XVII

18 4 1
                                    

Al llegar a la guarida nos percatamos de que había un gran revuelo en la sala, y que todos nuestros compañeros se encontraban allí, haciendo que el lugar pareciera diminuto y muy desordenado. Nadie se veía contento, excepto por Tobi.

- ¡Deidara-senpai! ¡Abby-chan! - corre hacia nosotros y se agarra de mí como una garrapata. ¿Ya dije que me cae bien? Pero no disfruto demasiado del contacto físico tan brusco y repentino.

- ¿Qué es este desastre? - pregunta Deidara, que se encontraba observando sorprendido cómo Hidan y Sasori se insultaban de pies a cabeza como si no hubiera un mañana, mientras que se apreciaban a simple vista varias botellas de cerveza. La escena era desagradable, digna de ser la tapa de una revista acerca de las tabernas más sucias y turbias de la zona.

Alejé a Tobi de encima mío y di unos pasos al frente, adentrándome aún más al lugar. Miré con desagrado la situación en la que Kakuzu y Kisame hacían un combate de eructos.

- ¿Qué poronga están haciendo? - dije ya frente a todos con una evidente repulsión, lo que logró llamar la atención de varios de mis compañeros que se rieron y murmuraron ante mi presencia. Me dejó sorprendida que hasta Konan estuviera en esto, sólo que a su manera, más relajada. Su mirada se cruzó con la mía y con sus ojos me pidió perdón de manera tranquila e indistinta.

- ¡Es el cumpleaños de Tobi! - exclamó el mismísimo, a lo que yo lo miré extrañada. Ahora me sentía mal por haberlo tratado distante, y entendía la situación. Un poco.

Le deseé feliz cumpleaños y le di unas palmaditas en su espalda, a lo que respondió felizmente con otro abrazo. Sin embargo, volví la vista hacia los demás y Hidan y Sasori todavía estaban en una disputa bastante pasiva-agresiva.

Mi decisión fue no darle tanta importancia a eso, por lo que me senté en una de las pocas sillas que habían libres, al lado de Kakuzu, y abrí una pequeña latita de cerveza.

Estaba evaluando cuidadosamente todo lo que pasaría una vez hable con Itachi. Estaba pensando en qué decirle, cómo decirle y aunque pareciera, no estoy tan dispuesta ni soy tan corajuda como lo simulaba kilómetros antes de llegar aquí. Al percatarme de su presencia a unos metros de mí, se me había desmoronado todo lo que tenía en mente y me volví una inútil y una cobarde. Y por si no lo notaron mi plan es tener un poco de alcohol en la sangre, así todo se exteriorizará de manera más sencilla.

O al menos me imaginé que iba a ser sencillo hasta que me crucé con la mirada azulada de aquél chico con el que había viajado todo el camino de vuelta, quien se encontraba algo cabizbajo y decaído. No. Eso no haría que cambiara de opinión, claramente. Pero si me haría sentir mal.

- ¿Puedo saber de qué están hablando? - para mi sorpresa, Deidara habló intentando incorporarse a la turbulenta conversación de los demás y haciendo lo posible por mostrarse animado frente a mí. Su actuar simplemente fue muy lindo.

No. Basta. Abby, ahora mismo no es en él en quien debes concentrarte. - Y eso que todavía no tomé casi nada - pensé. Ya tengo las ideas revueltas.

- ¡Me extraña araña! - exclama con entusiasmo nuestro judío favorito, a quien miré con diversión porque no me imaginaba con qué idiotez saldría ahora - Estamos apostando, rubiecita. - le responde inclinándose hacia él, quien lo miró con fastidio por el apodo. Konan y yo cruzamos miradas una vez más y reímos al unísono.

- ¿Qué están apostando? Tengo una buena intuición para esas cosas, quiero participar para patearles el culo - comenté mientras hacía tronar mis nudillos de manera "intimidante". Pero Hidan volteó a verme con confusión y una pizca de burla en su mirada.

- Pues, no tendría sentido que tu apuestes, Abby - me contestó Sasori, aunque se oía algo inseguro. Eso causo en mí un mal presentimiento. Enseguida miré a Itachi y a Konan, con mi mejor cara de "¿qué mierda está pasando?", pero ninguno parecía saber. El primero simplemente se dedicaba a tomar de su bebida con la misma expresión aburrida de siempre, y mi amiga estaba un poco ebria por lo que sólo se limitaba a reír y acotar alguna que otra tontería. Ambos hicieron señas de no saber qué ocurría cuando me dirigí a ellos.

Under your skin » 𝘥 𝘦 𝘪 𝘥 𝘢 𝘳 𝘢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora