1. CUBA

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1. CUBA

Robert me busca con la mirada, lleva haciéndolo toda la noche, antes, en otro ambiente y ahora entre toda esta gente que se aglomera en esta terraza del Upper East Side. Sonríe, cómo solo él sabe hacer en estas circunstancias, provocador. Me muerdo el labio inferior y detengo al camarero para que me acerque una copa de Bollinger Rosé, aquí no se bebe otra cosa. No tengo ni idea de cómo hemos terminado en este ático de lujo con vistas a Central Park. Ni cómo hemos sido invitados a esta fiesta tan privada. Sin embargo, confío en él. Confío en él como jamás lo he hecho en nadie. Si me conoces te sonará bastante ridículo, ¿no?

Por cierto, soy Úrsula, la diosa de la vida, como me llama mi amiga Nora. Supongo que a ella la conocerás mejor que a mí, que para eso os contó su historia hace tiempo.

Robert y yo aterrizamos en Nueva York ayer para asistir a la inauguración de la nueva exposición de Andrea en la Point Art Gallery, una de las galerías más afamadas de Manhattan, que se ha celebrado hace unas horas. No teníamos planes interesantes en Londres y aún nos quedaban días de vacaciones, por lo que decidimos, de improvisto y a última hora, comprarnos unos billetes y acompañar a nuestro amigo. Él se ha quedado charlando con Vega, la directora de la galería, y con sus posibles clientes, que tenían pinta de querer exprimir sus conocimientos hasta bien entrada la madrugada. Robert me ha cogido de la mano antes de despedirnos con discreción y me ha arrastrado a la calle. Un coche nos estaba esperando justo enfrente. Le ha dado la dirección al chófer y veinte minutos después, hemos llegado hasta aquí. A la cima de Manhattan, en esta calurosísima noche de agosto. No hemos hablado durante el trayecto, porque me gusta dejarme llevar por él y apelar a ese factor sorpresa que nos hace impredecibles. Lo único que me ha pedido, susurrándomelo en el oído, antes de traspasar el umbral de la puerta, ha sido que le repitiera nuestra palabra:

—Cuba. —He respondido con seguridad.

—Cuba. —Ha pronunciado él con ese acento tan británico y me ha dado un beso en el hombro que mi vestido, con una sola manga, deja al descubierto.

Sé que tiene algo en mente. Algo escandalosamente perverso, porque hace tiempo que mis deseos son órdenes para él y no porque yo se lo exija, ni mucho menos, más bien porque se propuso complacerme siempre que estuviera en su mano y vaya, lo está cumpliendo. Lástima que yo no puedo hacer lo mismo por él, a nivel sentimental, claro; él sigue soñando con el coche familiar, la mujer perfecta, dos niños rubios y pecosos, y el perro. Evidentemente, eso no puedo dárselo, en cambio, a nivel sexual sí que le complazco, vamos, que lo de darnos placer sí que es mutuo, ya me has entendido.

Si lo conoces de antes dudarás. Dudarás de si se trata del mismo Robert. Te lo confirmo. Sí, es él, uno de los mejores amigos de Alan. Irlandés, policía, mellizo de Becca y un pedazo de pan. De pan y de tío bueno, eso también, porque si no te le describió Nora puedo hacerlo yo ahora. Rubio, alto, fuerte, o sea, más que fibroso. Bíceps de infarto, venas marcadas, abdomen de acero. Un culo indescriptible; duro, musculado y comestible. Manos grandes, pero con dedos finos, de los que saben tocar, acariciar, pellizcar y presionar, en los puntos exactos. Poco bello. Barba siempre arreglada y una fina línea de pelo sobre el labio superior, enmarcando el corte recto de su mandíbula. Ojos azul verdoso, indefinidos. ¿La boca? La boca perfecta; dientes alineados y blancos, lengua insaciable y sonrisa de niño bueno, de inocente. Vale, no te mentiré, eso era lo que yo creía, hasta que lo conocí más profundamente...en... en otro contexto.

Lo recuerdo perfectamente...

Una habitación para los dos...

La boda de Dafne...

Cuba.

Deseos de diosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora