Único.

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—¿Ya sabes cómo le llamaremos?

Levi, desparramado sobre el sofá, bajó el libro titulado «100 nombres para bebés» que había estado leyendo y se lo colocó sobre el vientre redondo e hinchado. Se miró la barriga, dio una suave palmadita sobre aquel lugar donde nuestro hijo descansaba y parpadeó casi de manera solemne.

—Ya —respondió lleno de seguridad, volteando para mirarme—. He escogido el nombre perfecto, tiene un significado fuerte y digno de orgullo, estoy seguro que nuestro mocoso será respetado por eso.

Eso llamó mi atención. Dejé de barrer el polvo imaginario del suelo y me apoyé en la escoba, dirigiendo los ojos hacia mi novio. Conociendo a Levi, probablemente el niño terminaría con algún nombre medio extraño o medio feo. Pero tampoco podía decírselo, lo había intentado hacer de manera sutil, pero esa vez, siendo que Levi era una volátil bomba de hormonas, con lágrimas de rabia, me acusó de ser un mocoso irresponsable. Que era mi culpa el haberlo embarazado por no cuidarnos (aunque yo recordaba que alguien me pedía que terminara dentro, que no pasaría nada) y que, ya que yo lo había dejado panzón por nueve meses y sufriendo todos los achaques del embarazo, por lo menos a él le tocaría escoger el nombre de nuestro bebé.

No pude negarme esa vez y quizá debí haber resistido un poco más. Pero me dejé llevar por su carita llena de lágrimas y ese chantaje emocional que dejó escapar entre llanto y miradas lastimeras.

—Está bien —le animé sin sonar tan convencido—. Dime cuál elegiste.

Levi se comió una papa frita de la bolsa que tenía a su lado y, con una parsimonia para no creerse, le escuché soltar el nombre:

—Herculano.  

—Levi, mi amor —dije despacio intentando no decir nada que pudiera herir sus sentimientos—, no es que no sea un nombre genial y eso —musité dibujando una sonrisa nerviosa y, dejando recargada la escoba en la pared más cercana, me acuclillé frente a él, colocando mis manos sobre sus rodillas—, pero no podemos nombrar a nuestro hijo así.

Mi novio arrugó el entrecejo.

—¿Por qué no? ¿Qué tiene de malo? Si es un nombre increíble —refutó frunciendo la nariz de forma chistosa.

—Es que, tú sabes, llamarle de esa forma podría traerle problemas en el futuro. Las personas suelen hacer chistes desagradables cuando alguien tiene un nombre... inusual. Y no quieres que nuestro hijo sea víctima de bullying, ¿verdad —dije intentando sonar lo más convincente que podía. Ya podía escuchar todos los horribles apodos que le esperaban a mi hijo con un nombre como ese. 

Pareció que mis palabras realmente sirvieron, le observé hacer una mueca mientras volvía a abrir el libro en una página anteriormente marcada con un separador. En mi interior lancé un agradecimiento al cielo y toqué su barriga, sintiendo un espontáneo movimiento de nuestro bebé como si estuviera dándome las gracias por salvarlo de un futuro lleno de apodos terribles.

«De nada, amiguito» pensé aliviado, dejando un beso en ese vientre hinchado.

—¿Qué te parece Casiano? —atacó de nuevo haciéndome saltar un ojo.

—No creo que sea el indicado —balbuceé arrugado la nariz. De verdad no podía imaginarme a mi hijo con un nombre así.

Levi chasqueó la lengua enfurruñado pero no dijo más. Lo vi sacar otra papita del empaque y masticarla con furia, mientras seguía en la ardua y exhaustiva tarea de encontrar el nombre perfecto para nuestro bebé.

Mirarlo ahí, con el ceño fruncido en concentración y sobándose la barriga de vez en cuando, provocó una creciente de emociones en mi interior. Todavía me resultaba increíble pensar que él y yo seríamos padres. Quiero decir, no llevábamos mucho tiempo como pareja —cumpliríamos tres años dentro de poco—, pero teníamos una relación cualquiera consideraría estable. No éramos perfectos, teníamos discusiones, peleas y altibajos como en todas las relaciones, pero nos queríamos y por eso mismo siempre sabíamos enfrentar todos nuestros problemas.

EL NOMBRE IDEAL (EreRi).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora