Prologue

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Mis padres eran la pareja perfecta. 

A él le encantaba cocinar, a ella comer.

Sabían cómo complementarse, y de su matrimonio nacieron tres hijas: la mayor, Seungyeon y la menor, Seoyeon, heredaron el don de digerir kilos de comida entre ambas en cuestión de minutos. 

Por mi parte, recibí la pasión de mi padre por la preparación, por la creación de un plato que explosionara y electrizara los cinco sentidos.

Esa, solía ser en cuestión, la principal razón por la que cocinaba. 

🌸

—¡...yeon! ¡Yoo Jeongyeon! —grita de repente una voz, desde la puerta de aproximadamente tres metros de ancho que divide el comedor y la cocina—. ¡Yoo!

A la tercera vez que escucho mi nombre, abro los ojos.

Los potentes focos de luz me dejan ciega durante unos segundos, viendo solo manchas blancas.

Tengo que decirle a Jihyo que cambie las putas bombillas.

—¡Yoo Jeongyeon! —repite la voz.

Noto en mis manos algo húmedo. Un trapo de cocina encima de una de las sesenta placas de inducción que hay en la cocina. 

Cierto, estaba limpiando.

Lo aprieto impregnándome con el olor a lavavajillas y giro la cabeza en dirección a la voz.

—¿Qué quieres Félix? —hablo con dificultad, pestañeando y recuperando gradualmente la visión.

El chico rubio con pecas se pone rígido cuando me escucha pronunciar su nombre.

—Deja de limpiar —me dice aún con el uniforme blanco de chef.

—¿Es que lo vas a hacer tú por mí? —espeto sujetándome al borde de la encimera.

—No —suspira, entrando a cocina y poniéndose el gorro que guardaba en su bolsillo derecho. Parece bastante tenso—. Acabamos de recibir una llamada, de un pedido.

—¿Y? —cuestiono.

—Y tenemos que seguir trabajando —añade yendo a lavarse las manos.

El sonido del agua me activa.

—Cerramos hace una hora —miro el reloj de la pared, encima de la puerta—. Son las tres de la mañana y no queda personal. No pienso seguir cocinando.

Félix resopla, presiento que está tan cansado como yo.

—Es que «tenemos» que seguir cocinando aunque no lo queramos —dice, acercándose a mí. A continuación saca del armario que hay debajo de las placas de inducción una olla y varias sartenes.

—Félix no pienso cocinar nada, y menos si es un maldito menú de boda —le digo observando cómo se dirige al frigorífico—. Félix —lo llamo; él saca un maldito pollo campero de la nevera—. Félix, ¿qué estás haciendo?

—¡Sacar los ingredientes! —grita de pronto, con el pollo en la mano, alterado.

Su grito me sorprende.

Le goût d'un renard {2yeon one-shot}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora