Había pasado casi una semana desde la apuesta, creo que muchos de los chicos ya habían conseguido sus "Raros" y yo, había estado una semana entera en la cama. Lo bueno de haber descansado durante tanto tiempo es que mis piernas volvían a estar de su color normal.
Hoy era el día en que llegaba Tomás, el chico de intercambio. Cuando me levanté, cojí el coche y me fuí al aeropuerto, donde su avión ya había aterrizado. La gente empezaba a salir, la mayoría era gente española con cara de sueño y desorientados. Me esperé unos diez minutos hasta que oí unos gritos de fondo:
- ¡Demen mi put* maleta! -gritaba un chico detrás mía a la revisora- Ahí dentro llevo mi ordenador, mi dinero, mi ropa... ¡TODO! Que me la den ya, joder. -Que maleducada es la gente, pensé.
- Eh, eh, eh, te calmas -le dije al chico que era un poco más bajito que yo.- La señorita no tiene culpa de tu despiste.
- Escuche... - me miró de arriba a bajo- chico, vengo aquí de intercambio durante un año y esta subnormal me ha perdido el equipaje que facturé. ¡ASÍ QUE NO SE META COÑ*!
- Muy bien, ahora me dirás que eres el señor Tomás.El chico me miró, la había acertado, delante mía estaba el chico que me ayudaría a seguir jugando al futbol. Era un año menor que yo, vestía unos tejanos y una sudadera oscura, llevaba unas deportivas y tenía algunos granos en la cara.
- ¿Eres Carlos? -asentí.- Hola, soy Tomás. Perdón por el espectaculo.
El chico se llevó una gran decepción, lo vi en sus ojos. Tal vez se esperaba a una família feliz, con su padre medio calvo, la madre ama de casa, dos hijos; chico, y chica que llevaría unas trenzas lamiendo una piruleta... Pero no. Me tenía a mí, a un rico, pijo y mujeriego. Y eso es todo lo que tendría durante un año. A mí.
Nos fuimos a casa totalmente en silencio durante la media hora de trayecto. Al abrir la puerta de mi apartamento, el chico giro la cabeza; a la izquierda la cocina, estaba sucia y con algunas botellas de alcohol, más adelante la sala de estar/comedor, con el sofá dónde él dormiria.
- ¿Y donde está mi habitación? -preguntó tímidamente.
- Aquí. -dije señalando el sofá.
- Y una mierda, yo duermo en la cama, lo decía claramente en las normas.
Después de una discusión, el chico entró en mi habitación y se puso dentro de la cama desecha. Yo, impotente, intenté recojer todo lo que había por el suelo: ropa sucia, restos de comida, cables... Y luego llamé al colegio.
- Colegio Royal Highs, digame.
- Vaya, hola Maria Luisa, ¿cómo estás? -le pregunté a la secretaria del director, que siempre hablábamos mientras yo esperaba para entrar en la sala de castigo
-¡Bien Carlos! Aunque creo que estoy cogiendo un resfriado.
- Debe cuidarse, señorita Luisa, ya sabes que el tiempo, hoy en día, cambia muy rápido.
- Lo sé, hijo, lo sé.
- En fin, te llamaba por si me podías hacer un favor: necesito que me busques el expediente académico de un alumno de intercambio: Tomás Fuento Ventura, cuando lo tengas me vuelves a llamar.
El chico durmió unas diez horas, luego se levantó y me dijo:
- Quiero desayunar.
Yo estaba viendo la televisión y le dije:
- Si, amo, ahora mismo te lo preparo.
Me fuí a la cocina y empezé a abrir todos los armarios de la cocina, nada, absolutamente nada. Sólo había los ingredientes para mi batido de proteinas y en la nevera una loncha de queso. Cogí un plato y le puse la loncha con un cuchillo y un tenedor. Luego, le hice un batido de proteinas y se lo puse en un vaso;
- ¡YA ESTA LISTO! -grité desde la cocina.
Me senté delante suya para ver como se comía el queso, y extrañado se bebió el batido de proteinas:
-Tienes suerte de qué el zumo este, esté rico, porque lo del queso no ha colado, me ducho e iremos al supermercado, porque niño, debes aprender a comer.
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La cena de los raros
Teen FictionCada año, los chicos más populares de mi instituto organizan una cena, cada uno de ellos debe traer un acompañante. Un chico de nuestra misma edad, con una condición; que sea un chico en el cual nunca nos hayamos fijado ninguno de nosotros. Cuando...