Me pasé toda la tarde mirando una de esas películas que echan los sábados por la tarde, de esas que hay una mujer que tiene una hija secreta y tal y cuál. Cuando se terminó me fui a la ducha, abrí el grifo y empecé a ducharme. Debéis estar pensando, ¿y a nosotros que nos importa? Pues mucho.
Oí como la puerta se abría volvía a cerrar. “Será Tomás. Ha debido llegar de la cita” pensé por aquellos momentos. Así que decidí salir de la ducha con el pelo enjabonado, me puse una toalla blanca en la parte inferior de mi cuerpo, y mientras abría la puerta le dije:
- Que, Don Juan, ¿cómo ha ido con Paulita?
Giré mi cabeza hacia la derecha al salir del baño. Y ahí estaban, Paula y él. Besándose. En MI sofá. Y justo en aquél momento me acordé de que Paula me había estado hablando. Una chica que iba en mi clase del instituto, completamente obsesionada conmigo. Esa que tenía un blog con fotos mías. Y yo no me sabía ni su nombre.
Al verme pararon de besarse y giraron las cabezas hacia mí. A Tomás se le veía bastante contento y Paula reía de mi… Así que poco a poco me encerré en el baño y me senté en el váter a esperar a qué la chica se fuera de MI casa.
¡Tardaron casi más de media hora! Cuando oí que la puerta se cerraba salí del baño y le grité a Tomás con tono enfadado:
- ¿Me puedes contar que ha venido a hacer esta niña en MI casa?
- Pues… -intentó contestar él.
- ¡HAS VENIDO A ESTUDIAR, NO HA ECHARTE NOVIA! –le grité. Dicho esto me fui hacia el cuarto y cerré la puerta a mis espaldas. Pasé la noche en mi cama durmiendo con la conciencia muy poco tranquila.
El día siguiente me levanté y me fui a preparar el desayuno. Tomás había pasado la noche en el sofá, lo sabía porque había una manta encima. Entré en la cocina, y encima de la mesa de la cocina el desayuno estaba servido con una nota al lado: Aprovecha el día. Con la letra de Tomás. ¿A caso el chico fingía que no había pasado nada?
Me senté en el sofá después de desayunar y reflexioné. ¿Por qué me comporte así? ¿A caso tenía envidia de que Tomás saliera con una don nadie obsesionada conmigo? O tal vez lo que me frustraba más era que nunca me había parado a pensar en ella, lo que debía sentir cada vez que me hablaba y yo me ignoraba, los golpes que le daba al salir de clase…
Decidí entrar en el blog de Paula: en sus últimas publicaciones ya no salía yo.
Salía Tomás. Al principio, había publicaciones con escritos suyos sobre él, pero a medida que ibas pasando días, veías como ella apuntaba que había hablado, que la había abrazado…
Una de las últimas antes de que empezaran a salir ponía: Él puede ser mi Carlos. Y esta vez, real. Me reí.
Tomás llego hacia las seis de la tarde y le pedí disculpas sobre los sucedido, pero decidí ponerle unas normas para que el chico no se embalar: nada de traer amigos entre semana, y mucho menos a Paula. También que la chica tenía derecho a una comida semanal en mi casa, y que él no se podía quedar a dormir en su casa a no ser que yo se diera permiso. A pesar que protestó, las aceptó, al fin y al cabo, yo era su tutor legal.
Por la noche me costó aún más dormir, así que le pedí a Tomás si podía poner música. Él protestó con un gruñido y yo me lo tomé como un sí. Así fue como puse canciones de Dubstep. Yo estaba en ese punto que te quedas entre el sueño y la realidad, en el puntito ése antes de dormirte.
- ¿Pero qué mierda música escuchas tú? –me preguntó.
- Por fin has aprendido a hablar como un chico de tu edad. –dije recordando que le había preguntado la misma cosa hacía unos días.
El día siguiente me dispuse a salir con Tomás para ir a comprar una libreta que necesitaba para el instituto. Todos dos nos pusimos en el vestidor y escogimos la ropa: yo me puse una camisa tejana botonada hasta arriba, con unos pantalones verdes y unas deportivas. Él por su parte se puso unos pantalones de cuero que estaban al fondo del armario y una chaqueta bomber de frutas.
¿Adivinad quién estaba en la tienda? Álvaro y Mario. Estábamos en el pasadizo de las libretas y ellos también, pero justo antes de que entráramos ellos se echaron a correr y yo me paseé por los pasadizos de los lados, pero se habían ido. Mis amigos ya no eran mis amigos. Ahora solo tenía a Tomás.
Decidí volver al pasadizo de las libretas y Tomás me recibió con una sonrisa:
- ¿Qué ha pasado que te has ido tan rápido?
- Nada, me había parecido ver algo… -mentí.
Tomás se compró una libreta azul y nos fuimos. Ya en casa, Tomás me invitó a un evento muy especial:
- ¿Qué haces por Navidades? –me preguntó.- Nada, me quedo aquí, supongo. – ya hacía un tiempo que no pasaba las navidades con la familia, pasaba de estar fingiendo que nos queríamos regalándonos cosas que a mis padres habían cogido de sus trabajos.
- ¿Te gusataría venir a España?
- ¿Típica comida familiar? No quiero ser un entrometido…
- ¡Que no! –me dijo Tomás sonriendo.- Hemos alquilado una casa durante las semanas de vacaciones, mis amigos y amigas y yo. Si te quieres venir tranquilo, yo lo pago todo; porqué tu me has pagado todo desde que estoy aquí.
- Me parece buena idea –llamé a mi madre para contarle el plan que teníamos y me dijo que sí, pero que después de Año Nuevo debía pasarme por Londres al menos tres días, y aceptó a que Tomás viniera.
A una semana de las vacaciones de Navidad, nos propusimos hacer las maletas cuando antes mejor.
Y así fue como nos presentamos en el aeropuerto.
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La cena de los raros
Teen FictionCada año, los chicos más populares de mi instituto organizan una cena, cada uno de ellos debe traer un acompañante. Un chico de nuestra misma edad, con una condición; que sea un chico en el cual nunca nos hayamos fijado ninguno de nosotros. Cuando...