Capitulo 6

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Valentine había salido a tirar la basura sin siquiera prestar atención a la conversación que sostenían sus padres respecto al incidente en la escuela, le habían suspendido por pelear con otro chico en clase de gimnasia, no tenía acceso a su teléfono y tampoco al ordenador de la casa por lo que no había manera de que supiera de la noticia.

Una vez depositada la bolsa de desperdicio en el interior del cubo, el muchacho de cabellera rosa regresó sobre su andar con la mirada fija en la calle, era una costumbre que había aprendido inconscientemente de su padre, puesto que el bombero siempre escudriñaba el perímetro de su casa así la calle estuviera concurrida o no.

Como todo parecía normal, el chico volvió su vista hacia la puerta y fue entonces que un ruido extraño llamó su atención.

Al principio pareció no importarle, su casa era una de las más alejadas de los suburbios, había más árboles que transeúntes y sus vecinos más recurrentes eran los mapaches que no venían a otra cosa que no fuera asaltar su cubo de basura, de modo que atribuyó aquello a alguno de esos roedores.

—Estúpidos mapaches—masculló todavía con la mano en el pomo cuando otro ruido (difícil de identificar) hizo un eco más grande.

Valentine levantó una ceja con sospecha, el chillido que acababa de escuchar no era el de un mapache o de otro animal que conociera; el sonido era bastante similar al de la tiza cuando raspa un pizarrón, pero con un toque gutural bastante profundo. El muchacho de catorce años no era ningún cobarde y ciertamente prefería ir a investigar si se trataba del mismo Belcebú antes que presenciar otra riña de sus padres.

Así que abandonó la entrada de su "seguro hogar" y discretamente cogió una vara del suelo para llevarla consigo hasta la parte trasera del flanco derecho de la casa.

HOSPITAL GENERAL

Tras una rigurosa revisión por parte del personal médico, tanto los dos hermanos como Kioko quedaron completamente exhaustos, les habían administrado tantos calmantes que se olvidaron de en dónde estaban, pero no por lo que había pasado.

No hacía mucho que los padres de la niña habían acudido al hospital para llevarla a casa escoltados por un oficial.

Pero los gemelos se habían tenido que quedar luego de Kanon fuera presa de un ataque de ansiedad haciendo que Saga se pusiera agresivo con los enfermeros que a su juicio estaban siendo muy rudos con su hermano, pasaron algunas horas y Kanon apenas estaba lucido. Su vista borrosa se mantenía fija en la luz blanca que brillaba sobre su cabeza, el pobre chico se esforzaba por no dormir, de pronto, sintió que algo le tomaba por el brazo y se subía la manga de la camisa, su cerebro interpretó la figura a su derecha como una enfermera; la mujer estaba preparando la jeringa cuando un tercero irrumpió en la habitación.

—Ya fue suficiente medicamento, ¿no cree? —dijo el padre del menor con expresión estoica haciendo notar la mirada casi rendida de su hijo, sin embargo, la mujer decidió pasar de él y seguir con su labor, algo que no agradó al oficial—Oiga…—ella ni siquiera levantaba la vista para verlo—¿Está escuchándome?

—Sólo estoy haciendo mi trabajo, señor…—le respondió impaciente con la aguja de camino a la vena del niño sin advertir que la mano de Aspros se apresuraba a tomar su muñeca de súbito.

—Dije… que ya fue suficiente…

La voz del hombre resultaba profunda y ronca mientras que sus ojos que eran parecidos a los de un lobo que amenaza con atacar a quien toque a sus crías se mantenían fijos sin un ápice de vacilación respaldados por su faz estoica. Lentamente, la mujer se alejó del chico y sin decir nada salió con prisa del cuarto. Aspros la siguió con la mirada hasta que la mujer se perdió entre el resto de las enfermeras, una vez que estuvo a solas, el agente decidió que lo mejor era ir a casa y así se le interpusiera medio hospital él iba a sacar a sus hijos de ahí; estaba demasiado estresado como para dejarlos pasar la noche ahí.

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⏰ Última actualización: Jul 07, 2021 ⏰

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Las Dos Caras Del TerrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora