Perfume

310 44 6
                                    

[Omegaverse]

Soledad.

Esa era la única palabra que podía describir lo que sentía, una gran y absoluta soledad, siendo abrazado por el frío que traía el invierno, viendo de forma tétrica las gotas de lluvia que chocaban contra el amplio ventanal de su departamento, pero... ¿Porque sentía tanto frío? ni siquiera con la calefacción puesta se iba aquella triste sensación.

Se abrazó a si mismo, frotando sus manos contra sus propios hombros en un intento de despojarse de aquel horrible frío, pero nada, ¿Quizás se hallaba enfermo? Esa era una buena excusa para justificar su estado, pero aquello no era la razón, y lo sabía perfectamente.

Él sabía el por qué de su pesar, él sabía el por qué de aquel frio indescriptible que lo carcomía de poco a poco, un frío que lo incitaba a llevar puesta la camisa de su amante, y sobre su cama, todo un nido echo a base de las prendas de su pareja.

¿Le extrañaba? Por supuesto que si, de eso no había duda alguna, después de dos largos meses sin su presencia, fue que se dio cuenta de la dependencia que tenía; de la irremediable sed que tenían sus labios; de tocar los de su pareja y de sentir el calor que le brindaba con uno de sus abrazos.

Ah, ¿Cuando es que volvería? Los mensajes y llamadas ya no saciaban sus exigencias, ya no sentía emoción al ver un emote con forma de corazón entre sus textos, o ese cosquilleo sobre su estómago cuando escuchaba su voz distorsionada por llamada.

Todo aquello ya no le valía, quería más, quería tocarle y sentir la calidez de su cuerpo, ver su estúpida sonrisa igual de radiante como era costumbre en su pareja, sus hermosos ojos verdes que iluminaban sus días más oscuros y deprimentes, pasar sus dedos por su desordenado cabello.

Eso es lo que quería.

Las noticias mostraban sus heroicas acciones, la cantidad de personas que rescataba bajo los escombros y los miles de agradecimientos que recibía por parte de ellos, aquellas noticias le hacían sentir cierto alivio y orgullo, pero no bastaba.

Soltó un suspiro cansado, ni siquiera era capaz de conciliar el sueño de forma correcta, así de jodido se hallaba. Caminó hasta su sala con pereza, recostándose a lo largo de un sofá café que sufría la misma suerte que su cama, llena de más y más prendas de su pareja.

Estaba de sobra mencionar que aquello era una escena completamente bizarra para cualquiera que la presenciara, y si alguien le viese, éste juraría que no se trataba más que de un gato frotándose contra las pertenencias de su dueño, impregnandose con el aroma del mismo, y aquel pensamiento no sería del todo errático.

Hundió su rostro en una de las prendas, inhalando de forma violenta como si de una línea de heroína se tratase, pero su propio aroma fue lo único que percibió, haciéndole fruncir el entrecejo, lanzado la camisa y tomando otra, pero al igual que la primera vez, solo percibía su propio aroma.

Repitió la acción con todas las prendas que se hallaban a su alcance, naciendole una ansiedad al no poder notar el perfume de su pareja, mal decía entre dientes mientras lanzaba por los aires cada prenda, ¿Porqué todo parecía salirle mal?

Pasó su vista hacia el ventanal que daba una gran vista, mostrando un cielo ahora despejado, con una gran variedad de matices y algunas nubes por el horizonte;  mientras el sol que se escondía las pintaba de colores cálidos, si era sincero, eso le relajaba.

Pero no remediaba su dolor.

Después de un par de horas, ya comido y recién salido de una larga y cálida ducha, tomó su celular, percatándose de las múltiples notas de voz que se apilaban en el chat que compartía con el pecoso.

"Al fin da señales de vida" pensó. Si bien no era la manera más amorosa de actuar cuando se extrañaba a alguien, para él, el simple hecho de no agregar un insulto ya decía demasiado, aunque en el fondo, deseaba ser más "cursi" de lo que su orgullo le permitía.

Camino hasta su recámara con la toalla sobre sus hombros, secando su cabello con una de sus manos mientras sostenía su teléfono con la otra, reproduciendo cada uno de los audios y escuchando la emoción que emitía en cada uno de ellos al hablarle de su día.

Ése era él, un "tonto" que se emocionaba como niño al contar sus aventuras, pero que al final del día,  se hallaba gustoso de escucharle.

Dejó su toalla sobre una silla esquinada en su cuarto, lanzándose poco después en su cama y siendo recibido por las incontables prendas de su pareja, soltando su teléfono a un costado de él mientras los audios seguían reproduciéndose uno a uno.

¿Que tanto más tenía que esperar? ¿Cuando sería capaz de rozar su mano? ¿O de sentir la humedad de sus labios? Contaba cada día, cada hora, cada minuto y segundo que pasaban, esperando la llegada de él.

Se dejó arrullar por la voz suave y un tanto distorsionada que emitía su celular, curveandose ligeramente, olfateando una camisa que aún guardaba el aroma del pecoso e ignorando todo a su alrededor.

No percibió el sonido de las llaves chocar contra su mesita de noche, tampoco la presión sobre la cama que le advertía de la presencia de alguien, así como tampoco notó cuando su celular había dejado de emitir aquella voz celestial.

La única verdad para él, era la calidez que de un momento a otro le rodeó, la presión sobre su mejilla, que en un par de segundos, fue descendiendo, paseándose por la comisura de sus labios, bajando a su barbilla y cuello hasta llegar a sus clavículas.

Y la guinda del pastel fue aquel exquisito perfume que caracterizaba a su amante, sintiendo sobre su oído el chocar de su aliento junto a la suave voz de él diciéndole en un susurro: "Estoy en casa".

Drabbles DekuKatsuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora