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-1992-

La pregunta "¿por qué?" es una de las más frecuentes en nuestro vocabulario, la usamos en nuestra vida cotidiana todo, todo el tiempo. Pero, si es así, entonces ¿por qué me da tanto miedo decirla?.
"¿Por qué?"
"¿Por qué empezamos de esa manera?"
"¿Por qué me acerqué a ti?"
"¿Por qué tuvimos que volvernos a encontrar?"
"¿Por qué respondiste cuando te llamé?"
"¿Por qué te llamé si no te necesitaba?"
"¿Por qué terminó así?"
"¡¿Por qué terminé así?!"
"¡¿Por qué me dejaste?!"
"¡¿Por qué no has vuelto?!"
"¡¿Por qué no volverás?!"
"¡Dime, ¿por qué se acabó todo, por qué me abandonas, por qué me destruyes, por qué me dejas cual vil perro callejero, por qué, por qué, POR QUÉ?!"
...
"¿Por qué no podemos volver a empezar?"

Mi mente está hecha una enredadera. Una enredadera que alberga mil rosas rojas, brillantes, hermosas; rosas que me llenan de paz a pesar de que allá afuera cien mil espinas se encajan sin compasión sobre mi piel. El dolor es insoportable, siento mi cuerpo pesado, mi sangre se esparce sobre el oscuro suelo, a cada segundo el dolor se hace aún más punzante. Sin embargo, este dolor no es nada comprado con la agonía en la que me sumergió tu ausencia; este dolor es un cálido abrazo en comparación con tu partida, la cual me hizo sentir que estaba siento desmembrado vivo bajo una lluvia tan ácida que me deja sin piel el rostro; esta lluvia es llamada vulgarmente "mi llanto".

Pero... ¿Quién eres tú? No puedo ver tu rostro. La imagen que, se supone, deberías ser tu, está completamente borrosa, no alcanzo a ver nada más que rosas cubriendo tus ojos.




-1973-

-Jules, vamos cariño, despierta- anunciaba Anne, una mujer bella, esbelta, cabello corto y ondulado teñido de blanco como la nieve, tratando de despertar a su pequeño sobrino de siete años de edad para llevarlo a su primer día de clases en su nueva escuela- Se hará tarde, tienes que levantarte- un leve acento francés se alcanzaba a escuchar en su hablar. Mueve las gruesas mantas que cubrían el delgado cuerpo del niño, quien, con los ojos medio abiertos, se sentó en la cama- Tu desayuno está listo, vístete y te espero abajo para desayunar, ¿okey?

-Je ne veux pas aller à l'école...- responde el niño en francés, tallando sus ojos con las pequeñas y niveas manos-

-¿Por qué no? Es tu primer día, además...- se acerca de nuevo a la cama del niño, acariciándole con dulzura sus castaños cabellos- Además habíamos llegado al acuerdo de que solamente hablaríamos inglés, ¿no es así? tus compañeros y profesores no entenderán lo que quieras decir... Y te dije que si no comenzabas a hablar en inglés, yo haría esto- al terminar la frase, Anne se lanzó a la cama atrapando al niño con ambas manos, comenzando a hacerle cosquillas por toda la barriga, provocando en ambos fuertes carcajadas-

-¡Basta, basta, sólo inglés, sólo inglés!- gritaba Jules mientras trataba de escapar de las "garras" de su tía, pataleaba y deslizaba hacia abajo en la cama hasta que por fin se detuvo-

-Anda, es hora de levantarse, ya estás más despierto, pequeño

Entrar a una nueva escuela siempre da miedo al principio, pero entrar a una nueva escuela, en un nuevo lugar, con una nueva vida, da mucho más miedo. Anne y Jules tuvieron que mudarse a Londres en un intento de escapar del infierno que vivieron cuando, en un atentado, Virginia la madre de Jules, fue asesinada junto con una gran cantidad de personas. Los culpables buscarían por toda Francia a las familias de las víctimas, o al menos esa fue la amenaza que recibieron, siendo Anne una cercana amiga de Virginia, quien tomara la decisión de cuidar de Jules y llevárselo lejos, donde nadie pudiera hacerle daño al único hijo de su amiga, casi su hermana. Ninguna de las dos tenía más familia a la cual acudir y claro, dejar a un bebé a su muerte sería un acto humano. ¿Humano?... ¿No debería ser un acto inhumano? No, los humanos son egoístas y sería muy fácil pensar "no es mi hijo, no tendría por qué hacerme cargo de él". Para muchos la desgracia ajena provoca risa en lugar de pena.

