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Habían pasado ya tres semanas desde que nos dejaron el proyecto. Desde ese día James iba a mi casa(o a la casa de Miriam) todas las tardes y se quedaba hasta tarde. Su lado borde y grosero seguía ahí, pero a veces, muy rara vez, parecía algo divertido.
En el colegio me ignoraba con una naturalidad impresionante. No me lo topaba en los pasillos, canchas o cafetería, aunque ya no iba ahí. Mis nuevos amigos y yo comíamos en las gradas, nuestro nuevo lugar de reunión.
De no ser porque veía a James en cuatro clases podría imaginar que ya no asistía al colegio. Yo por mi parte me dispuse a disfrutar.
Los alumnos del colegio no me dirigían la palabra todavía y, en su mayoría, me evitaban, ya que la amenaza de James seguía presente. Pero no me molestaba. Tenía tres amigos muy divertidos y leales, con los que me gustaba pasar el tiempo.
Y eso eran los tres: amigos.
La primer semana que conocí a Nathan me gustó. O eso pensé. Pero, después de pensarlo, no me gustaba. Era más como cariño, ternura. Era lindo, pero demasiado a mi parecer.
Los chicos, al ver que, después de tres semanas, James no hacía nada contra ellos, estaban más relajados. Algunos otros alumnos también parecían notar que James no los golpeaba o molestaba aunque habían hecho caso omiso a su orden. Ellos me hablaban. Sin embargo, aunque lo notaban, los demás no hacían el intento de hablarme.
Justamente, en ese momento, me encontraba con una chica que no hacía más que mirar su libreta en blanco. Se suponía que teníamos que responder unas preguntas en parejas, designadas por la profesora, pero la chica sólo cruzó tres palabras conmigo, para decirme que ella lo hacía. Mientras hablaba temblaba como una hoja.
Harta de su comportamiento le arrebaté la hoja con las preguntas. Estábamos en francés, por lo que podía permitirme contestar todas yo misma. Corregí las que estaban mal y respondí el resto antes de levantarme y dejar la hoja en el escritorio de la maestra, quien me habló por unos minutos.
Durante todo ese tiempo sentí la mirada intensa de James sobre mi, pero cuando me giré a mirarlo él tenía la vista clavada en sus preguntas. Decidí asumir todo eso a imaginaciones mías y volví a mi asiento, esperando a que la campana sonara.
Cuando mi deseo se cumplió salí disparada a la cafetería, donde me encontré con mis tres nuevos amigos, los tres en la fila para comprar su almuerzo.
Me uní a ellos, que me saludaron con gusto y me incluyeron en la plática. Al poco rato terminé hablando con Nathan, quien aún se sonrojaba de vez en cuando.
Lo miré detalladamente, preguntándome por qué me gustaba. Bueno, sí, era guapo, pero más en el sentido de lindo que de atractivo. Sus rasgos eran demasiado suaves y ahora me parecía algo...débil. En definitivo no era mi tipo, aunque no sabía si tenía un "tipo" definido. Ya que lo pensaba no había razón para pensar que Nathan no era mi tipo. Después de todo, los opuestos se atraen...
-¿Por qué me miras así?-preguntó, ruborizado. También me ruboricé y miré hacia otra parte, pensando qué contestar.
-Oh, bueno...nada importante-él se encogió de hombros y me dejó pasar primero a escoger mi comida. Podía entender que me gustara su lado de caballero, era lindo. Tal vez si fuera un poco más rudo...
-¿Puré?-preguntó la mujer detrás del mostrador. Asentí y tomé mi bandeja. Pagué y me uní a Ángela y Marisol, ahora para esperar a Nathan.
-Oigan chicas-habló Ángela-estuve pensando que sería bueno si hoy comemos aquí. Nos sentaremos con unos compañeros, así te perderán el miedo-la última parte la dijo dirigiéndose a mi-además, el clima no ha estado muy bien esta mañana y parece que continuará lloviendo.
Las tres estuvimos de acuerdo en quedarnos y al preguntar a Nathan también aceptó. Poco después de sentarnos en una de las mesas escuchamos la lluvia caer.
Los dos compañeros que Ángela invitó a comer con nosotros se escabulleron en cuanto me vieron, pero no les tomé importancia. Los cuatro nos sentamos a comer, pero pronto empezaron los juegos, por lo que terminé con algo de puré en mi sudadera y el tenedor de Marisol terminó en el piso.
-Espera, voy por una servilleta, para limpiar esto-señalé mi sudadera- y te traigo uno-me puse de pie y me giré, chocando contra una bandeja.
-Lo siento-me disculpé y después levanté la vista para encontrarme con un James enfurecido. Su bandeja estaba en sus manos, de lado, y todo su contenido sobre el piso. El suelo estaba repleto de pedazos de vidrio, del plato y su vaso, y comida.
Estaba a punto de inclinarme para ayudar a recogerlo cuando su voz, baja y amenazante, me interrumpió.
-Levántalo-ordenó. De reojo vi que la atención estaba puesta en nosotros, aunque nadie miraba directamente. Me quedé quieta, dispuesta a no hacerle caso-he dicho que lo levantes-levantó un poco la voz, luciendo más enfadado aún.
-Fue un accidente...-comencé, pero me interrumpió.
-¡Levántalo!-James me tomó por un hombro, empujándome. Al no estar bien parada perdí el equilibrio y caí sobre los pedazos de vidrio y comida.
Inmediatamente sentí el ardor de las cortadas y sentí la sangre rodar por mis manos y rodillas. Intenté levantarme, pero el dolor no me lo permitía. Marisol llegó a mi lado después de unos minutos, rodeando mis hombros trató de levantarme. Poco después apareció Nathan, rodeando mi cintura con un brazo y poniéndome de pie.
Hice una mueca al apoyarme sobre mi pierna izquierda.
-Te llevaremos a la enfermería-habló en un susurro Marisol. Los dos pusieron mis brazos sobre sus hombros y me ayudaron a andar, pero el dolor me hacia quejarme cada pocos segundos.
-Hazte a un lado, inútil-escuché la voz de James y pronto dejé de sentir el brazo de Nathan alrededor de mi cintura, para ser reemplazado por el de James. También se deshizo de Marisol antes de levantarme en brazos.
Estuve a punto de quejarme, pero el dolor en mi rodilla izquierda era insoportable. Apreté los labios y los ojos, impidiendo la salida de las lágrimas, durante el tiempo que James tardó en llevarme a la enfermería.
Tocó con algo de dificultad la puerta, y poco después esta se abrió, mostrando a una mujer en sus cuarentas, con pantalones holgados y bata blanca.
-¿Qué pasó?-su voz dulce estaba impregnada de preocupación.
-Calló sobre unos vidrios rotos-contestó James por mi.
-Siéntala ahí-no pude ver el lugar donde señaló la mujer, pero pronto sentí algo acolchonado en mi trasero. Hice otra mueca de dolor al tener colgadas las piernas, con las rodillas flexionadas.-Primero revisaré las manos-avisó la enfermera.
El trabajo llevó varios minutos, ya que se dedicó a sacar todos los pequeños vidrios enterrados en mi mano con unas pinzas. Después desinfectó mis manos, lo cual ardió mucho, y las vendó. Durante todo el proceso nadie dijo nada. Yo por apretar los labios de dolor, la enfermera por estar concentrada en su tarea y James simplemente se quedó en una esquina observando.
-Ahora viene la parte difícil-la enfermera, Suzanne(según lo que leí en su bata),rompió el silencio.-Tengo que ver tus rodillas. ¿Quieres que subamos tu pantalón o prefieres quitártelo?-consideré ambas posibilidades, pero en las dos el pantalón terminaba rozando mis rodillas y haciéndome llorar-O podría cortarlo-sugirió. Asentí a su última idea y esperé quieta mientras ella trabajaba.
Cortó mis pantalones por encima de la rodilla y quitó los vidrios, al igual que con mi manos, para después desinfectarlas. No voy a mentir, esa vez sí lloré.
Un par de lágrimas desobedientes resbalaban por mis mejillas mientras Suzanne pasaba un algodón sumergido en alcohol por mis rodillas. Sentí la mirada de James en mi rostro, pero no me importó que me viera débil. Nada me importó en ese momento.
La enfermera hizo un sonido de desaprobación con la lengua antes de mirarme con pena.
-Al parecer el corte de la rodilla izquierda es algo profundo-dijo suavemente.
-¿Qué tan profundo?-pregunté con voz ahogada.
-Vas a necesitar puntos-me miró con pesar. La miré horrorizada-Sólo dos o tres. ¿Te han puesto puntos antes?-preguntó, sosteniendo una gasa en la cortada de la rodilla izquierda, la otra ya estaba vendada. Asentí como respuesta.
-Cuando era pequeña. En el brazo.
-Bueno, entonces ya sabrás cómo es la cosa-trató de sonreír. Contuve las ganas de gritarle que apenas recordaba haber estado en el hospital a los cinco años, y me limité a asentir.
Apreté las sábanas blancas de la camilla, mirando cualquier parte que no fuera mi rodilla. Un gemido lastimero abandonó mis labios cuando sentí el primer pinchazo. Conté cuatro pinchazos antes de que Suzanne anunciara que había terminado. Me vendó la rodilla y me ayudó a ponerme de pie.
-Toma-me tendió una paleta-te la ganaste-sonreí con mucho esfuerzo y tomé la paleta, aunque no tenía hambre-ahora, toma estas pastillas cada ocho horas-me tendió una caja de medicina-y vuelve a casa por el resto del día, debes descansar. Y no puedes hacer movimientos bruscos: no saltar, no correr, no caminar largas distancias.
-Espere-interrumpí-¿no voy a poder salir a correr?-abrí mis ojos como platos.
-No hasta dentro de dos semanas, cuando te quite los puntos-sonrió con compasión.-Puedes abrirte los puntos y tendría que poner más-sentí que su declaración era más una amenaza, por lo que asentí.
-Está bien, gracias por todo.
-No hay de qué y ten más cuidado la próxima vez-sonrió abriendo la puerta. Me contuve de lanzar una mirada reprobatoria a James y abandoné el consultorio, cojeando.
-Hey, espera-James me tomó del brazo y me hizo girar.
-¿Qué? ¿No has tenido suficiente por un día?-sacudí su mano de mi brazo, pero él volvió a tomarme.
-Yo...yo-pasó su mano libre por su cabello, despeinándolo-¡lo siento! ¿Esta bien?-habló sin mirarme-yo de verdad lo siento-repitió, esta vez mirando mis ojos, los cuales aún ardían por haber estado llorando.
-¡Luce!-escuché que llamaban detrás de mi. Pronto sentí los brazos de Ángela alrededor de mi-¿estas bien? Nos tenías preocupados.
Ángela me soltó y fue el turno de Marisol.
-Estoy bien, aunque me tuvieron que poner puntos-cuando, Marisol se apartó Nathan me rodeó con sus brazos, llevándome a su pecho.
-¿Cómo te sientes?-susurró a mi cabello.
-Mejor. Me recetaron unas patillas para el dolor.
-¿En qué estabas pensando?-todos nos sorprendimos cuando Marisol se giró a gritarle a James. Los cuatro esperamos su reacción, pero él no hizo nada. Se limitó a mantener la mandíbula apretada.
Nathan acarició mi cabello de un modo tranquilizador, sosteniéndome aún contra su pecho.
-¡Te he dicho que no te le acerques!-James empujó a Nathan lejos de mi, mirándolo con furia.
-¡Déjalo en paz!-lo empujé yo de vuelta.
-Te llevaré a casa-me tomó por la muñeca y comenzó a jalar de mi.
-¡Auch!-me quejé por el dolor en mi rodilla y él se detuvo al instante.
-¡Déjala!-Marisol se acercó a nosotros, detrás de ella mis otros dos amigos.
-No te metas-siseó James, matándola con la mirada. Marisol comenzó a temblar como una hoja. No quería meter a mis amigos en mis problemas, por lo que respiré hondo y me giré a mirarlos, soltándome del agarre de James.
-Esta bien chicos, la enfermera dijo que debía descansar, así que voy a casa. ¿Podrían avisar en las materias que compartimos?-los tres asintieron.
-¿Quieres que te acompañe? Puedo llamar a mi chofer-ofreció Nathan. Abrí la boca, pero James se apresuró.
-¿Acaso no entiendes? Ya déjala-se acercó a él con dos zancadas y le habló en la cara. Mis dos amigas se quedaron con los ojos como platos, mirando la escena, mientras que Nathan estaba pálido y temblaba.
-Ya estuvo bueno-aparté a James de Nathan-el problema es conmigo, no con mis amigos.
-¿Por qué siempre te metes a proteger a tu noviecito?-me preguntó enfurecido.
-Porque quiero, y deja de molestar-lo atravesé con la mirada antes de girarme a mis amigos-Nos vemos mañana chicos, estoy cansada-me excusé y me giré hacia la salida.
-Llámame cuando estés en casa-pidió Marisol.
-Y a mi-esta vez fue la voz de Nathan.
-A ti no va a llamarte-escuché que le gruñía James a Nathan. Poco después lo vi a mi lado, no le había costado trabajo alcanzarme ya que iba cojeando.-Vamos al estacionamiento-ordenó.
-No tengo nada que hacer allá, yo me voy a mi casa-aseguré, determinada.
-Ahí está mi auto. Vamos, te llevaré a casa-me tomó por el brazo pero me lo sacudí y me giré a mirarlo.
-¿Pero qué te pasa? ¿No has hecho suficiente?
-Eres tan...¡terca! Sólo intento ayudarte-gritó, pasando furiosamente las manos por su cabello negro.
-¡Pues no lo parece!-grité de vuelta-y yo jamás he pedido tu ayuda.
-¿Por qué sólo no aceptas que te lleve a casa?-suspiró, notablemente frustrado.
-Por lo que sé podrías intentar deshacerte de mi definitivamente-expliqué cruzando los brazos debajo del pecho.
-No seas ridícula, no soy un asesino-desechó la idea con un gesto de la mano.
-¿Sólo un agresor?-pregunté con sarcasmo-Sabes qué, ya hiciste suficiente por hoy-me giré hacia la salida, pero volvió a tomarme por el brazo.
-¡Ya me disculpé!-escupió-ahora, no seas terca y sube al maldito auto-volvió a arrastrarme al estacionamiento. Gemí por el dolor en mi rodilla y eso fue suficiente para que se detuviera.
-¡Sólo déjame en paz! ¿Tanto te cuesta?-grité, soltándome de su agarre. Esta vez James me tomó en brazos y me llevó al estacionamiento. Me removí hasta que sentí un dolor agudo en la rodilla.
Me dejé llevar, ya que de todas formas no pensaba ir cojeando hasta mi casa. James me sentó en el asiento del copiloto y ató el cinturón de seguridad, antes de rodear el auto y sentarse detrás del volante.
Como no pensaba cruzar palabra con él, encendí el estéreo. Esta vez no dijo nada. Me giré hacia la ventanilla y miré la carretera, cantando bajito las canciones que conocía, había dejado de llover y las calles estaban húmedas y las plantas brillosas y verdes. Hasta que me di cuenta de que algo faltaba.
-¡Espera!-grité-¡Vuelve, vuelve!-ordené.
-¿Qué pasa?-preguntó.
-¡Mi mochila! Debí olvidarla en el comedor-luché para sacar mi celular de mi bolsillo trasero, que afortunadamente no había estado en mi mochila. Rápidamente marqué el celular de Nathan.
-¿Nath?-pregunté cuando escuché que contestó.
-¿Qué pasa, Luce?
-Dime que tienes mi mochila, por favor-pedí. De reojo vi que las manos de James apretaban con fuerza el volante. Por alguna razón no le agradaba Nathan, pero a mi me daba igual.
-Sip, me debes la vida.-casi podía imaginarlo sonriendo orgulloso, con las mejillas ligeramente sonrojadas y ese brillo en los ojos. Contuve un suspiro, sonrojándome. Tal vez sí me gustaba un poco después de todo.
-Eso es demasiado, ¿no crees?-sonreí-¿Por qué mejor no te pasas en la tarde a mi casa con la mochila y te invito un helado, o una película con palomitas y todo?
-Tentadora la oferta. Está bien, pero será una visita rápida. Por cierto, ahora que estas lastimada supongo que no saldremos a correr en las mañanas y se suspende el entrenamiento, ¿no?-había olvidado ese pequeño detalle.
-Sí, lo siento. Pero ahora podemos hacer cosas que amigos normales harían.-él rió de mi chiste, a pesar de que no era muy bueno.
-Ya que no puedes caminar, si quieres puedo pasar por ti, me queda de camino-me sonrojé de nuevo, llamándome tonta mentalmente. Consideré la idea. No podía caminar mucho, sin embargo sabía que me pondría incómoda al ir en un auto de lujo con chofer integrado.
-No lo sé. Será muy raro que me lleve un chofer-me rasqué la nuca.
-No es tan malo. Pero si quieres puedo usar el auto yo.
-No es necesario, no quiero molestar. Puedo tomar el autobús.
-No, no puedes. ¿Sabes todo lo que pasa en una de esas máquinas?-se entrometió James-Yo pasaré por ti.
-Ya te dije que no quiero nada de ti-me dirigí a James, tapando la bocina.
-¿Luce? ¿Sigues ahí?-escuché la voz de Nathan por la línea.
-Oh, sí, lo siento. Gracias por el ofrecimiento, eres muy lindo, pero prefiero tomar el autobús...o puede que empiece a usar el auto que me regalaron-mis hombros cayeron con pesar. Mi último deseo era usar ese llamativo auto rojo.
-No es ninguna molestia. ¿Qué clase de caballero sería sino te recojo?-podía imaginarlo con una ceja arqueada.
-En ese caso...no quiero que seas un mal caballero. ¿Está bien a las siete?-acepté. Después de todo, pasar tiempo con Nathan no era tan malo.
-Está bien. Pasaré a dejarte tu mochila después de clases.
-Hablando de clases...¿no tendrías que estar tu en una?
-El profesor no vino, así que no hago nada, ya que las chicas sí están en clase.-lo escuché suspirar.
-¿No se te hace raro que no tengas amigos varones?-la pregunta salió de mis labios sin siquiera pensarlo. Afortunadamente no se enfadó, sino que rió.
-No, la verdad los hombres de esta escuela no me agradan...tampoco las chicas, a excepción de ustedes tres.
