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Hospital Saint West, Canadá
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Lee.

—¿Con quien vivirá? Te recuerdo que tengo novia, Marie.

—Eso lo solucionaremos después, primero tiene que despertar.

—¿Y si no despierta?

Un pitido zumba en mis oídos, ¿Hablaban de mi? De repente siento la necesidad de contestarles, no quiero vivir con mi padre, pero tampoco con ellos. Son los culpables de todo esto.

No sé en donde estoy, pero me encuentro acostada, muevo mis dedos pacientemente, ya que me cuesta hasta respirar.

Creo que... alto, espera, ¿que?, ¿tubos? Oh no, no, no, me niego, ¿porque carajos tengo tubos atados a mi cuello?, ¿tuve una sobredosis? Empiezo a desesperarme, me muevo impaciente sobre lo que estoy acostada, creo que es un colchón, una cama.

—¿Amor? —Es Marie, mi madre, quien, por desgracia es la primera persona a la que veo al abrir los ojos. Vuelvo a cerrarlos apretándolos con el ceño fruncido, —aún sin entender que es lo que pasa— y la mandíbula tensa.

«mala idea»

Dejo en paz a mi pobre mandíbula, de seguro él me rompió uno que otro hueso.

—Aprieta ese botón, ¡rápido! —dice ella a George, mi padre, el verdadero.

—Cuál, ¿el que dice emergencia?, ¿O el de llamar? —Pregunta, mientras que la desesperación se percibe enseguida.

—¡El de emergencia! —contesta Marie irritada, poniendo aún más nervioso a George.

Acabo de despertar en un hospital, sin recordar nada de lo que pasó y aún así pelean. Estos dos no aprenden, por dios.

—Mami...—pronuncio lenta e irónicamente, sabiendo que esa palabra formará una sonrisa melancólica en su rostro— ¿Por que te preocupas? Digo, no es como si te importara, ¿no?—el odio logra inculcarse en mi tono de voz.

Marie me mira, borrando la sonrisa que antes adornaba sus labios, e intenta hablar, de seguro para darme esos sermones típicos de una mamá, pero no alcanza a emitir ni una sola palabra, ya que una enfermera, un hombre joven y  amigable, tal vez, llegan junto con quien parece ser la doctora, creo.

Dicha suposición se aclara cuando ella habla, posándose al medio y adelante de los otros dos que la acompañaban

—Buenos días, soy la doctora Katilyn Mors —se presenta— Yo soy y seré quien la revise y atienda hasta que le den el alta y termine el proceso de curación por parte de sus huesos post fractura y operación.

¿Fractura?, ¿operación?, pero... ¿que mierda me pasó?, ¿que fue lo que ese hijo de puta me hizo? No logro recordar nada, me parece haber quedado inconsciente al cuarto golpe.

—Quiero la verdad... ¿que tengo roto? —dije con un hilo de voz, mientras la enfermera empuja un carrito en donde, me imagino, están las cosas para ver la presión y eso, ya sabes, lo normal.  También revisa mis signos vitales y la respiración— No necesito que ablanden la verdad, me duele todo, quiero saber que me pasó, quiero saber que fue lo que él me hizo.

A mis "padres" se les cristalizaron los ojos, Marie fue la primera en derramar gruesas lágrimas por su cara, seguida de George, quien la abrazó de lado, listos para escuchar la historia que probablemente ya habían oído.

No estaba bien, lo sabía. Además, el miedo de que ya sepan y estén al tanto de que yo consumía drogas me está carcomiendo desde que logré enfocarme, como si el karma hubiera estado buscando el momento perfecto desde hace tiempo para vengarse, y que justo ahora lo esté cobrando.

El hombre que estaba parado atrás y a la derecha de la doctora se adelantó a hablar, y posó sus manos sobre la barandilla de la cama del hospital, antes de hablar.

—¿Segura de que está lista? Soy Psicólogo y sé que la verdad puede ser dolorosa, señorita.

—Me acostumbré al dolor, doctor —y lo miré para confirmarle que ya estaba lista, ¿que es lo peor que podría decir? ¿Que tenían que amputarme una pierna?

—Usted insistió...

—No está lista, doctor, es una carga muy pesada para una niña de tan solo quince años —interrumpió Marie, a lo que yo la interrumpí también.

—Dieciséis, Marie. Tengo dieciséis, y en este mismo año cumpliré los diecisiete—aclaré— y el doctor aquí presente tiene mi total consentimiento, por lo que después de que me diga lo que Austin causó en mí, gracias a ustedes dos, me veré obligada a atentar contra las consecuencias. Triste, ¿no?

—Muy bien, señorita...—dice el joven doctor, ignorando a Marie y queriendo que yo le indique cómo llamarme.

Sabe que el asunto es un tanto complicado, en especial para quienes me dieron la vida.

No lo culpo, yo también tendría esa duda... ¿decir el apellido del hombre que me crio, pero que aún así me golpeaba?, ¿o decir el apellido del hombre que había interactuado con migo después de dieciséis años de ausencia? Era complicado, todos aquí lo sabían, por lo que casi acudí a la vieja confiable.

Esto me había ayudado de pequeña en múltiples ocasiones. El recuerdo me hizo sonreír hasta que mi cara empezó a doler, por lo que me apresuré a decir:

—Lee, solo Lee.

—Perfecto... bueno Lee, aquí en el mundo de los médicos me conocen como el "Piété" de Canadá, por lo que carezco de empatía y piedad —aclara dándome una sonrisa de medio lado— resumiéndolo y dejándolo en términos entendibles para que alguien como usted logre entender... cayó en coma durante tres días, llagando aquí con múltiples fracturas y hematomas de los cuales ya nos encargamos de curar y operar, y ah, claro, la biopsia que se le realizó también reveló que usted, en pocas palabras, se droga, ¿algo más?—preguntó mirando a la doctora que lo reprochaba con su mirada.

Al diablo, sabían que me drogaba, ¿es en serio, karma?, Honestamente esa extracción de pierna no sonaba como una mala idea...

La doctora dió un paso adelante, ubicándose en donde antes se encontraba y...

—Hay algo más... pero no estás lista.

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Uff, ¿como están?, ¡Espero que muuuy bien!

Tengo faltas de ortografía y redacción, tal vez, ¡pero espero que lo disfruten!

Muchas gracias por leer una historia poco conocida, sé que no siempre es la mejor opción, pero gracias por apoyar!💕

Lxs ama, Bronwyn. 🦅

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