiera pasado, o esperando que él no le hubiera tomado mucha importancia.

El chico volvió a palidecer cuando sintió la mirada de la muchacha sobre él. Vamos volándonos muchos pasos, estaba en la habitación de Celeste, con ella, solos los dos, con la puerta cerrada. Tragó en seco porque no pudo evitarlo.

—Ahí hay un teléfono, para que llames a tu casa y digas que hoy cenas aquí —dijo energética Celeste, apuntando con su dedo índice el susodicho objetivo.

—¿Qué? De ninguna forma, eso sería abusar —siseó el varón, negando con ambas manos y su cabeza.

—¡Lo que faltaba! Deja de ser tan educado y bueno, ¡somos amigos! —exclamó divertida. Caminó veloz donde él y aprovechó para darle dos o tres palmaditas en los hombros—. Amane-kun, eres como parte de mi familia.

El mencionado se vio contagiado de esa sonrisa sincera que se le dedicaba. Agradecía eternamente haberla encontrado, o bueno, que ella lo haya encontrado. Momentos como ese lo dejaban sin aliento, con una sensación cálida en su interior y una inexplicable aceleración de pulso. Celeste era tan recta, tan brillante, tan audaz, tan todo lo bueno que se le podía ocurrir, era maravillosa, como un regalo que le dió el destino por todo lo que había sufrido; todas las cosas que antes le parecían innecesarias en una persona las amaba en ella.

Amane no se creía merecedor de todo aquello, pero era alguien egoísta, y no le importaba no poder darle ni la mitad de lo que ella le daba, solo quería disfrutar de sus días a su lado, de instantes que parecían eternos y de esos raros sentimentos. Trescientos sesenta y cinco días al año le parecía poco, quería más, necesitaba más, solo Celeste podía hacerlo experimentar la felicidad y alegría con una sola mirada, una sutil sonrisa o un pequeño roce.

—¡Oh! —gritó de la nada la jovencita con notorio asombro. Se puso de puntillas, acercó su rostro al de su compañero y con una de sus manos alzó el flequillo del castaño. Estaba a milímetros de la cara del pobre chico y examinaba su frente sin pudor alguno—. Ha desaparecido, menos mal.

Amane-kun •|Yugi Amane/Hanako|• ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora