Sabor a sol, aroma de cerezos

Parte II

¡Actualización! me tomó un poquito de tiempo, pero les prometo que vale la pena.

En esta parte tenemos por fin su tan esperada boda!! fue lindísimo de imaginar y trabajar... De verdad que ambos se merecen vivir su día de la manera más feliz y significativa.

Algo que no mencioné antes: esta historia ocurre un poquito antes del canon ;)

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Un Kojiro de casi cuatro añitos se encontraba quitecito frente a una hoja de papel en blanco que su maestra le ofreció para un dibujo libre luego de acabar satisfactoriamente sus deberes. Había mucho que quería dibujar, tantas cosas aprendidas en la escuela, y pronto se decidió. Entonces, alcanzó el lápiz de color amarillo (un color primario como le acababan de enseñar) y trazó con todo su esfuerzo un círculo en la mitad del papel...

Kojiro estaba muy satisfecho con el primer paso dado, era el círculo más bonito que había hecho hasta ahora, y con una sonrisita entusiasta siguió adelante. Lo importante ya estaba listo, así que se concentró en lo demás... Dibujó líneas, unas más largas que otras, alrededor de su gran círculo y pintó con energía el interior lo mejor que podía un niño de su edad. Y en poco tiempo, agregando detalles aquí y allá, la obra del pequeño Kojiro ya estaba hecha: ¡Era un gran y amarillo sol!

Entonces, debido a la emoción el color se le resbaló de la mano y rodó hasta caer directamente al suelo. Por supuesto, Kojiro lo persiguió porque su maestra le había enseñado que debía cuidar de sus cosas y no quería perder el color con el que podía pintar tantos soles como quisiera. Sin embargo, su búsqueda se vio interrumpida cuando, inclinado en el suelo, visualizó algo inusual un poquito más allá...

Al primero que vio fue al niño de cabello más largo que el suyo (color rosado como su maestra les enseñó luego de que el grupo se lo preguntara) y luego a otros dos que parecían molestarlo. Entonces, uno de los niños jaló el cabello rosado y Kojiro se levantó en seguida porque no podía permitir esos actos de maldad ¡Él era un justiciero y defendería a los indefensos!

Pero no hizo falta ni siquiera que se acercara, pues el niño de rosado se dio la vuelta hacia el par (luego de haberlos ignorado mientras pintaba en su propio papel) y se defendió solito mordiendo la mano de su agresor sin piedad... Vaya, qué fuerza, ¡Qué valentía! Kojiro, con solo tres años, quedó tan maravillado como cuando veía a sus héroes favoritos luchar contra el mal en la tele.

Y la magia se rompió cuando el niño herido lloró con fuerza y la maestra se acercó descubriendo lo que había pasado. El niño fue llevado en brazos hacia la enfermería, como si fuera la verdadera víctima, y el pobre inocente terminó castigado en una esquina del aula... Qué injusto.

Kojiro se sentía frustrado, él vio todo y sabía lo que realmente sucedió, pero la maestra, ocupada atendiendo el caso, ni siquiera lo dejó decir algo. Entonces, vio su dibujo sobre la mesa y tuvo una idea. Tomó el color rosado entre todos los demás, identificándolo al compararlo con el color del niño, y dibujó algo más junto al sol... Era un garabato particular que, para la mente de un niño de kínder, representaba una flor... Y no cualquiera, de esas de color rosado tan bonitas que llueven desde los árboles una vez al año. Una flor que ajustaba perfectamente a la apariencia y a la fortaleza, porque las flores son geniales también, del niño de cabello del mismo color.

Y con su dibujo terminado, dejándolo más satisfecho que antes, Kojiro se aseguró de que la maestra no estuviera alrededor (no quería que el otro niño fuera regañado otra vez) y corrió hacia este.

-Oye... no estés triste, ¡Te doy mi dibujo!-

El niño, sentado en un banquillo hacia la pared, se giró hacia él y Kojiro no ocultó su asombro al ver el color de sus ojos... ¡Eran amarillos como su sol! Su dibujo era más que perfecto ahora: rosado como su cabello, amarillo como sus ojos. Qué dulce representación.