Capitulo 2

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Hace tres años

El Mundo es feo, es discriminador. Yo soy una enferma, nadie me acepta. Moriré sola, ya lo tengo asumido. Sigo mintiendo, no sé porque lo hago, no me gusta hacerlo. Simplemente no lo pienso y me sale. Brota de mis labios sin control alguno.

Aún recuerdo mi primera mentira, como si fuera ayer. No justifico mis hechos, se que hago daño. Por eso he decidido que mi mamá me lleve a tratarme. Que es a donde estoy llendo ahora.

Miro por la ventana del auto, y veo pasar otros autos. Veo algunas familias felices. Gente normal. Me pregunto si ellos me verán normal a mí. O ya se me nota en los ojos el monstruo que soy.

Ayer podría considerar que fue unos de los peores días de mi vida.

Llegamos a lo que sería mi psicoterapeuta. Me han mandado acá, dicen que es el único que puede curarme. No del todo, pero enseñarme a controlarme. Como controlar esos brotes de mentiras que me salen. No hay medicación alguna para esto. Solo tratamiento constante. Asique aquí estoy.

Me canse de ser así, asique necesito esta ayuda.

Estamos en la sala de espera, esperando que me llamen. Hay dos chicas más y un chico también. Seguramente con algún tratamiento como el mío.

Veo como van pasando, primero las dos chicas y ahora acaban de llamar al chico, que se llama, Nicolás. Me llama mucho ese chico, lo he estado mirando todo el tiempo que estuve sentada acá. No es flaco del todo, tampoco es gordito. No es muy alto, por lo que parece cuando se levantó. Es morocho y tiene el pelo corto, muy corto, casi rapado. En sus ojos, se le nota la mirada triste. Se nota que sufre por dentro.

Todos los que estamos acá sufrimos, por eso estamos acá. Las otras dos chicas también tenían mirada triste y resignada. Salvo que una tenía una mirada que expresaba más fortaleza que la otra. Como si estuviera triste por ser como es, pero quiero cambiar. Y viene acá diariamente para lograrlo. Eso es lo que me transmitían estos chicos. Me gustaría saber que transmito yo. Seguro tristeza y resignación como todos acá.

Ya paso como media hora o más desde que el chico entro. Justo cuando estaba por preguntarle la hora a mi mamá, sale Nicolás. Y se lo ve un poco alterado. Con ira en su mirada. Y se nota que estuvo llorando. Me asusto un poco esto.

La secretaria me dice que entre que sigo yo. Agarro fuerte a mi mama. Pues ella es mi sostén más grande. La amo mucho.

—No tengas miedo, no pasará nada. Pensa que esto es por tu bien —me dice, con su voz angelical que siempre me tranquiliza.

—Está bien ma —le digo y entramos.

El doctor está sentado en su escritorio. El consultorio es bastante peculiar. Tiene una enorme biblioteca y es todo muy rustico. Tiene dos enormes sillones. El típico sillón de psicólogo. Está llena de ficus y potus por todos lados.

—Buenas tardes señora y señorita Trevol. Soy el Doctor Gerardo Fisher.

—Buenas tardes —respondemos mi madre y yo al unísono.

Mientras el Doctor revisa la ficha. Yo me pongo a explorar el lugar con la mirada. Me gusta mucho todo. Inclusive el doctor. Me cae muy bien, me transmite confianza. Es un señor no muy grande, tampoco joven, se le podría dar una edad de cuarenta o cincuenta años. Se le nota el pelo canoso. De reojo, espío lo que dice mi ficha:

Nombre y apellido: Zoe Analí Trevol.

Edad: 15 años.

País: Argentina.

Fecha de nacimiento: 12 de mayo de 1997

Padres: Willemina Trevol y Guillermo Trevol.

Patología a tratar: Mitomanía

Y no llego a ver que más dice. Deben ser más datos como esos.

El doctor termina de leer y me dice—: Bueno, pequeña Zoe. La cita de hoy la usaremos para conocerte. Te hare algunas preguntas. Luego saldrás afuera y yo me quedare hablando con tu mama.

—Si doctor.

—Oh por favor, llámame Gerardo.

—Está bien, Gerardo.

—¿Recuerdas tu primera mentira?

—Si la recuerdo, fue cuando estaba en sexto grado. Les dije a unas compañeras que me había ido de vacaciones por Europa. Porque ellas me discriminaban. Y creo que el impulso de decirlo fue instantáneo, no lo pensé. Solo lo dije. Si estaba muy enojada con esas chicas. Y creo que fue eso, el porqué lo dije. Aun hoy me arrepiento. Me arrepiento de todas las que dije.

El doctor anoto todo y siguió preguntándome. La ultima mentira, La más terrible. Si había alguna de la que no me arrepentía. Etcétera. Mientras tanto anotaba todo y lo grababa. Después que acabo con las preguntas, me dijo que saliera afuera. Eso hice.

En la sala de espera, se encuentra Nicolás. Esta solo, y está llorando. No sé si acercarme o quedarme sentada mirándolo. Me decido por acercarme.

—¿Por qué lloras?

Levanta la cabeza de golpe, y me dice—: Soy un maldito enfermo, sin cura.

—Yo también lo soy, la vida en una mierda. —No creo estar dándole ánimos, pero él tiene razón. Yo pienso lo mismo de mí.

—Tú no sabes nada, no sabes lo que se siente ser como yo.

—¿Como eres?

—Un maldito mentiroso que le hace daño a la gente. —Vuelve a agachar la cabeza y sigue llorando

Wow, este chico es igual a mí. —Tienes suerte de que si te entienda, porque yo también lo soy.

Levanta la cabeza y deja de llorar. Me mira y me dice—: No te creo.

—Pues créelo o no, pero esta vez digo la verdad.

—Es cierto. Eso solo lo diría alguien como yo. 

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