1. California, Reseda

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EDITADO

Newark, New Jersey
Septiembre

Tantos recuerdos. Las charlas con mis amigos en el sofá de la sala, Daniel entrando sin permiso a mi cuarto, yo escapándome por la ventana, mamá regañándome al día siguiente, todas las veces que me quedé los domingos a la madrugada haciendo la tarea a último minuto, las peleas divertidas con Daniel, las risas, los juegos, las trampas, las estupideces. Todo a la basura, luego de que mamá consiguiera un estúpido trabajo en otra ciudad y decidiera, sin siquiera preguntarnos, que dejaríamos nuestra preciada casa para mudarnos a la maldita playa con rubios perfectos y lindas caderas de California.

Tengo diecisiete años y hasta hace cinco minutos vivía en New Jersey. Luego de que mamá nos contara su genial sorpresa, no nos quedó de otra que tomar diecisiete años de nuestras vidas y meterlos en las insignificantes maletas. Parada en la entrada, eché otra ojeada a nuestra casa intentando pensar que esto era sólo una pesadilla y que despertaría en cualquier momento. Eso no pasó.

Estos días, estuve pensando mucho en que los años se nos pasaron volando. Ahora nos mudamos, de alguna manera podría aceptarlo, pero en menos de un año comenzaré la universidad y probablemente deba empezar a trabajar para poder pagar los libros, la estadía y demás cosas. Tendré responsabilidades. Verdaderas. Importantes. Pronto seré adulta, no sabré qué hacer siendo adulta. No puedo ni imaginarme siéndolo, me gustaría haber disfrutado más mi niñez. ¿Por qué fui tan estúpida de no hacerlo? Pero tan sólo era una niña, no tomaba en cuenta que crecería, no puedo echarle toda la culpa a mi yo pequeña.

Pero ese miedo a crecer ahora está allí. Atormentandome. Me gustaría haber disfrutado más jugar a las muñecas con Daniel, mostrarle a mamá la nueva acrobacia que aprendí, ayudar a papá a arreglar la bicicleta de Daniel porque éste volvió a romperla. Todo en esta pequeña casa. En esta cuadra con la misma gente, los mismos vecinos, las mismas casas, los mismos negocios, las mismas caras. En verdad extrañaré este lugar. Estaba a punto de llorar cuando Daniel me sacó de mis pensamientos.

—Alex, debemos irnos.

Daniel, mi hermano. Bueno, más bien, mi mellizo. Cuando les decimos a las demás personas que lo somos, suelen sorprenderse mucho. Daniel y yo somos totalmente diferentes en lo que concierne al aspecto físico. Él es igual a papá, y yo, pues, a mamá. Los doctores dijeron que aunque no es tan común, es normal. Los mellizos, son dos espermatozoides diferentes, o sea que cuando están en el útero no comparten el mismo saco amniótico; esto da lugar a que los bebés no sean totalmente iguales, podrían ser lo contrario al otro.

—¡Alex, sube al auto! —rodé los ojos al escuchar la voz de mamá. Estaba enfadada con ella por no habernos consultado nada y por tener que mudarnos. ¿En qué cabeza cabe hacer eso?

Observé la casa un momento más y luego subí al auto, no sin antes despedirme de mis amigos.

—Tony, no olvides decirle al tío Louie que dejé el vino tinto y el parmesano en el refrigerador, ¿sí? —dijo mamá.

—Sí, lo haré. No lo olvidaré —sonrió Tony, mi primo.

—Bye, Kenny. ¡Regresaré pronto, no te preocupes por mi! —dijo Daniel a Kenny, uno de nuestros mejores amigos.

—Adiós. Tengan cuidado, cuídense mucho. ¡Los quiero! —exclamó mamá antes de encender el auto y comenzar nuestra ruta hacia el nuevo hogar.

Movimos las manos en señal de adiós, hasta que nuestros amigos se esfumaron en el angosto camino donde se encontraba nuestra, ahora antigua, casa. 

in two wheels ; johnny lawrenceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora