II El dia de oro

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Harry escuchó el timbre de su escuela sonando. Eso señalaba que habían terminado sus clases. Estaba histérico al saber que sería su primer entrenamiento en el equipo. ¡Al fin!
Enseguida tomó sus cuadernos entre otros materiales escolares de su escritorio, se agachó y los guardó dentro de su mochila. Se colocó su mochila y junto con ella el morral rojo y posteriormente abandonó el salón de clases.
Él tenía dos opciones; la primera era regresar a su casa e ir a comer, y la segunda, la que el eligió, era comer en la cafetería de la escuela. El temía que, si regresaba a su casa a comer, pudiera haber una posibilidad en que no alcanzara a regresar a la escuela y en ese caso llegaría tarde a su primera práctica. Para él «tenía todo fríamente calculado».
Si tuviera que describir con una sola palabra que sentía Harry en ese momento era: ansias, él estaba extremadamente ansioso. Planeaba hacer amigos de una vez por todas; quitarse por sí mismo su caparazón.
Estaba en el comedor, tenía una postura encorvada, en ese momento reflejaba timidez, exactamente lo contrario que el trataba de exteriorizar.
Con su bandeja de comida en las manos. Allí con su irrelevante comida, un guiso de papas y habichuelas, una menor porción de pasta y una manzana.
Repasó la mirada por todo el comedor buscando alguna mesa sola o alguna donde estuviera una o muy pocas personas. En una de las mesas estaban esas niñas bonitas y creídas, las porristas. Sin duda él no se acercaría siquiera a la mesa. Miro a la izquierda y estaba el equipo de corredores entre otros alumnos en esa mesa. Y después encontró la que el supuso sería su mesa. Había dos chicos, no eran sus amigos, ni siquiera parecía conocerlos, pero parecían más anticuados que él, así que no lo echarían de la mesa, ni se pondría tan nervioso como lo hacía habitualmente. No le quedo de otra, pues de las pocas mesas que estaban vacías estas estaban sucias, no quería sentarse entre basura y por su fatiga no quería recogerla.
Tomó aire y dio el primer paso, segundo de unos cuantos más para llegar hasta la mesa.

—¿Me podría sentar? —señaló la mesa.

—Adelante.

—¿Vienes al club bibliotecario? —preguntó el otro.

Harry frunció el ceño y caminó dos pasos atrás—. Obviamente no. ¿Que los hizo pensar semejante tontería?

—Es que esta es la mesa del club bibliotecario, bueno, o al menos nosotros como miembros del club así lo decidimos.

—Lo siento, no sabía. Me voy —estaba listo para dar una media vuelta y buscar alguna otra mesa.

—Tranquilo puedes permanecer aquí.

—Oh, Bien. Gracias.

El par de anticuados siguieron hablando de sus temas de "nerds".
Y en ese momento pensó qué tal vez esto del futbol no iba a ser un gran cambio en su vida como él lo esperaba, deseaba conseguir una vida social activa. ¿Se estaba ilusionando demasiado? Eso lo descubrirá al pasar del tiempo.
Jaló la silla hacia atrás, dejó su mochila a un lado de el y su bandeja en la mesa. Él se sentó en esa silla que estaba en la esquina de la mesa. Comenzó a comer su comida encerrándose en una burbuja personal, de nuevo. Sin palabras que salieran de su boca.

No pasó mucho tiempo hasta que Harry sintió alguien detrás de él que le tocó el hombro. La curiosidad lo invito a voltear su cabeza y así descubrir quién era.

—Uh... tú eres Harry ¿Cierto? —señaló a Harry.

Sip —dijo dirigiendo su mirada en diferentes direcciones; estaba confundido. Sonrió con nerviosismo.

—Bueno, yo soy Zayn... Malik, soy parte del equipo de futbol, bla bla bla, el entrenador me dijo que serás nuevo en el equipo, nosotros tenemos dos mesas como equipo y si deseas puedes venir con nosotros a comer.

Fotografiando sueños. [L.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora