Capítulo 1. Tomar o no los hábitos, esa es la cuestión

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Axel Waters no estaba pasando por su mejor momento

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Axel Waters no estaba pasando por su mejor momento.

El fin de semana se le había hecho eterno. Lo había pasado solo y encerrado en su habitación, comiendo ingentes cantidades de comida basura y quemando Netflix.

Su madre había intentado hablar con él en un par de ocasiones, sin éxito. La primera, poco después de la ruptura. Melissa escuchó los sollozos de su hijo al otro lado de la puerta y su instinto maternal la obligó a intervenir. Pero Axel no quería hablar con nadie, así que la echó a gritos y se enterró debajo de las sábanas. La segunda se trajo refuerzos con ella. Su padre era un hombre tímido y dócil que poco o nada entendía sobre el corazón de los adolescentes; su conversación fue corta y poco efectiva. Rindiéndose ante la evidencia, al final decidieron dejarlo solo.

Que te rompan el corazón es una gran putada, y si no que se lo dijeran a él.

Axel solo había conocido el amor una vez en su vida, y todo había terminado fatal. Fue una ruptura dramática, lacrimógena y que le hizo jurar que jamás volvería a permitir que Cupido le alcanzara con una de sus flechas. Ahora se debatía entre tomar los hábitos o mudarse a la Antártida para no tener que ver más al motivo de tanto sufrimiento, algo que sabía que acabaría ocurriendo tarde o temprano porque Key Parker era el mejor amigo de su hermano.

Ben era el único de los Waters que no había intentado hablar con él, quizás debido a que ya tenía que saber lo que había pasado, o porque tampoco le interesaba. A Axel ese mutismo le venía genial; lo último que quería en el mundo era hablar con su hermano mellizo. Ahora que sabía que Key siempre había estado enamorado de él era incapaz de mirarlo sin querer pegarle un puñetazo.

Su amor por Key había sido rápido e inesperado; realmente su relación apenas había durado unos pocos meses, pero Axel temía que le hubiera dejado una marca permanente.





El lunes su madre entró en su habitación antes de que sonara el despertador. Axel soltó un gruñido y le dio la espalda, pero Melissa no pensaba dar su brazo a torcer y abrió las cortinas.

La paciencia de su progenitora había llegado a su fin.

—Arriba, Ax. Tienes que ir al instituto.

—Todavía me quedan un par de minutos de sueño —gruñó él.

—Tu padre ha preparado el desayuno. No querrás que se te enfríen las tortitas, ¿verdad?

Axel sacó su cabeza de su escondite y miró a su madre. Melissa sonreía de manera forzada, pero decidida, y él supo que había perdido la batalla.

—Está bien.

—Te espero abajo. —Su madre asintió y se marchó de su cuarto antes de que él pudiera replicarle algo.

Axel se incorporó sobre su cama y miró su móvil. Tenía un par de llamadas perdidas de Lissa, cuatro mensajes de Dave y cero señales de vida de Key. Su corazón se retorció un poquito, aunque ya se lo esperase. Había sido él el que le había bloqueado en todas partes, al fin y al cabo.

El cliché (im)perfecto que somos tú y yo (CLICHÉ 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora