Le goût d'un renard: première partie

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—¡Adelante! ¡Un, dos, tres! ¡Quiero ver todos los platos que hay en cocina fuera! —grita una escandalosa voz, perforándome los oídos—. ¡Los clientes están esperando! ¡¿Qué clase de restaurante somos si los hacemos esperar de más?!

—¡Sí! ¡Chef! —responde una voz unísona proveniente de todos los cocineros.

Pero a pesar de los gritos y el creciente nerviosismo entre los camareros que aguardan a recibir los platos, mi ritmo sigue siendo el mismo que el de hace horas.

—Jeongyeon, tienes que ir más rápido —me susurra de pronto alguien a mi lado.

—Félix, estoy haciendo unos escargots à la bourguignonne —digo, entre dientes—, ¿qué quieres que haga? ¿Le digo a los caracoles que se mueran más rápido o qué?

El rubio se limpia con una pequeña toalla el sudor de su frente. Está cocinando un croque-monsieur que probablemente sea para un niño rico de cinco años.

—Corta láminas de foie gras mientras tanto —contesta dejando la toalla y asiendo enérgicamente una sartén por el mango.

—No voy a ponerme a cortar foie gras como si acabara de empezar en cocina —farfullo.

—Pues no sé, entonces haz... —pero alguien le detiene.

—¡Jeongyeon! —me llama la voz del inicio.

Cuando salga de aquí voy a necesitar unos audífonos. Me está reventando el tímpano.

¡Jeonyeon! —repite, y escucho unos pasos acercándose.

Intento disimular con la olla de caracoles hirviendo. Agarro un termómetro de cristal que hay al lado de Félix y lo introduzco en el agua.

En dos minutos deberían estar listos. Lo que significa que tengo otros dos minutos más para descansar.

—Jeongyeon —la estrepitosa voz por fin me alcanza, pero su tono ha cambiado. Ahora no grita.

—Dime... —suspiro, sin darme la vuelta para verla—, Jihyo.

—¿Es que estás aburrida? —me pregunta con un tono maternal que, en cualquier otra persona, parecería que es de preocupación. Sin embargo, cuando Park Jihyo utiliza ese tono, su única intención es burlarse de ti con el mayor sarcasmo posible.

—Hmmmm... no mucho —contesto sin importancia, casi encogiéndome de hombros mientras controlo la temperatura—. Creo que no tengo razones para estar aburrida. Aunque bueno, anoche lo estuve bastante, ¿sabes? —apunto, irónicamente.

—Agh... —ahora es ella quien suspira—, Jeongyeon, entiendo que estés enfadada por...

—¿Por haber estado cocinando casi cuatro horas? —gruño, apretando el termómetro que sostengo con la mano derecha—, ¿O por haber dormido tres horas?

—Por ambas —dice con sinceridad, sin ninguna pena ni pausa—. Entiendo que estés enfadada por las dos cosas, pero era necesario que te quedaras. Y de todos modos, tu enfado está perjudicando al resto, así que deberías ponerte a trabajar a un ritmo normal porque los demás cocineros están muy estresados.

Su intento de regaño me saca una carcajada.

—Jihyo... —digo, rotando sobre mis pies y enfrentándola cara a cara—, creo que la razón por la que todos están tan torpes y nerviosos hoy, no es precisamente por mi ritmo de trabajo.

Y entonces la dueña del restaurante se cruza de brazos.Como lleva el pelo por los hombros, en el movimiento se menea un poco.

Describir a Park Jihyo físicamente no merecería la pena, sale en cientos de revistas semanales y casi todo el mundo conoce su cara. Así que no voy a gastar más palabras de lo necesario.

Le goût d'un renard {2yeon one-shot}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora