Cuando atravieso las puertas dos de mis cinco sentidos se activan inmediatamente.
El primero, el que más entrenado tengo, detecta en un milisegundo unos escargots por mi derecha, el olor a pato marinado con una fina lámina de manteca a mi izquierda, y una infinita multitud de diferentes olores que abruman mis fosas nasales por toda la sala.
Es como si en mi mente se dibujaran todos los platos que percibe mi olfato, uno por uno, minuciosamente.
Percibo que el pato marinado, por su olor, se ha quemado un poco por el contramuslo, y que la lámina de manteca oculta con inteligencia aquel error.
Probablemente este fallo sea culpa de los nuevos cocineros y una escasez de supervisión.
Me pregunto qué chef controlaba la zona de los marinados.
Pero la aparición del segundo sentido esconde de pronto tanto el olfato como mis ganas de encontrar al culpable de servir un plato en mal estado. Mi imaginación súbitamente se bloquea cuando empiezo a escuchar varios comentarios de comensales sorprendidos al verme.
En ese corto periodo de tiempo, en esos segundos de sorpresa y murmullos, me doy cuenta de un nuevo problema: no sé quién es Im Nayeon.
Físicamente hablando, claro está.
Personalmente, sé con certeza que es vil, egoísta, insensible y muy poco empática.
Pero si volvemos al físico, al pensar en Im Nayeon de mi mente brota una imagen de una señora de aproximadamente cincuenta y cinco años con el cabello teñido extraordinariamente mal y un maquillaje de adolescente británica.
Con la asquerosa personalidad que tiene, probablemente la descripción que esbozo en mi cabeza no se aleje mucho de su verdadero físico.
Sin embargo, dejo de divagar cuando recuerdo que recaen sobre mí todas las miradas de los comensales. Y cuando sacudo en un pequeño movimiento la cabeza, como si expulsara todas mis opiniones desde que he entrado al salón, escucho mi nombre.
—Chef Yoo —me llama repentinamente una voz.
No tardo en reaccionar. Tiro suavemente del cuello de mi chaquetilla con el dedo índice para tomar una gran bocanada de aire. Al espirar, giro la cabeza en la dirección de la voz y encuentro a una mujer pelirroja, sonriéndome.
Lo primero que pienso al verla es que es imposible que se trate de Im Nayeon.
Parece demasiado feliz como para ser esa arpía.
—Buenas tardes —contesto, con una sonrisa tan amplia como la suya.
Ella da un pequeño saltito en su silla al ver que ha captado mi atención.
—Hola —saluda, alegre; yo me acerco a su mesa—. Mi nombre es Minatozaki Sana, soy una gran fan de sus creaciones.
Suelto un inevitable suspiro de alivio al ver que efectivamente no es ella.
Menos mal, esta chica parece ser un encanto. Estaba claro que no iba a ser Im Nayeon.
—Me complace saberlo —le respondo, con la mano derecha sobre el corazón—, espero que siga viniendo a Coaster y en un futuro siga alcanzando sus expectativas.
En ese momento me fijo que, enfrente de ella, se encuentra otra mujer. Es bastante alta y lo que más destaca de ella son los pendientes en forma de lágrimas que porta.
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Le goût d'un renard {2yeon one-shot}
FanficLa aclamada chef del restaurante Coaster, con tres estrellas Michelin situado en la cosmopolita ciudad de Seúl, Yoo Jeongyeon, nunca ha recibido un juicio negativo por su comida. Hasta que una noche, la crítica gastronómica más inhumana de Asia apar...