Pero, volvamos a lo importante, mi querido lector.
Jules entraría a una escuela primaria de Londres en la cual, su vecino de enfrente, Henry, estaría un grado mayor al suyo. Henry Cooper era un niño de cabellos negros como la noche, ojos brillantes llenos de curiosidad por todo lo nuevo, era un niño que parecía jamás quedarse sin energía y, muy pronto, se hicieron amigos. ¿Quién no se haría amigo de uno de los pocos niños en la escuela que no se burla de ti por pronunciar mal su idioma?.

-1974-

Era momento en la vida de Jules de conocer más personas, aunque de una manera un tanto distinta a la que conoció a Henry.

-Vamos, aprende a hablar bien, no es tan difícil pronunciar palabras con la letra "r"- el tono burlón de aquel niño parado frente a la butaca de Jules no pasaba desapercibido. A pesar de su corta edad, aprendió perfectamente a hacer sentir mal a los demás con palabras tan simples. Y con letra "r"-

El niño de hebras castañas se limitaba a agachar la mirada, incapaz de pronunciar cualquier cosa. La mirada atenta del grupo conformado por tres niños le intimidaba, le hacía sentir acorralado por tres feroces mini bestias esperando quién sería el siguiente en saltar a su diminuta presa. Los más grandes disfrutan abusar de los débiles. Lo siguiente que escucharía después de cerrar con fuerza sus pequeños ojos azules, fue un golpe seco sobre el suelo. Atreviéndose a levantar la vista, visualizó la imagen de una niña peliroja dándole la espalda a él, encarando al grupo de niños, dándose cuenta de que uno de ellos se hallaba sentado en el suelo. Sin algún sonido que escapara de sus labios, aquellas mini bestias salieron corriendo del salón, dejando a la pequeña pelirroja sonriendo con un fuerte aire de victoria.

-¡Hola, me llamo Sophie, acabo de entrar a esta escuela!- la chillona voz de Sophie se hizo presente, provocando que Jules diera un brinco sobre su asiento. La niña de vestido verde claro con estampados de flores extendió su mano derecha hacia el menor, quien muy lentamente estrechó su mano con la ajena- ¡Seamos amigos!

-Y-Yo...- sus palabras se vieron interrumpidas cuando un avión de papel cayó sobre su butaca, lo cual agradeció. Tomó el papel y lo desdobló, leyendo un "ven al patio, vamos a comer" y simplemente se levantó de su lugar pasando de largo a la niña con paso rápido. Llegó al patio, donde se encontraría con Henry sentado en el suelo, recargando su espalda contra el muro sobre el cual se hallaba la ventana entre abierta que, momentos antes, sirvió de puerta para su avión de papel. Jules rápidamente se acercó a él para sentarse a su lado, pegando sus cuerpos y escondiendo su rostro en el hombro de Henry.
En apenas un año de conocerse ambos niños, Jules había encontrado su segundo lugar seguro: Henry. El primero, obviamente sería su tía Anne.

-¿De nuevo tienes miedo?

-Si...

-Eres como una princesa de cuentos y yo como el caballero que la rescata. Sabes que yo te cuido, somos amigos ¿no?

-N-No soy una princesa...

Las bestias le llenan de pavor el cuerpo, una simple frase sin sentido hace que su cuerpo tiemble y balbuceos sean lo único que escape de su boca. ¿Por qué no has venido a rescatarme? Lo prometiste.

-Flores para mi vecino-   by: Yael R.Q.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora