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Al llegar las once de la noche, el niño había despertado sin fiebre y con deseos de comer. Se abrió paso lentamente hacia la cocina y al llegar a esta, notó que todo estaba muy silencioso y que aquellas personas con aspecto de ave ya no se encontraban en su ventana.

Asombrado, decidió salir a dar un paseo y observar el tan tranquilo pueblo. Al principio todo parecía normal, pero a medida que avanzaba el tiempo, observó que en su reloj eran las seis de la mañana y aún el sol no se había asomado. Sorprendido y sin entender aquella situación, corrió despavorido hacia su casa, pero por más rápido que el tratara de avanzar, el camino se hacía aún más oscuro y largo.

Con los ojos llorosos, se tumbó sobre la tierra y miró como la noche se hacía aún más negra, a pesar de que ya tuviera que haber amanecido. De la nada, sin esperarlo, se oyó en ese momento desde lo lejos, el canto desesperado de los cuervos. Secándose sus lágrimas observó un destello de luz que lo encandiló, y así rápidamente su mundo se acabó.

En la casa de los Torres, mientras tanto, se divisaba como la luz de la habitación se encendía de repente y un fuerte alarido de dolor salido de la madre de Fernando retumbó en el lugar. La gente sorprendida y sin entender lo que pasaba, decidió acercarse por primera vez, para ver que era ese estremecedor sonido que tanto escándalo y terror causó.

Fiebre de AvesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora