Capítulo Siete

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Juliana tenía seis años de edad el día que su padre se fue. Se había sentado en los escalones que se encontraban en frente de su pequeña casa en Queens, mirando a sus dos hermanos desde el otro lado de la calle, mientras tiraban una pelota de fútbol de ida y vuelta.

Recordaba que, el más joven de los dos, empujó al otro en un charco de agua sobrante de una larga semana de lluvia. Se habían gritado y tirado a golpes, hasta que su madre vino corriendo de la casa agitando un cinturón de cuero en una mano, los niños entonces corrieron en direcciones opuestas.

Juliana vio a su madre enrollar el cinturón alrededor de su mano (la manera de hacerlo la hizo imaginar que era un caracol) y volver a la casa.

Aún sin tener nada que ver, la artista se vio obligada por la situación a escuchar lo que le cambiaria la vida.

Sentada en el mismo lugar, detrás de ella, en el interior de la puerta de su propia casa, el hermano que había corrido en esa dirección lloraba sin parar, mientras su madre y su padre gritaban, entonces, sin previo aviso, todo se detuvo.

En el repentino silencio, hizo que el golpe de la puerta sonara más fuerte que de costumbre. Los pasos de su padre fueron ahogados por el doloroso chillido de la puerta oscilando al cerrarse. Él iba caminando, pero se dio vuelta con el último paso. "Lo siento, Juliana", dijo, antes de seguir su camino sin mirar atrás.

Desde entonces, su única comunicación con él había sido a través de cartas, ocasionales correos electrónicos, y los cheques que enviaba cada mes. Era fiel a su contribución financiera como nunca lo fue en el matrimonio con su madre.

Sin embargo, Juliana nunca podría odiar a su padre, lo sabía, pero tampoco lo había perdonado. Catorce años no es suficiente para reparar ese tipo de herida. Tal vez ni siquiera había posibilidades de aceptarlo durante esta vida.

Su último e-mail parpadeaba en la pantalla de su monitor, y Juliana leyó sin responder. ¿Estaba ella bien? Seguro. ¿Había recibido su último cheque? Sí. ¿Qué había nuevo? Bueno, entre otras cosas que mi hermanastro es gay, fuera de eso, todo era igual de monótono.

"Te ves feliz esta noche." Eva caminó hacia la habitación donde estaba metida Juliana y se sentó con las piernas cruzadas sobre la cama. "¿Tarea"? preguntó

"Padre".

"Ah". Eva asintió, y abrió la lata de refresco que tenía en la mano. Después de un largo sorbo, preguntó, "¿Hay alguna novedad de tu familia acerca de ya sabes- admitir que es, ya sabes qué?"

Juliana suspiró, y colocó la computadora portátil junto a ella en la cama e inclinada hacia adelante. "Estoy bastante segura de que han pasado a la completa negación en este momento. Mamá llamó antes y ni siquiera lo mencionó. Es como si nunca hubiera sucedido ".

"Entonces, ¿qué? ¿Sólo van a pretender que es normal?"

"Realmente no sé."

"¿No has hablado con William aún?"

"No. Sinceramente, no tengo idea de qué decirle. "

"Estoy segura de que a él no le importa lo que digas, siempre y cuando sepa que lo apoyas. Eva sacudió su cabeza hacia un lado. "lo apoyas, ¿no?"

Juliana miro seriamente a su mejor amiga. " ¡Claro que sí! Es sólo... es William, ¿sabes? William. Tenía una imagen de él... ya sabes... del tipo..."

"¿Hablas de un tipo de imagen sucia? Porque teniendo en cuenta lo bien que..."

"Aaargh! Juliana cubrió sus orejas estaba segura de que no era como quería que sonara. "Eso no es realmente lo que quise decir. Yo simplemente no me imaginaba que él, sea gay...."

El lado ciego del amor 2.5 JuliantinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora