One shot: Library

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"Cállate, bonito, no quieres que Madame Pince se entere de lo sucio que eres, ¿verdad?"

gimió Harry, enterrando su cara en el pliegue de tu cuello para evitar que se escuchara cualquier gemido o quejido. Tus caderas se movían lo suficiente como para que chispas de placer subieran por la columna vertebral de ambos, pero no lo suficiente como para que nadie más en la biblioteca lo notara. Estaban en una mesa escondida en la esquina trasera de la biblioteca, pero más vale prevenir que lamentar.

Harry intentaba desesperadamente no gritar ante el ribete, obligándose a concentrarse en la sensación de tu falda apretada en sus puños en lugar de en el aspecto que tenías debajo de la vaporosa tela. La polla de Harry estaba enterrada dentro de ti hasta la base y los tenía a los dos en vilo, aunque lo disimulabas mucho mejor.

Para una persona ajena podría haber parecido que estabas sentada en el regazo de tu cansado novio, estudiando tu libro de texto de Pociones en la mesa frente a ti para tu próximo examen.

"Más rápido, por favor, más rápido", suplicó Harry, con la voz ronca y desesperada contra la estructura de tu oreja.

"Oh, cariño", suspiraste, levantando su cabeza de tu cuello para que pudiera ver tu cara. Harry volvió a gemir cuando vio el mohín de condescendencia que había en tus labios. "Si voy más rápido nos van a pillar. ¿Eres demasiado tonto para darte cuenta de eso?"

Harry sacudió la cabeza con fiereza, mordiéndose el regordete labio inferior. "No soy tonto, señorita. Sólo quiero sentir cómo te corres en mi polla".

Se acercó y le arrancó el labio del agarre de sus dientes. "¿Qué te dije sobre morderte el labio?"

"No' 'o", respondió Harry, con la voz pequeña y las sílabas distorsionadas mientras mantenías su labio en tu agarre.

"¿Y por qué es eso?" Preguntaste, rebotando ligeramente sobre su polla. Al mismo tiempo, tiraste de su labio inferior hasta donde llegaba y luego lo dejaste rebotar en su sitio. Un suave gemido escapó de los labios separados de Harry.

"Porque es malo para ellos y los deja doloridos y agrietados".

"Así es", respondiste con severidad, pasando el pulgar por los cojines rosas de nuevo. "No quiero que lo conviertas en un mal hábito, ¿sí?".

Harry asintió rápidamente. La niebla que se instalaba en su cerebro le hacía difícil concentrarse en otra cosa que no fuera lo que le decías y lo que le hacías sentir.

"Ahora ten paciencia y déjame terminar los deberes. Tal vez entonces me corra en toda tu polla, ¿eh?"

"Sí, señorita".

"Buen chico".

Harry J. Potter ¡ One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora