19 de noviembre.
Desde la última vez que Michelle compartió un pequeño trayecto con ella, pasaron seis largos días, ciento cuarenta y cuatro horas, demasiadas horas para estar alejada de la pelirroja. Fue un periodo de tiempo tan extenso que a Michelle se le iban olvidando pequeños detalles del rostro de Jocelyn, pero cada mañana, abría su cuaderno por la página treinta y dos y permanecía estática por un instante apreciando cada pequeña particularidad de su magnífico dibujo, solo este era capaz de devolverle a la castaña todos esos vívidos recuerdos que albergaba en su ser, al borde de caer en el olvido.
Desayunaba unas galletas con pequeñas chispas de chocolate mientras leía el diario en compañía de su gato siamés, llamado Elio, que a sus largos trece años era más ágil que cualquier felino del vecindario.
La muchacha acariciaba el pelaje de este, sentado en su regazo, mientras ronroneaba.
—Elio...—Canturreó Michelle soltando una pequeña y suave risa al ver como su mascota no dejaba de emitir ese sonido tan satisfactorio para ella.Estaba totalmente dispuesta a intentar encontrar a Jocelyn de nuevo, aunque fuera solo una vez más, se conformaba con verla a lo lejos leyendo su pequeño libro formato bolsillo mientras sonreía de vez en cuando cuando algún capítulo le gustaba. Eso le hacía feliz.
Llegaba un poco tarde, y temía que por unos cortos minutos no pudiera subirse al vagón a tiempo, pero para su buena ventura, después de correr escaleras abajo y alcanzar el último pitido de las puertas para adentrarse en él, vio a la pelirroja.
Una sonrisa se empezó a formar en su rostro al momento de avanzar hacia ella, aferrándose a su viejo cuaderno soltando un gran suspiro, dejando escapar los nervios que tenía atados a su estómago.
Estaban muy cerca, pero a la vez muy lejos. Quizá la distancia entre ellas era de unos cuatro o cinco asientos, pero para Michelle, era una distancia contradictoria. No dejaba de pensar en ello, tanto, que se le desvanecieron los minutos rápidamente como si de una pequeña estrella fugaz se tratase, pero un aroma bastante conocido le hizo devolver el tiempo a su velocidad de origen, y por un momento, se le detuvo el corazón en seco, para después empezar a latir con fuerza y vida.Era Jocelyn, se había sentado a su lado.
Michelle estaba completamente ensimismada con su presencia, tanto, que apenas se dio cuenta cuando esta empezó a hablarle.
—¿Está ocupado? —Preguntó la pelirroja con una pequeña sonrisa mientras se aferraba con fuerza a su libro, al igual que lo estaba haciendo Michelle.
—No, no lo está, puedes sentarte. —Respondió con dificultad. Apenas podía respirar correctamente, y su rodilla subía y bajaba por el nerviosismo que se albergaba en su cuerpo.
De pronto una sensación de calidez abrasó a Michelle, se sentía como en una suave y esponjosa nube paradisíaca, la cual orbitaba alrededor de Jocelyn. Solo Jocelyn.
Una pequeña sonrisa se formó en su rostro una vez que la pelirroja se sentó a su lado y conectó sus auriculares de nuevo al móvil, escuchando la misma melodía que escuchó al principio.
—¿Escuchas Clairo?— Preguntó con curiosidad la pelirroja mientras se fijaba en la pantalla de bloqueo del móvil de Michelle, que seguía iluminada por la reproducción de la música.La castaña solo fue capaz de asentir con una leve sonrisa, la cual a Jocelyn le pareció la más bonita que había visto a lo largo de esta semana.
Sin previo aviso, le retiró un auricular con delicadeza y se lo colocó ella misma para poder escuchar la melodía que estaba escuchando Michelle.
La castaña se limitó a abrir su cuaderno de nuevo, por la página donde el retrato de Jocelyn residía presente en esta, ya casi terminado, le dio unos últimos detalles: sombreado, color y por último, sus iniciales a modo de firma, como siempre solía hacer al terminar algún boceto.
Jocelyn miró con discreción su cuaderno, para percatarse de que era ella la chica a la que la muchacha había estado dibujando todos los días que se encontraron casualmente en el vagón y una pequeña sonrisa elevó sus comisuras, para proceder a apoyar su cabeza en el hombro de la contraria y poder observar más de cerca el dibujo, simplemente para admirarlo y dirigir su mirada a cada pequeño detalle plasmado en el papel.
Michelle desprendió la hoja con cuidado, tratando de no romperla, entregándosela a Jocelyn con un tímido gesto, para ver como la pelirroja la guardaba entre una de las páginas de su libro favorito. La muchacha se dedicó a mirar el dibujo con una sonrisa, y rebuscó entre sus páginas para encontrar el que le hizo a Michelle. Era un boceto de esta misma, dibujando, sentada en el asiento con los auriculares puestos, sujetando el bolígrafo dorado que llevaba siempre con ella.
No había palabras para describir este momento, pues la joven estaba sorprendida, y a la vez confusa, pero sólo mantuvo su mirada en dirección a sus manos, que ahora tomaban el dibujo que le hizo Jocelyn a ella. Lo guardó en su viejo cuaderno, con la esperanza de conservarlo eternamente, y mirarlo siempre que tuviera la oportunidad de hacerlo.
—Muchas gracias—Musitó Michelle en voz baja, ya que apenas podía articular palabra.
—¿Cómo te llamas?—Sonrió esta misma al percatarse de que Jocelyn la miraba con simpatía.
—Jocelyn, ¿y tú?—Preguntó esta vez la pelirroja con cierta curiosidad, pues la muchacha le llamaba la atención.La castaña la miró por unos instantes, al menos ya sabía su nombre, también sabía que le había gustado el dibujo, y que compartían el mismo gusto musical. —Michelle—Respondió con cordialidad.
Se sentía totalmente llena, gozando el nuevo sentimiento que se albergaba en una gran parte de su pecho, el cual se iba extendiendo rápidamente como si de raíces se tratase. Divagaba lentamente entre la serenidad y el desasosiego. Divagaba por sus inciertos e ilusos pensamientos acerca de lo que estaba pasando en torno a ella...Cristales despedazados yacían esparcidos en el suelo, el murmullo sereno había sido sustituido por un pitido persistente que no dejaba de aturdir a Michelle quien estaba prácticamente inconsciente. Todo a su alrededor se encontraba plenamente ennegrecido y nebuloso; era incapaz de poder pensar acerca de lo que estaba sucediendo.
Estaba abrumada y tenía un fuerte nudo en la garganta, cual impedía alzar su voz tanto como deseara. Quería pedir ayuda, realmente quería, mas no pudo permanecer más tiempo despierta, no tenía suficiente fuerza para ello.
Por otro lado, la pelirroja permanecía bajo el montón de escombros y cristales que había ocasionado el accidente, respiraba agitada, como lo hacían los demás pasajeros pero a diferencia de ellos, ella estaba totalmente consciente. Se acercó al débil cuerpo de la muchacha, tenía la nuca fría, entonces pudo darse cuenta de que estaba sangrando y como si de un afluente se tratase, de la nuca de Michelle no dejaba de brotar sangre, parecía interminable.
Jocelyn recogió todos los pedazos de gallardía que le quedaban en estos momentos, y los unió como pudo, apenas era capaz de reaccionar, había entrado en un pequeño trance, solo atinó a abrazar a su amada tan fuerte como su cuerpo le permitía. Parecía una pesadilla, quería honestamente aferrarse a esa idea, pero todo era mucho más basto y complejo.