Sus ojos me observan fijamente. Meto todas las cosas en el bolso y me levanto del suelo. Enfadada conmigo misma empiezo a andar hacia la salida. El sol me ciega al salir de la resistencia. Me pongo la mano a modo de visera y miro el cielo; azul y sin ninguna nube. Bajo la vista y me dirijo a la parada del autobús..."No, no, no, no. No puede ser."
- ¡Joder! ¡Joder! - Grito lo más fuerte que puedo.
En ese momento el autobús en el que debería ir dobla la esquina y se va. Estoy perdida. No pasa otro autobús en esa dirección hasta dentro de dos horas. Voy a llegar tarde al trabajo, por tercera vez en este mes. Voy a perderlo.
"No, no, no."
Voy a perder el trabajo.
"Si no hubiera ayudado a ese imbécil ahora estaría en el puto autobús."
No me lo puedo creer, por culpa de un hijo de puta voy a perder el trabajo. Me llevo las manos a la cabeza y cierro los ojos intentando liberar la rabia que llevo dentro. No puedo creer que haya ayudado a alguien que le ha puesto los cuernos a su novia, pero aún así, la muy gilipollas de mi le ha ayudado, y ni siquiera me ha dado las gracias. Lanzo con todas mis fuerzas una patada a una lata que había en el suelo. Esta cae en medio de la carretera, y al de pocos segundos un coche la aplasta.
Me giro y voy de nuevo a la resistencia. En el momento en el que me quedan unos veinte metros para entrar Mike sale por la puerta y se pone unas gafas de sol. Hecho esto se saca unas llaves del bolsillo y se dirige al aparcamiento. De un momento a otro abre la puerta de un coche y entra.
"Hazlo, de todos modos te lo debe."
"No, no, no, ni hablar."
Escucho como arranca el motor. Decido hacer caso a mi segundo pensamiento, pero ya es demasiado tarde, mis piernas tienen otros planes para mi.
Sin darme cuenta ya estoy al lado de la puerta del copiloto. Tiro de la ella y la abro. Entro y después de cerrar la puerta me pongo el bolso en el regazo. Miro a Mike y veo que está inmóvil en su asiento. Noto en su cara que está apunto de decir algo, así que me adelanto.-Mira, por tu culpa he perdido el autobús, y no pasa otro hasta dentro de dos horas. Necesito ese trabajo, y como llegue tarde otra vez me van a despedir. Necesito que me lleves por favor.
Observo como suelta un suspiro a la vez que aprieta el pedal y acelera. Salimos del aparcamiento y frenamos en un semáforo. Aprovecho en ese momento para darle las indicaciones de como llegar. Creo que vio las intenciones que tenía porque antes de que pudiera abrir la boca dice:
- Sé cómo llegar.
Abro la boca y me quedo inmóvil.
"¿Por qué sabe dónde trabajo?"
Abro aún más la boca cuando me dice:
- Llevas la camiseta del trabajo Sammantha.
"Ha respuesto a mi pregunta y ni siquiera la he pronunciado en alto."
Le miro con el ceño fruncido. En ese momento recuerdo su respuesta y me sonrojo al instante.
"Joder, que ingenua que soy."
Miro hacia abajo y veo el nombre del restaurante en medio de la camiseta y la chapa con mi nombre a un lado.
El viaje transcurre en silencio. Me pongo los auriculares y me fijo en la carretera para poder vigilar si me lleva por el camino correcto. Sinceramente, estoy preparada para cualquier cosa. Si me ataca, se como reaccionar. Si se aleja del recorrido que tiene que seguir, también.
El coche se para y me pilla pensando diez maneras de pegarle un puñetazo si hace algo fuera de lo planeado. Por suerte no tengo que utilizar ninguno, me ha dejado justo en frente del restaurante y estoy sana y salva. Miro la hora y veo que he llegado quince minutos antes. El autobús suele tardar unos cincuenta minutos, pero nosotros hemos llegado en media hora. Respiro aliviada. Agarro mi bolso y me dispongo a salir del coche.
-Gracias.
Saco los pies fuera y me levanto del asiento. Cojo la puerta y la cierro. Sé que él antes no me ha dado las gracias, pero yo no soy como él. Además, me ha salvado de perder el trabajo. El coche se aleja y saco del bolso el paquete de tabaco, de todas formas aún me quedan quince minutos.
Después de fumar tiro la colilla al suelo y la aplasto con el pie y entro en el restaurante.
Nunca había visto el restaurante tan lleno. Entro en la zona del personal y dejo mi bolso en la taquilla. Me deshago la trenza que llevo y me recogo el pelo en una coleta. Cuando he terminado entro en la cocina. Dentro el jaleo es impactante. Hay unos cuantos vasos rotos en el suelo, las encimeras están llenas de cosas y no dejan ni un espacio libre. Samara está de pie junto a la freidora. Puedo saber que está con los nervios a flor de piel por la forma en la que mueve las piernas. No se da cuenta de mi presencia hasta que cojo la escoba y limpio los cristales del suelo.
- ¡Ay Sam! Por fin estás aquí. - Dijo con una voz temblorosa.- Ayúdame por favor, ¿puedes recoger las cosas de la encimera?
- Claro. - Le dije mientras mostraba mi sonrisa más tranquilizadora.
Llevo trabajando en este restaurante desde el año pasado y nunca había visto así de nerviosa a Samara. Seguramente sea por la cantidad de clientes que esperan impacientes su comida al otro lado de la puerta. Nunca había visto tanta gente desde...nunca. El locar siempre ha sido un lugar tranquilo.
- ¿Por qué hay tantos clientes hoy? - Pregunté mientras guardaba las barras de pan en su sitio.
- Eso mismo me pregunté yo cuando empezaron a llegar. - Hizo una pausa mientras sacaba una tanda de patatas de la freidora y las colocaba en un plato. - El caso es que han cerrado un restaurante cerca de aquí al que iban los estudiantes de la universidad cercana. Y ahora han venido aquí. Universitarios muertos de hambre en mi local. Debería alegrarme, pero me han pillado tan desprevenida que estoy de los nervios. - Suelta una risa nerviosa mientras mete más patatas fritas a la freidora. - Jena y Lucy no dan a basto, y yo tampoco. Así que... ¿te importaría ser mi ayudante y camarera solo por hoy?, por favor. - Se gira y me mira suplicándome. - Oviamente serás recompensada.
Samara es la dueña del local. Nunca nos ha dicho su edad, pero sospecho que tiene unos treinta y cinco años. Es una mujer alegre y divertida. Es un poco más alta que yo. Su pelo pelirrojo y rizado se esconde debajo de una gorra. Al igual que su carácter, su sonrisa y sus ojos son alegres. Ojos verdes y grandes. Una bata blanca esconde las curvas de su cuerpo. Pero las personas no somos perfectas, cuando se enfada lo mejor es no contestarla, es una de esas personas que piensan que tienen siempre la razón. Por muy alegre que sea lo mejor era no hacerla cabrear demasiado, te juegas el puesto de trabajo, y con eso, Samara no bromea. Le da mucha importancia a la puntualidad y yo ya había llegado dos veces tarde a lo largo de este mes. Sé que si vuelvo a llegar tarde Samara me despediría. La había visto despedir a muchos empleados y practicamente lo hacía sin pestañear. Me estremezco al pensar que puedo perder el puesto de trabajo.
- Cla... claro. - Tartamudeo.
- Bien. - Me sonríe. - Empieza dando la vuelta a esas hamburguesas. Cuando trermines ponlas encima de un pan y añádelas dos lonchas de queso, varias hojas de lechuga, dos rodajas de cebolla, otras dos rodajas de tomate y unta el la tapa de uno de los panes la salsa especial que está en el segundo estante. - Dice mientras me señala con el dedo un armario detrás mío. - Recuerda; pon dos hamburguesas con sus respectivos platos en la bandeja número treinta y siete y me la traes aquí para añadir las patatas fritas. Después haces lo mismo con las demás. - Ahora me señala un papel que hay alado mío en que pone cuantas hamburguesas por bandeja hay que poner. - Menos mal que hoy había pedido de más. Pero aún así no es suficiente. - Dice indignada mientras hace aspavientos con las manos. - De hecho he tenido que mandar a Jase a por más. - Dicho esto se da la vuelta y se vuelve a concentrar en la freidora.
Me pongo a trabajar nada más acabar la conversación. Prácticamente no suelto la espátula desde el primer momento hasta que se va el último universitario hambriendo. Como bien dijo Samara Jase vino al de media hora con el pedido. Ayudé en la cocina y también hice mi trabajo habitual de camarera ayudando a Jena y Lucy. Las horas siguientes fueron más tranquilas.
Después de cerrar y despedirme me dirijo a la parada del autobús. Mientras espero en el banco saco el paquete de tabaco del bolso y enciendo un cigarrillo.
El autobús de las once llega y entro. Encuentro un sitio al lado de la ventana. Me pongo los auriculares y apoyo la cabeza en el cristal.
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All is lost
RomanceNo tengo ninguna regla. Quiero vivir y ya. Tengo pavor a perder el tiempo, a no vivir lo suficiente. Quiero ser feliz. Perdonar. Bailar todas las canciones. Desgastar labios ajenos. Saborear el vino sentada en lo alto de un tejado. Aprobar. Hacerme...