Capítulo 12

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Estaré mejor

Anahí

Miro al hombre que lleva sin decirme nada por un largo tiempo.

Pasa su mano por su cabello negro e intenta desviar la mirada, pero por alguna extraña razón no puede, ni yo tampoco.

—¿Dónde estuviste estas tres semanas? — pregunto al fin. Llegó hace una hora, sacándome de una de mis crisis, llamándome por mi nombre real y hasta ahora no me dice que estuvo haciendo.

Sus ojos negros miran los míos por varios segundos antes de decir —Estuve algo ocupado — simplemente esa es su respuesta.

"Estuve algo ocupado" quiero agarrar uno de los libros y estampárselo en la cara, decirle que es un maldito infeliz egoísta por dejarme sola, llorarle que lo necesité durante tanto tiempo, pero que nunca apareció. 

Pero no hago nada de eso, en su lugar asiento y trago con fuerza, obligándome a comprender que yo no soy su obligación, que yo soy solo una niña que él había intentado cuidar, pero luego se había aburrido.

Entonces él se convertirá en la dependencia que voy a usar para salir de este infierno, aprovecharé cada oportunidad, porque ya no me voy a dejar morir, definitivamente no dejaré que Dante me siga torturando, y una vez lo consiga me alejaré de mi dependencia. Porque solo eso, lo voy a usar hasta que ya no lo necesite.

—Ah — digo al cabo de unos segundos—, que bueno que ya tengas más tiempo libre para tu pasatiempo.

—Anahí — empieza hablar apenado, y levanto una mano.

—No te estoy reclamando nada, haz lo que quieras es tu vida, solo por favor ven a verme una hora diaria — me trago mi orgullo, porque lo necesito, maldita sea lo necesito para salir de aquí.

—Planeaba quedarme más tiempo, en lo que sales de esta recaída — ahora su mano va hacía su brazo con nerviosismo.

—Eres un hombre ocupado Chris, no necesitas desperdiciar tanto de tu tiempo — a pesar que no quiero sonar herida, lo estoy y mucho.

—Estás enojada, entiendo — se acerca y doy un paso lejos —, pero es que como iba a saber todo lo que estaba sucediendo a tu alrededor — se excusa.

—Es verdad, pero... — me corto y muerdo mi labio inferior —¿Cuántas llamadas rechazaste del psiquiátrico?

Recuerdo que desde la segunda semana empecé a llamarlo todos los días y no respondió nada.

Traga con fuerza y me mira con mucha culpa. —Es que las llamadas entraban en los momentos menos oportunos, y yo estaba ocupado en otras cosas.

—¿Qué te costaba después que te desocuparás devolver la llamada? — continúo acusando. —No me digas, prefiero no saber — levanto mi mano, y me siento en la cama para marcar nuestra distancia.

Empiezo a jugar con las vendas de mi brazo y con un rotulador, que me dieron hace diez minutos, empiezo a rayarlas.

Increíble la capacidad de resentimiento que le puedo tener a mi dependencia, porque él es eso. Solo es mi dependencia.

—No hagas eso — habla con seriedad y levanto el rostro para mirarlo, luego alzo una ceja para que me indique a que se refiere —Haces un puchero de manera inconsciente.

—No me digas lo que no puedo hacer — vuelvo a hacer el puchero, pero esta vez con ganas.

—No lo hagas — vuelve a advertir, y ruedo los ojos.

Continúo ignorándolo sin darle la mínima importancia a sus advertencias.

—Háblame de mi hermana — pido.

VESTIGIO Y ESTIGMA ©®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora