Capítulo 10

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¿En qué estaba pensando cuándo fue en busca de Rubí? Saber que Joe iba a pedirle matrimonio lo puso de muy mal humor

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¿En qué estaba pensando cuándo fue en busca de Rubí? Saber que Joe iba a pedirle matrimonio lo puso de muy mal humor. Era muy aburrido. Joe Peyton era el hombre más aburrido que había conocido nunca. Y Rubí era una mujer llena de vida con ganas de comerse el mundo. La había ayudado a conquistarlo. Y ahora se arrepentía, esa era la verdad. No podía consentir que su amiga terminara arruinando su vida con un idiota. Esa fue la razón principal por la que se coló en su habitación: advertirla de que podía pasarse el resto de su vida como una uva pasa. 

Era su amiga y le debía ese tipo de lealtad. 

Aunque lo de llamarla amiga empezaba a sonar un poco tonto. Y más cuando acababa de meterle la mano entre sus muslos. ¡Caray! Así era como debía vivir Rubí cada noche de su vida: retozando de placer, y no hastiada en una cama fría. Había sido fantástico. Verla removiéndose de placer y gimiendo entre sus brazos había sido una de las sensaciones más gratificantes del día o incluso del año. Rubí era femenina, deliciosa y exquisitamente dulce. Era una cereza en su punto. Una joya tan roja y brillante como su nombre: rubí. ¡Dios! Hasta su nombre se le antojaba de lo más suculento y atractivo. Todas las mujeres deberían tener nombres de ese nivel. 

 Y aunque se moría de ganas de adentrarse en su cuerpo virginal y deshacerse en su interior, no lo haría. Había prometido no deshonrarla. No hacer nada que pudiera perjudicarla. Claro que tenerla abierta de piernas sobre su cintura no lo ayudaba mucho a cumplir con la promesa.  Rubí se había convertido en una especie de obsesión. Solo podía pensar en ella y en sus estúpidas ganas de casarse con el estúpido de Joe. ¡Dios, Rubí! Solo quería ayudarla. Solo eso... solo quería que supiera lo que podía perderse si escogía un romance privado de pasión. No iba a hacerle daño. Y, de paso, tampoco iba a hacérselo a sí mismo. 

Brian necesitaba pensar que aquello no era más que una amistad envuelta de lujuria. De lo contrario, el pánico se apoderaría de él y saldría huyendo de allí, como siempre. Porque sí, le daba un pánico absoluto pensar que podía estar enamorado. ¡Jamás! ¡Jamás podía entregar el corazón a alguien! Ya lo hizo una vez... De pequeño, y su madre le dejó muy claro que no debía confiar en nadie. Y mucho menos con una mujer que pretendía casarse con otro. 

—¿Vas a hacerlo? ¿Soy única y especial para ti? —la oyó decir con es voz tan bonita que tenía. 

—No —mintió—. Te he hecho creer que lo eres —volvió a mentir—. Solo te he enseñado lo que puedes tener... Nada más. Debes tomarlo como una clase preparatoria a lo que está por venir en tu vida de matrimonio —Tragó saliva y se apartó de ella con mucho dolor, aunque no supo si era dolor físico o emocional—. Solo soy un libertino. Sin más pretensiones que las de sumarte a mi larga lista de conquistas. Y no voy a ir más allá porque te aprecio como amiga. No quiero hacerte daño ni perjudicarte. Debes llegar íntegra al matrimonio y no seré yo el que te arruine. Nada más. 

—Nada más —repitió ella. Vio la decepción en sus ojos grises, el dolor. La dejó en el suelo y le dejó caer la falda del camisón sobre sus piernas. Era muy hermosa. Algo regordeta por su glotonería, y le encantaba. Le encantaba poder cogerla por las nalgas y sentir que no tenía manos suficientes para atrapar su carne blanca y tierna. ¡Qué mujer! Joe era un niñato afortunado. Aunque esperaba que Rubí se diera cuenta a tiempo y no se casara con él. Pero, ¿y entonces? ¿Se casaría con alguno de sus pretendientes? ¿Con el Barón Richmond? Todos le parecían insuficientes para ella. Ella era demasiado mujer para tan poco hombre—. Quizás pueda enseñarle a Joe estas cosas cuando nos casemos. Gracias por la clase —ultimó ella. Lo miró con una mezcla de orgullo herido, lástima y rencor.

Lady Rubí y el Conde de BristolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora