La perfecta vida de Nova detona en caos al conocer al arrogante e insoportable Rigel McCrory.
☆☆☆
Nova finge ser perfecta.
Rigel es un desastre humano.
Nova busca sobresalir en la escuela.
Rigel falta a clases.
Nova es infeliz.
Rigel es Rigel.
...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Comienzo a caminar en dirección a mi auto con Rigel a mi lado.
—¿Tu novio no se molestará porque te vayas?
Las imágenes de lo sucedido aparecen en mi cabeza y nuevamente el enojo se apodera de mí.
—Exnovio querrás decir —murmuro entre dientes.
Abre los ojos con genuina sorpresa.
—Vaya, no sabía que la perfecta Nova Hottinger pudiera terminar con alguien.
Volteo a verlo.
—Solo cállate —respondo con la voz más irritada de lo esperado.
Le preguntaría cómo sabe mi nombre, pero es más que obvio.
Salí con Jordan durante ocho meses, poco después de que él fuera aceptado en el equipo de básquetbol y su popularidad aumentara. Aunque eso no fue un problema para mí ya que gozaba de cierta popularidad antes de conocerlo.
Dejo esos pensamientos de lado ya que lo último que quiero es recordar cómo nos enamoramos. O más bien, cómo él fingió enamorarse de mí.
Saco el teléfono de mi bolsillo y encuentro decenas de mensajes de Sasha preguntando dónde estoy. Le explicaría toda la situación a mi mejor amiga, pero no tengo ánimos para enfrentarme a la dura realidad, al menos no por ahora.
Le respondo con un: «Me iré a casa, por favor no te preocupes por mí». Aunque es obvio que lo hará y me llamará apenas lo reciba por lo que decido apagar mi teléfono, no sin antes leer el último mensaje de mi exnovio.
«Preciosa, déjame explicártelo».
Vete a la mierda, Jordan.
—Bonito auto.
Guardo mi teléfono en mi bolsillo para luego mirar a Rigel, que parece fascinado por mi Jeep.
—Gracias.
—Aunque no parece de tu estilo.
Ruedo los ojos y subo al auto de mala gana. Me abrocho el cinturón sin apartar la mirada de él.
—¿Si recuerdas que puedo echarte y dejar que camines hasta tu casa?
—Ya no te puedes retractar, Hottinger.
—Solo dame tu dirección y cállate —le pido, molesta.
Obedece a regañadientes y yo enciendo el auto para luego conducir en silencio. Al menos hasta que él decide hablar.
—¿Por qué terminaron?
Le doy una mirada rápida.
—No es de tu incumbencia. —Doblo en la siguiente calle.
Suelta una risa.
—No, pero tengo curiosidad por saberlo. —Se inclina sobre mí—. A menos que él te terminara y tengas vergüenza de admitirlo.