En noviembre de 1988, cuatro jóvenes (Miyano Hiroshi, 18 años en el momento del crimen; Jo Kamisaku -apellido adoptado tras su salida de prisión-, de 17, Minato Nobuharu, de 16; y Watanabe Yasushi de 17) de Tokio raptaron y escondieron a Junko Furuta, una estudiante de bachillerato de su mismo instituto en la ciudad de Misato, Prefectura de Saitama durante 44 días. El cautiverio de Furuta tuvo lugar en el domicilio de los padres de Nobuharu (estos conscientes de los acontecimientos).
Para evitar una investigación policial, Hiroshi obligó a Furuta a llamar a sus padres y fingir que había huido de casa, pero que se encontraba con "un amigo" y no corría peligro. Asimismo, la extorsionó para que se hiciera pasar por la novia de uno de los chicos cuando los padres se encontraban en casa. Sin embargo, cuando se aseguró de que los padres no llamarían a la policía, abandonó el pretexto. Furuta intentó escapar en diversas ocasiones y pidió ayuda a los padres más de una vez, pero ellos no hicieron nada por temor a las amenazas de Hiroshi. En esa época, Hiroshi era un líder de la baja mafia japonesa o yakuza y presumía de poder utilizar sus contactos para matar a cualquiera que tratase de intervenir.
Según las declaraciones de los jóvenes en el juicio, los cuatro violaron y vejaron a Furuta de diversas maneras. Entre ellas, figuran la introducción de cuerpos extraños, incluyendo una barra de hierro en su vagina, obligarla a beber su propia orina, alimentarla con cucarachas, inserción de artefactos pirotécnicos en su recto y posteriormente prenderlos, forzar a Furuta a masturbarse, amputación de un pezón con unos alicates, tirarle mancuernas al estómago y quemarla con cigarrillos y mecheros (una de esas quemaduras fue un castigo por intentar llamar a la policía).
La situación llegó a tal punto que, según las declaraciones de uno de ellos, "le llevaba más de una hora arrastrarse escaleras abajo para ir al baño". También señalaron que "probablemente unas cien personas" sabían que Furuta estaba allí prisionera, pero no está claro si esto significa que estuvieron allí durante el cautiverio de la joven o si participaron en las violaciones y abusos.
Cuando los jóvenes se negaron a dejarla ir, ella suplicó en diversas ocasiones que "la mataran y siguieran con su vida".
El 4 de enero de 1989, Junko fue retada a jugar al mahjong. El hecho de que saliese victoriosa causó la ira de los chicos, quienes la golpearon con una pesa de hierro, rociaron luego sus extremidades, tronco y cara con líquido inflamable y, posteriormente, le prendieron fuego. Los cuatro manifestaron que no eran conscientes de la condición de Furuta, la cual mataron horas después a causa de un estado de choque.
Los asesinos escondieron su cadáver en un bidón lleno de cemento, que abandonaron en Kōtō, Tokio.
🔸Juicio.
El 29 de marzo, un informante infiltrado en la Yakuza delató a los asesinos, los cuales fueron arrestados y puestos a disposición judicial, los jóvenes fueron arrestados y enjuiciados como adultos, pero la legislación japonesa prohíbe la publicación de las identidades de los ofensores juveniles. No obstante, uno de ellos si tuvo su identidad hecha pública, Jo Kamisaku, quien era un líder de bajo nivel del yakuza en el momento de perpetrado el crimen y Hiroshi usó su identidad como mafioso para intimidar a Furuta y amenazar con matar a sus padres.
Los acusados fueron condenados por secuestro y por provocar heridas que producen la muerte, pero no por violación ya que la evidencia forense no pudo demostrar que el semen en Furuta pertenecía a los acusados, aparentemente porque Furuta había sido violada por muchas personas a lo largo de su cautiverio.
Los padres de Furuta ganaron una demanda civil contra los padres de uno de los agresores donde fue retenida Furuta, por lo que obtuvieron 50 millones de yenes. También se pidió la pena de muerte pero no se consiguió. La revista Shukan Bunshun reveló los nombres de los cuatro torturadores, indicando que "dada la gravedad del delito no merecían que se respetase sus derechos al anonimato".
El cabecilla Miyano Hiroshi inicialmente recibió una sentencia de 17 años de cárcel: apeló la sentencia, pero el juez acabó condenándole a 20 años de cárcel. En 2004, intentó conseguir la libertad condicional, pero debido a un incidente, le fue denegada.
Otro de los acusados, Jo Kamisaku, recibió una sentencia de 5 a 10 años; en mayo de 2004 (5 años después de su salida de la cárcel), volvió a prisión durante 7 años por intento de homicidio. El 25 de noviembre de 2004 un fiscal le preguntó con tono severo: "¿Qué aprendió del incidente anterior?. el hombre protestó "No puedo compensar nada".
La prensa realizó una cobertura amarillista del hecho, enfocándose en la vida de Furuta y replanteando la poca dureza de la legislación japonesa contra delincuentes juveniles.
Lo horrible del caso ha llamado la atención de varios medios y se han hecho desde películas hasta cómics, pero lamentablemente, la versión más fiel a lo que realmente ocurrió es un documental hecho poco después de la primera sentencia (en 1989) y sólo se puede encontrar en japonés.
En él se puede ver el funeral de Junko. Sus compañeras la despidieron entre llantos, diciendo: “Bienvenida a casa, Jun-chan”.
🔸Torturas.
-Tenerla desnuda la mayor parte del tiempo.
-Invitar a miembros de la Yakuza a violarla. Más de 100 hombres la violaron un total de 500 veces. En una ocasión, 12 hombres en un mismo día.
-Golpearla a cada momento, una vez con palos de golf.
-Al menos una vez: estrellarle la cara repetidamente contra el suelo de cemento.
-Varias veces, orinar encima de ella.
-Fotografiar todo el tiempo las torturas.
-Privarle del agua y la comida.
-Al pedir comida y agua, hacerle comer cucarachas vivas y beber su propia orina.
-Insertarle un aparato pirotécnico en el recto y encenderlo, lo que le causó graves quemaduras.
-Amputarle el pezón izquierdo con un alicate.
-Atarla de pies y manos, acostarla boca arriba, y dejarle caer mancuernas en el estómago.
-A raíz de las graves lesiones, hacerle perder el control de los esfínteres.
-Castigarla cada vez que se orinaba.
-Una vez, romperle todos los huesos de una mano a pisotones.
-Colgarla del techo y usarla como saco de boxeo.
-Meterle varias horas en un congelador.
-Quemarle los párpados con cera caliente.
-Clavarle docenas de agujas de coser en los pechos, entre otras atrocidades.