XLII. La casa de mis recuerdos

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En los rincones guardé tu nombre,
Del polvo de las esquinas me ocupé esmeradamente.

En las gavetas y buroes estaba tu aroma aún,
que perfumé con vida y pensamientos

En el techo sin estrellas
De madera y humedad
Quedó el estruendo entre las tablas,
de los gemidos de la noche.

En el jardín las rosas cayeron
al ver tu ida sin regreso;
Sus pétalos y las hojas,
menos las espinas, lo demás 

En los sillones y las puertas,
el trasfondo de un rechinar era siempre tu voz perpetua e inmortal

En los balostres y las losas:
las rendijas y bordillos,
rodapiés y cintillos;

Y yo que no puedo dejar esta casa de mis sueños,
en la que tú te fuiste
y dejaste en todo,
recuerdos...

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