Capítulo 2: Despertar.

789 8 2
                                    

Xenia comenzó a toser ruidosamente mientras volvía en sí, sentía un horrible dolor en la cabeza que no la dejaba pensar claramente.

-Dios... -suspiró.

Abrió los ojos y vio un techo negro completamente opaco que parecía absorber todos los colores, dejando la estancia oscura y triste. Continuó tumbada durante un rato hasta que reaccionó y se incorporó lentamente, pudiendo observar una puerta que parecía llevar al exterior de aquella extraña sala.

Estaba tumbada sobre una especie de camilla cutre y austera que parecía tan frágil como una pluma con una sábana blanca sobre ella que contrastaba con la oscura habitación. Xenia no entendía qué hacía allí e intentó recordar con el fin de encontrar alguna pista.

Todos los recuerdos e imágenes llegaron a su mente como una ráfaga desenfrenada y veloz que no parecía parar nunca. Primero se acordó de su madre y de su padrastro yaciendo en la cama del hospital, luego recordó a aquel extraño hombre que sostenía a su hermana, su frágil y pequeña hermana que lloraba sin cesar. Un sentimiento de culpa invadió su cuerpo, dejándola sin respiración y atrapándola en un ciclo de emociones del que creyó no salir nunca, o así fue hasta que recordó el insufrible dolor que sintió en su ojo izquierdo. Rápidamente fue a tapárselo para protegerse y, para su alivio, el ojo izquierdo seguía ocupando su sitio. El dolor comenzó a ser cada vez más y más intenso hasta que fue tan insoportable que comenzó a marearse. En ese preciso instante la puerta de la sala se abrió de par en par, entrando una ingente cantidad de luz que dejó a Xenia deslumbrada.

-¿Dónde estoy? -dijo Xenia sin esperar respuesta alguna.

-Deberías saludar antes de comenzar el interrogatorio -dijo una voz femenina.

-¿Quién eres tú? -contestó Xenia sobresaltada mirando a todas partes.

Hubieron unos instantes de silencio sobrecogedor que erizaron hasta el último bello de Xenia y, como si hubiera salido de la nada, apareció con un destello una mujer que aparentaba tener unos 26 años de edad, con pelo rubio teñido y corto, con más de un pearcing en la cara y una camiseta en la que se podía leer: Good things are boring things.

-Soy el ángel que te rescató aquella noche -dijo fijando sus ojos azules en Xenia -mi nombre es Lyra.

Xenia se quedó mirándola incrédula y perpleja hasta que consiguió articular una palabra:

-H-hola -titubeó Xenia.

-¡Por fin saludas! Pensaba que además de enseñarte a ser un ángel iba a tener que enseñarte modales -exclamó el ángel soltando una carcajada.

-Hola -repitió Xenia pensativa.

-Mira, si me estás intentando demostrar que eres educada ya basta -dijo Lyra -hoy estoy de mala leche así que no me torees.

Xenia se disculpó mientras analizaba a aquella mujer, desde luego si ella la hubiera visto por la calle jamás habría adivinado que era un ángel, tan descuidada y con ese look rockero y rebelde. Además, se percató de que no tenía alas como los ángeles que ella había imaginado anteriormente así que llegó a la conclusión de que aquella mujer estaba loca.

-Un ángel... Claro -dijo mirando a todas partes -Oye, no es por ser grosera pero, ¿me puedes decir cómo salir de aquí?

Lyra, que estaba de espaldas a Xenia en ese momento, ladeó la cabeza y sonrió levemente por encima del hombro. Con una agilidad felina se acercó a Xenia que quedó sorprendida al encontrarse la cara del ángel a pocos centímetros de su cara.

-No te crees que sea un ángel... ¿Cómo crees que somos? -dijo con una sonrisa amplia en la boca -¿Rubios, de melena larga, túnica blanca y alas gigantescas? -soltó sarcástica.

-Eh... ¿Sí? -respondió Xenia dubitativa.

El ángel dio un salto separándose de Xenia sin quitar la mirada desafiante de sus ojos. Algo en su espalda comenzó a brillar, pasando de una tenue luz a un haz cegador que dejó a Xenia sin ver nada durante unos instantes. Cuando su vista se habituó quedó asombrada por la bella imagen que estaba observando, a Lyra le salían dos especies de prolongaciones luminosas y traslúcidas por sus costados que tenían el tamaño de dos alas de avión y, sin embargo, parecían tan livianas como la brisa de la costa.

-¿Mejor así? -dijo riéndose Lyra.

-¡Wow! Son increíbles -contestó con los ojos abiertos de par en par.

-Lo sé.

Xenia se levantó de la camilla donde reposaba y se acercó lentamente a la mujer sin apartar la vista de aquellas preciosas alas. Una vez llegó al lado de ella intentó tocarlas pero, para su sorpresa, no lo logró ya que parecían dejar hueco a la mano de la joven cada vez que intentaba acariciarlas.

-¿Por qué no puedo tocarlas? -preguntó Xenia.

-Son prolongaciones de mi alma -comentó observándolas-. Solo un ángel puede tocar su propia alma.

La desconcertada muchacha lo intentó un par de veces más hasta que se dio por vencida y llegó a la conclusión de que había una remota posibilidad de que aquella mujer no la estuviera mintiendo. Entonces se le ocurrió preguntar:

-Dices que fuiste quien me salvó la otra noche, ¿por qué lo hiciste?

-Bueno, es mi deber al fin y al cabo.

-¿Acaso eres una especie de ángel guardián o algo así?

-¿Qué? -rio Lyra -No no, no podría tener ese trabajo ni de casualidad, no va con mi estilo. Te salvé para darte la oportunidad Xenia, la oportunidad que a muchísimas personas les habría encantado haber tenido, -Xenia expectante se apoyó en la camilla nuevamente temiendo lo peor -la posibilidad de volver al mundo y salvar a tu indefensa hermana, Séfora.

Xenia al escuchar el nombre sintió como una ola de agobio y preocupación le invadía el cuerpo, dejándola indefensa ante aquella mujer a la que no conocía de nada. Intentó recomponerse lo más rápido posible para continuar la conversación y finalmente preguntó:

-¿Dónde está? Dímelo -exigió Xenia.

-Está con ellos pero tranquila, la necesitan para sus planes así que estará bien, -dijo depositando una mano en el hombro de la joven -al menos de momento.

La cabeza de Xenia comenzó a llenarse de preguntas que parecían haber sido sacadas de un cuento de fantasía: ¿Por qué solo estaría bien de momento? ¿Acaso formaba parte de un plan perverso? Y si era así, ¿qué destino le aguardaba a la frágil Séfora?

-Tengo que ir a salvarla, soy la única opción que tiene -soltó decidida Xenia -¿Qué tengo que hacer?

-Ven conmigo y te lo enseñaré.

Lyra abrió la puerta de aquella estancia y de nuevo entró una luz cegadora que intentó deslumbrar a Xenia de nuevo pero no lo consiguió. La mirada segura de Xenia no vaciló ni un solo segundo mientras atravesó la puerta y el intenso brillo la engulló, a ella y a su intensa inseguridad.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Mar 07, 2015 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Hermanas AladasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora