Peluche

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Si hubiese algo en la faz de la tierra capáz de alejarlo de su propia lucidez, ese sería Bakugo Katsuki. El ser más hermoso ante sus ojos, mas valioso que un diamante y más grandioso que el universo mismo. Él era el motivo de sus desvelos y otras muchas el causante de su madrugar.

Y lo que más le encantaba era complacerlo.

Después de que se mudaran a los dormitorios, Izuku había descubierto más cosas de aquel al que profesaba grandes palabras llenas de amor. Entre sus tantas visitas en las que no era acogido, tuvo la valentía de tomar la perilla de su cuarto y entrar, descubriendo así un pequeño grupo de peluches que abordaban la cama de Kacchan.

Después de eso, él había vagado a lo largo de sus días por tiendas, consiguiendo peluches que serían del agrado de Kacchan y atándoles un listón con una nota anónima que llevaba sus palabras, dejándolo cada noche sobre su balcón. Y cada mañana, observando entre la sombra de los árboles el como tomaba aquel regalo, olfateando el obsequio mientras lo abrazaba tiernamente.

Su corazón se derretía con aquella acción, cosa que lo impulsaba a seguír con sus obsequios nocturnos.

Hasta que lo descubrió.

Una noche; mientras saltaba entre los balcones para dejar su regalo, enmudeció cuando vio el par de rubis observando en su direccion, recargado en la ventanal de su cuarto con los brazos cruzados. La sorpresa lo había hecho entumecerse, y de no ser por la mano de Kacchan, su cuerpo se hubiese estampado contra el pasto.

Al estar erguido frente a él, con el regalo en manos y su cabeza baja, no pudo evitar sobrepensar todo, su corazón latía desbocado y el miedo se hallaba impreso sobre su rostro, sus dedos temblaban y sus dientes tiritaban por el pánico. Era estúpido tratar de negar cualquier cosa, pues la situación hablaba por si misma.

–¿Y bien? Habla, te escucho —Habló sorprendentemente calmado, sin apartar la mirada del pecoso y del objeto entre sus manos.

Él se congeló, ¿Así sería su confesión? Era demasiado patético incluso para él; o eso consideraba. Él esperaba eventualmente salir a la luz, quizá dar pequeños indicios de que se trataba de él, preparar un escenario minuciosamente y declararse cuando fuese justo.

Pero ahora la escena había cambiado, se hallaba parado frente a él, desaliñado y con ropa vieja, ni siquiera la luz de la luna salía para armonizar el encuentro, que jodido era aquello. Cuando escuchó el pie ajeno golpear el piso, comprendió de inmediato que su paciencia se estaba agotando. Inhaló profundo, con duda alzó el obsequio, sintiendo un diminuto alivio al sentir como lo tomaba. Y se armó de valor.

–Y-yo ¡Me gustas! ¡Por favor, déjame ser tu novio! —Dio su petición con un fuerte rubor, aunque casi imperceptible gracias a la noche.

–¿Y que es lo que te gusta? ¿Huh? –Exigió saber.

Izuku podía crear una lista infinita y aún así se quedaría corto, pues la verdadera cuestión era ¿Qué NO le gustaba de Katsuki? Sus pequeñas notas eran solo el 0.00000000001% de lo que podía expresar ¿Y es que por donde empezar?

Podía empezar por decir lo asombroso y talentoso que era kacchan, pero eso él ya lo sabía, pues se lo había repetido literalmente toda su vida; aunque nunca estaba de más recordárselo. Podía decir que amaba su sonrisa, y muchos dirían ¿Cuál? A lo que él sencillamente respondería "todas".

Aquella sonrisa que ofrecía ante su victoria, la altanera y la que usaba durante las peleas; aquella que le ofrecía cuando alguien confirmaba que tenía razón, e incluso, la que dolorosamente fingía. Todas tenían su escencia, pero aún más importante, es que provenían de su ser amado.

Adoraba sus ojos, aquellas gemas rojas tan expresivas que podían mandarlo al mismisimo edén, un paraíso lleno de brasas de las cuales estaba dispuesto a ser consumido, y es que al ver su mirada, la frase "los ojos son las ventanas del alma" cobraba sentido para él, porque podía ver su ira, felicidad, tristeza y su miedo.

Adoraba su cuerpo. Él podía jurar que su amor había comenzado genuinamente por la forma de su alma, sin embargo, tenía que ser un verdadero imbecil para no tener en cuenta el pedazo de escultura que estaba hecho el rubio, y bendito fuera quien tuvo la idea de los baños comunes en la residencia, pues desde su estadía ahí, había podido ver y compartir centenares de duchas con él.

No estaba orgulloso de decirlo, pero incluso había podido rozar piel con piel en algunos momentos; su hombro y brazo, y joder que su mano aún tenía de forma vivida la curvatura de su perfecto trasero; tocado por accidente tras ser empujado por un Denki eufórico. Si bien él chico lo había explotado, su conciencia le decía que bien lo valía. Además, sus duchas tambien eran las pioneras de sus sueños húmedos. 

Así que en conclusion, amaba todo de él y eso tambien era algo que lo ponían en aprietos. Katsuki podía pedirle exclusivamente la perla de una almeja rosa con cuerno, y el iría a los rincones mas lejanos de la tierra para complacerlo. Abriría mares y movería montañas por verlo feliz, pero era exactamente eso lo que lo tenía preocupado igualmente.

¿A que extremo estaría dispuesto hacer por él? Claramente él tenía sus límites, y a veces tenía que tomar una postura firme para no ceder a muchas cosas que pasivamente exigía el rubio, y su pregunta era una de esas.

El rubio le pedía la explicación; obviamente detallada, de todas las cosas que le gustaban de él, y sin problemas podía decirselo, sin embargo, adorarlo solo elevaría más su ego a niveles inimaginables, y por mas que deseara complacerlo, tampoco quería tener que darlo todo de un solo tiron, siendo de esa forma que tenía que resumir todo su amor a unas cortas pero sinceras palabras.

–Me encanta todo de Kacchan... creo que... no hay palabras para decir lo fascinado que estoy de ti... —Habló con un fuerte sonrojo, y podía casi asegurar que, al igual que él, Kacchan tenía los colores subidos. –Kacchan es tan increible... —Dijo más para él que para Katsuki.

–Demuestralo —Exigió el cenizo.

Su mirada fue incredula, ¿Cómo se supone que debía hacerlo? ¿Los peluches no habían sido suficiente muestra de su amor por él? Por supuesto, no era el único metodo que se le cruzó en su cabeza para cortejarlo, sin embargo, estaba tan nervioso que su cerebro no hacía una correcta sinapsis, dejandolo así completamente en blanco.

–Tsk, maldito lento —Lo escuchó bramar.

Finalmente, terminó por sentir una calidez presionar contra sus labios, suave y humedo, cálido y delicioso. Su corazón se aceleró, la adrenalina surco por todo su cuerpo mientras se deleitaba con el picor de sus labios. Sus manos titubearon, no sabía donde ponerlas exactamente. Mientras que Katsuki ejercía más presión contra su cuerpo y apoyaba sus manos sobre sus hombros, él, se debatía si debía poner las suyas si en sus hombros, cadera o cintura.

No lo sabía.

Lentamente se dejó llevar por esa acto intimo, en un estado de rebosante felicidad. Luego de un par de minutos que le parecieron tan sólo segundos, sintió los labios de Katsuki retirarse, él reacio, llevó su mano instintivamente a su cintura, pegandolo a él y prolongando aquel beso sólo por unos segundos más. Los labios de Kacchan estaban hinchados y su rostro enrojecido, mostrando claramente vergüenza por sus propios actos.

No quería saber como se veía él, pero suposo que no presentaba una molestia cuando Katsuki lo "invitó" a su cuarto, tirando de su mano y empujandolo a su cama, y se puso aún más nervioso, sin embargo, se deleitó con el aroma que surgió tras caer en el colchón, sus sentidos captaron todo. Embriagado por esos estímulos, terminó por ceder al abrazo que Katsuki le dio, acurrucados en la cama mientras que dudoso sobaba su espalda.

Quiso cuestionarlo, ¿Aquello significaba un si? Tenía muchas ganas de cuestionarlo, pero se dijo a sí mismo que podía esperar a la mañana y disfrutar de ese bello momento, sintiendose abrazado como aquellos peluches que le regaló y que seguiría regalando.

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⏰ Última actualización: Oct 26, 2021 ⏰

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