-Es comprensible, la mayoría de hombres en esa escuela son unos idiotas-miré de reojo a James, que se dio cuenta-tu estás en el otro grupo, el que me simpatiza.
-Me siento horado.-solté una carcajada baja, ya que, con James allí, no me sentía muy cómoda.
-Bueno, te espero en mi casa. Nos vemos-esperé a que se despidiera y corté la llamada.
-Así que tu noviecito ñoño pasará por ti, ¿he?-preguntó James con sarcasmo.
-Al menos él no me tiró a un montón de vidrios y provocó que me dieran dos puntos.-me crucé de brazos, volviendo mi vista a la ventanilla.
-¡Ya te dije que lo siento, mierda! No fue mi intención-apretó la mandíbula-y ya no me importa si me crees o no, no voy a volver a disculparme. Y dile al ñoño que no venga mañana, yo te recogeré a las siete.
-No es necesario. Lo único que quiero de ti es que me dejes de molestar-contesté sin girarme.
-No me importa lo que quieras. No viajarás con ese tipo.-determinó.
-¿Qué tienes contra Nathan? Es un buen chico, básicamente pasa desapercibido. En todo caso es mi amigo y es mi vida y yo viajo con quien quiera, y no quiero viajar contigo-apenas lo miré de reojo, pero pude ver su mandíbula apretada.
-Eh dicho que pasaré por ti. ¿Por qué no sólo das las gracias y ya?-estacionó frente a mi casa y se giró a mirarme.
-Gracias, pero no gracias-respondí con sarcasmo, desabrochando mi cinturón de seguridad y abriendo la puerta. James se inclinó sobre mi y la volvió a cerrar.
-¿Por qué no aceptas mi ayuda?-preguntó sin apartar sus ojos de los míos. Su rostro a centímetros de mi cara. Podía sentir su aliento en mis mejillas y perderme en el azul de sus ojos. Estos eran una extraña mezcla de azul con gris, como una tormenta.
Por un momento me olvidé de lo que hablaba, pero me bastó con recordar frente a quién estaba para volver en mi.
-Porque no haces nada más que intentar lastimarme. ¿Quieres que crea que de verdad te preocupo y que confíe en ti? No soy idiota-no esperé su respuesta, y aproveché su momento de confusión para salir del auto y atravesar la reja, cojeando a la velocidad más rápida que me permitía mi rodilla.
Abrir la puerta con la llave fue la cosa más difícil, además de cruzar todo el jardín cojeando, ya que tenía las manos vendadas, por lo que tuve que tocar el timbre. En cuanto Lili abrió la puerta le sonreí.
-Hola Lili-saludé.
-¡Señorita! ¿Qué le pasó?-preguntó mirando las vendas, básicamente era más venda que piel...como una momia.
-Oh, nada-contesté aguantando la risa por mi último pensamiento-sólo un accidente.
-¿Necesita que llame al doctor de la familia?-negué con la cabeza mientras pasaba a su lado.
-Está bien, ya me revisó una doctora-me encaminé a las escaleras pero me giré a ella en último momento-Por cierto, Lili, vendrán unos amigos. ¿Puedes hacerlos pasar a mi cuarto?-el ama de llaves asintió y yo subí, con mucha dificultad y tomada de la barandilla, las escaleras.
Me tomó diez minutos, pero pude llegar a mi cuarto, donde, con mucho cuidado, me quité los pantalones y me puse los más holgados de chándal que encontré.
Faltaban al menos dos horas para que terminaran las clases, así que prendí la televisión. Pedí un poco de comida y me senté en la cama a ver televisión mientras mordía un sándwich sencillo.
Unos toques en la puerta interrumpieron dos minutos después, justo cuando me estaba poniendo de pie.
-¡Pase!-grité, dirigiéndome a un lado de la cama, donde estaban las bolsas de que Miriam trajo la noche pasada.
-Lili me dijo que te lastimaste-Miriam irrumpió en mi cuarto.
-Nada importante-tomé la bolsa con los videojuegos y me dirigí a la pantalla para conectarlo.
-¿Necesitas ir al doctor?-con las vendas en las manos me era difícil mover los dedos, pero logré conectar la consola.
-No, me han revisado en la escuela. Fueron un par de cortes-levanté las manos, mostrando las vendas.
-Tengo una pomada para eso.-sonrió y salió del cuarto.
Aún con las molestias en las manos, tomé el mando a distancia y me senté en la cama. El ardor de mis rodillas apareció al instante. Un siseo abandonó mis labios, pero no le di mayor importancia.
Por las próximas dos horas y media asesiné zombies (la verdad era mi juego favorito). Los chicos llegaron poco después. Ángela no dejaba de preguntarme sobre las heridas mientras que Marisol insistía en dejarla ver los puntos.
Nathan se quedó a un lado, con la mirada perdida. No lucía triste, sólo pensativo.
Conversé un poco con ellos y quedamos en salir a correr a la mañana siguiente, aunque yo sólo miraría. Los despedí una hora después y continué jugando.
Por suerte me había bañado esa mañana, ya que no quería ni pensar en lo que ardería que cayera jabón en mi rodilla. Como los cortes de mis manos eran más superficiales les quité las vendas y unté la pomada que me había traído Miriam antes de llamar a Richard, quien estaba enfermo desde hacía casi cuatro días.
La conversación fue corta y sólo charlé con él, ya que los demás no se encontraban en su habitación. Le conté lo del accidente, aunque omití algunos detalles, entre ellos a James.
Terminé por dormirme a las doce por hablar con mi amigo, así que me costó algo de trabajo levantarme esa mañana.
Me encontré con los chicos en la puerta de mi casa y juntos emprendimos el camino al parque. Nathan se ofreció a llevarme en su espalda a mitad del camino, pero empezó a jadear poco después. A pesar de eso no se quejó y tuve que admirar su determinación.
Una vez en el parque me quedé sentada en una banca mientras ellos corrían alrededor. Cada vez que comenzaban a detenerse les gritaba palabras de una mezcla de lo que mi papá me gritaba a mi y las películas. Así qué iba de un: "Tu puedes" "Ya no falta mucho" a un:"¿A eso le llamas correr?" "Si no tuviera la rodilla lastimada correría hasta allí y patearía tu trasero."
Cuando los vi muy cansados y jadeantes les dije que podríamos volver. Cada quien tomó caminos separados y Nathan prometió pasar por mi después. Como no tenía un amigo que me llevara en su espalda tomé el autobús para volver a casa.
Una vez allí me duché(lo cual ardió como el infierno), cambié mis vendas(ya no me puse las de las manos) y bajé. Como estaba mucho más lenta de lo normal, Miriam alcanzó a verme cojear rumbo a la puerta.
-Luce, espera-cuando se paró delante de mi me miró con sus ojos como platos. Primero pensé que era porque estaba usando la ropa que ella me compro(yo sólo tenía pantalones y me lastimaban los puntos), pero después vi que su expresión era más bien horrorizada-¿Por qué estas usando eso?-señaló mi atuendo. Bajé la vista para ver lo que ella veía.
-Es la ropa que compraste-obvie.
-Eso lo sé, pero...¿quién te dijo que esas calcetas se usan con esa falda? Y ni hablar de la blusa o los zapatos-se golpeó la frente con dramatismo. No entendía lo que estaba mal. Las calcetas eran largas y me las había puesto porque la falda era corta. Había escuchado que el negro combina con todo, y como lo primero que había visto era una falda negra sólo agregué una blusa verde con la imagen de un búho y unos zapatos azules, que eran los que tenían menos tacón. Después de eso sólo me hice una coleta y bajé.
-¿Qué tiene de malo?-pregunté.
-Todo-murmuró-Ven, te diré qué usar-me encogí de hombros y la seguí escaleras arriba.
Miriam dejó la falda negra, pero me ordenó quitarme las calcetas. Cambió mis zapatos azules por unos blancos bajos que no había notado antes. Me pasó una blusa blanca con unos brillos y me hizo una trenza francesa en el cabello. Me negué en rotundo al maquillaje, así que me despedí y me dirigí a la entrada para esperar a Nathan, pero no estaba. En cambio frente a mi estaba estacionado el auto de James.
El chico bajó del auto, enfundado en unos jeans obscuros, camisa negra y zapatos de vestir. Debía admitir que se veía guapo, con su pelo peinado hacía atrás con gel. Pero arruinó todo cuando me miró de arriba abajo y arqueó una ceja.
-¿Te vestiste así para tu novio?-preguntó cuando llegó frente a mi. Lo miré con una ceja levantada.
-¿Siempre amaneces de tan mal humor?-respondí con otra pregunta.
-No cuando amanezco acompañado-me guiñó un ojo. Era la primera vez que lo veía intentar hacer una broma, pero me molestó.-Vámonos o no llegaremos-caminó de vuelta al auto.
-No iré contigo-avisé.
-¿Con quién sino?-se burló.
-No sé...con Nathan, ¿tal vez?-dije con sarcasmo.
-Él no vendrá-habló con la mandíbula apretada.
-¿Por qué dices eso?-fruncí el ceño sin entender.
-Le dije que pasaría por ti-se encogió de hombros y se rascó la nuca, pareciendo algo nervioso. Lo miré con suspicacia, pero me encogí de hombros.
-Eso no quiere decir que vaya a ir contigo. Tomaré el autobús-avisé, aunque no tenía por qué.
-No viajarás en autobús. No sabes qué podrían hacerte-me tomó del brazo cuando empezaba a marcharme.
-¿Eso que escucho es preocupación en tu voz?-me burlé. Él se apresuró a negarlo, pero lo interrumpí-De cualquier manera no es la primera vez que lo hago y, créeme, es más seguro que viajar contigo, por más lujos que tengas-miré su auto.
-¿Hasta cuándo seguirás con esa actitud?-se pasó la mano por el rostro, frustrado.
-Lo estuve pensando. Creo que hasta el próximo año estará bien-reí de mi propia broma y me dispuse a caminar otra vez. Pero James seguía tomándome por el brazo.
-Sólo sube al auto-gruñó. Lo pensé y no tenía ganas de caminar, menos con el ardor de mi rodilla.
-Sólo si lo pides por favor-sonreí. James me miró confundido. Y después molesto.
-¿Por qué tendría que pedírtelo? Yo te estoy haciendo el favor-me encogí de hombros, divertida-Bien. Por favor-me gruñó, pero me bastó con eso.
-Está bien-me sacudí su brazo y me dirigí a su auto bajo su mirada sorprendida-Por cierto, no deberías fruncir tanto el ceño. Te saldrán arrugas antes de los veinte-recomendé y subí, colocándome la mochila en mi regazo, porque con la falda me sentía desnuda, aunque con más libertad.
Pocos segundos después James entró a mi lado.
-Eres una chica muy rara-comentó poniendo el auto en marcha.
-Tu no eres muy normal-puntualicé-¿Sabes?-rompí el silencio después de un rato-No me caes tan mal.
-Gracias-ironizó.
-Hablo en serio. No pareces tan malo ahora. Tal vez podamos ser amigos, si prometes no volver a golpearme-ni siquiera sabía por qué lo estaba diciendo, pero en realidad no parecía una mala idea.
-Ya te dije que no fue mi intención-gruñó, apretando con más fuerza el volante.
-Entonces no te será difícil no volver a hacerlo-sonreí, pensando que me quitaría un problema de encima-No tendríamos que ser amigos, sólo intentar llevarnos bien-me giré para mirarlo de perfil. Parecía estar sopesando la idea.
Después de unos minutos eternos al fin asintió con la cabeza.
-Está bien, pero ni se te ocurra hablarme en la escuela. No quiero que me vean contigo-comentó con desprecio. Su comentario, más que herirme me hizo sonreír.
-Mal inicio para ser amigos. Pero te perdono.-luego agregué mientras se estacionaba-No sé cómo harás para que la escuela no se entere de que me hablas, ya que llegamos juntos al colegio-sonreí y me bajé del auto.
Esperé hasta que él me imitó y salí corriendo hacia él, abrazándolo con brusquedad, como hacía con mis amigos. El pensamiento me hizo apartarme con nostalgia.
-Ahora ya todos saben que eres amigo de una simple mundana-me burlé y me fui lo más rápido que mi rodilla me permitía.
De camino a mi casillero noté que había muchos carteles anunciando un baile. Me detuve en el milésimo para satisfacer mi curiosidad. Era ese fin de semana, en sábado; era "semi formal" y podías llevar a alguien externo al colegio. Me eché a reír por el cartel en colores rosas pasteles(era demasiado cursi y cliché). A pesar de la burla no pude evitar un vuelco en mi corazón; era tal como en las películas. La emoción me invadió mientras caminaba hasta mi casillero.
De camino allí me pareció ver a Nathan en una taquilla, pero si me vio me ignoró y se fue a toda velocidad. Obviamente por mi rodilla no pude ir tras él.
Tomé mis libros de mi taquilla y los metí a mi mochila. Mientras hacía el intercambio de libros y cuadernos, todos los estudiantes bajaron la mirada y se apartaron hacia las paredes.
Ignoré su reacción y cerré la taquilla, dirigiéndome a mi aula.
La primera clase fue normal, pero a partir de la segunda comenzaron los murmullos y las miradas raras dirigidas a mi. Pensé que era por mi caída y los puntos, así que los ignoré a todos.
En la cafetería me extrañó no ver a Nathan, Ángela o Marisol, así que los busqué en el campo de fútbol, pero ahí sólo estaban James y sus dos amigos, conversando mientras el pelirrojo fumaba un cigarrillo.
Dejé mi comida sin tocar en la cafetería y me dirigí a buscar a las chicas al baño, con un mal presentimiento en el pecho. En el pasillo, antes de llegar a los baños, me encontré a los tres chicos que buscaba.
-¡Hola, chicos! Los estaba buscando-saludé, pero borré mi sonrisa al ver el ojo morado y labio partido de Nathan.-Nathan, ¿qué te pasó?-pregunté. Me acerqué para mirarlo mejor, pero él se apartó y después se alejó a toda prisa, dejándome con las dos chicas-¿Qué le pasa?-les pregunté a ellas.
-Mira, Luce-comenzó Marisol-nos agradas, pero no podemos seguir hablando contigo. Si James fue capaz de hacer eso a Nathan sólo porque estaba fuera de tu casa, no queremos ni enterarnos de lo que nos hará si te seguimos hablando. Lo sentimos-las dos se marcharon antes de que pudiera digerir bien la información.
Cuando al fin lo hice la furia se apoderó de mi. Apreté los puños a los costados y caminé pisando fuerte hasta las canchas de fútbol.
James y el rubio reían de algo que, al parecer, no le hacía gracia al pelirrojo, que sólo estaba fumando. Ellos notaron mi presencia estando a un par de metros, pero fue demasiado tarde. Me acerqué a James, tomándolo desprevenido, y lo abofeteé con todas mis fuerzas en la mejilla.
-Idiota.-gruñí-¡Olvida todo lo que dije esta mañana!-grité-No quiero tener nada que ver contigo. Eres detestable. Espero que seas feliz ahora que me quedé sin amigos. Si esa es tu manera de vengarte, debo decirte que no está funcionando. No me molesta que no me hablen. Pero no te atrevas a volver a golpear a alguien inocente-terminé inhalando con dificultad. El pelirrojo dio un paso hacia mi, pero James lo detuvo con un gesto de la mano.
Sin tener nada más que decir me giré y me fui echando humo por las orejas. Esperaba que después de eso no se volviera a meter conmigo, porque no estaba dispuesta a pasarle ni una más.
Todo el ajetreo y la rabia me habían hecho perder el apetito, por lo que rondé por los pasillos hasta que el dolor de mi rodilla me obligó a sentarme. Para mi mala suerte mi siguiente clase la tenía con los tres chiflados. Consideré la idea de no entrar a esa clase, pero la deseché de inmediato. Ya me imaginaba la riña que me daría mi padre si se enteraba.
Por lo lento de mi paso me dirigí a mi salón con cinco minutos de anticipación, ya que tenía que subir escaleras. Detesté a la vida por ello. Sobre todo porque todos pasaban a mi lado sin ayudar, como si no existiera. Para mi fortuna no necesitaba su ayuda.
Cuando llegué a mi clase de biología me senté en la primera silla que vi, al lado de la puerta. Dejé que mi mochila golpeara sonoramente el piso al dejarla caer y me dediqué a buscar las pastillas para el dolor y la botella de agua que guardaba en mi mochila. Las pastillas no hacían efecto inmediatamente, así que me recosté en mi butaca hasta que hiciera efecto.
Cuando los ligeros murmullos y risas cesaron supe que los tres torpes habían entrado al aula. No levanté la vista, ya que me encontraba cansada porque las pastillas me producían sueño.
Los escuché pasar frente a mi, pero los ignoré. El profesor entró poco después y perdió varios minutos tratando de llamar la atención de los alumnos. Cuando todos se callaron levanté la vista para encontrarme con un profesor bajo, rechoncho y medio calvo.
Traté de poner atención a la clase, pero me costaba mucho concentrarme. Bostezaba de vez en cuando, cada vez más seguido, e intentaba disimularlo.
Garabateé un poco en mi libreta y sólo levanté la vista cuando el profesor dijo la tarea.
-La tarea será en parejas, porque es algo larga.-supe que algunos me miraban, seguramente rogando que no fuera yo su pareja-Tendrán que investigar la manera de disección más sencilla en una rana, ya que lo haremos en el laboratorio, también en parejas. Por si se lo preguntaban, sí, yo haré las parejas-sonrió el profesor.
Aun bajo los efectos de la pastilla volví a bajar la vista a mi cuaderno, esperando saber el nombre del pobre chico o chica a quién le tocaría ser mi pareja. Lo que no me esperaba era tener tanta mala suerte.
-¿Perdón?-pregunté, algo desorientada.
-Tu pareja es O'Donnell-repitió el profesor, y siguió mencionando nombres. Gruñí bajito pero no dije nada.-Por cierto, lo olvidaba.-habló el profesor, poco después de terminar de nombrar alumnos, justo cuando todos estaban guardando sus cosas.-El mejor informe y quien quiera venir a mi escritorio con su pareja a explicar van a obtener cinco puntos extra en su calificación parcial-sonrió de nuevo-y podrán faltar a una clase-todos los alumnos comenzaron a murmurar sobre lo bueno que sería poder faltar a una clase, aunque lo hacían sin permiso. Yo por mi parte pensé que si obtenía los puntos extra tendría una materia menos de la cual preocuparme.

Simplemente Ella (SE#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora