PRÓLOGO

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Sangre. Ese liquido de textura espesa que exhibe aquel color rojo oscuro se expande por el suelo como el agua al caer formando un charco que se extiende haciéndose cada vez más grande. El cuerpo tendido en el  mármol manchado yace inmóvil, sin vida,con los ojos abiertos tentando a salirse de sus cuencas en la pálida cara de aquel hombre, su boca amordazada y sus manos atadas con cinta adhesiva de esas que son de un color grisáceo.

Un tintineo se escucha en el silencioso lugar, la oscuridad no permite visualizar el alrededor, la poca luz que ofrece la luz de la luna que se cuela por la ventana abierta del salón solo pinta la silueta en negro de una persona; aquella contextura delgada, bastante entrenada, y su cabello ondeando mientras yace recogido en una alta coleta se visualiza mas abajo de sus caderas. Por el movimiento de su cuerpo se puede decir que su respiración es acelerada, las manos cerradas en puños, la comisura de uno de sus labios esta rota, tal vez por algún golpe.

—deberían darte un premio por ser el imbécil más resaltante en tu miserable e innecesaria vida—. odio. Eso era, era odio lo que salia acompañando sus palabras.

La puerta cae de golpe e instintivamente levanta la vista que había estado fija sobre aquel inerte cadáver, un movimiento automático que la llevó a sentir que los segundos transcurrieron en cámara lenta desde aquel instante.

Aquellas personas encapuchadas se inmiscuyeron en el lugar, la presente dirigió su rumbo a algún lugar de aquel espacioso apartamento y apenas dio tres pasos cuando una mano tapó su boca y un brazo retuvo su cuerpo en contra del que se encontraba detrás de ella utilizando su fuerza para sostenerla e inmovilizar sus brazos para que no pudiera escapar. Entonces su corazón se aceleró en preocupación y ansiedad, sintió que el aire le faltaba y su respiración se aceleró de golpe volviéndose caótica, se retorció como una serpiente para liberarse pero fue en vano, gritó pero su voz se ahogó en la palma de la mano de quien la estuviese agarrando. De pronto todo fue silencio, un silencio casi mortuorio. Lo último que sintió fue un pinchazo en el cuello, uno como la picada de un mosquito, y luego oscuridad en cuestión de segundos, luchó para mantener sus párpados abiertos pero no lo logró ya que de un instante a otro su cuerpo se entregó de lleno a la pesadez y sueño interno que la consumía.

Danger KILLERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora