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—¡No jodas San! ¡¿Otra vez?!

Se encontraban ambos omegas apretando la puerta delante de ellos evitando que el alfa al otro lado la derrumbara. Tenía fuerza pero ellos eran dos y el más alto se encontraba moviendo el mueble de junto a la puerta para ponerlo frente a esta y así evitar que volara por los aires. El pelirrosa apoyaba sus manos contra la superficie de frío metal aboyado haciendo fuerza y rogando porque del otro lado, aquel hombre se calmara y decidiera irse.

—¡Podrías llamar a la policía en lugar de gritarme!

—¡¿La policía?! —el pelinegro recorrió con los ojos la figura de su amigo y la suya, pensó en el trabajo que hacían y en lo poco que importaban en el mundo y luego recayó en el deteriorado departamento donde se encontraban, era realmente una suerte que la puerta estuviese resistiendo y que no volarán las bisagras a sacarles un ojo. Una risa cínica abandonó sus labios y su ceño se frunció— ¡YA LÁRGATE MALDITO ENFERMO!

Su tono podía confundirse con cualquier alfa molesto y el aroma amargo que salía de ambos omegas por el temor y el enojo pareció mermar los intentos del alfa por meterse dentro del departamento. Un silencio invadió el lugar y ambos se miraron.

—...¿Crees que se haya ido ya?...

—¿Quieres salir a mirar? —el tono irónico era mordaz y el delgado cuerpo se perdió por el pasillo rumbo al otro ambiente del departamento para asomarse a los segundos y lanzarle una caja casi en la cara al más bajo—. Toma eso y trata que no se te olviden de nuevo, Omega idiota.

—Eso hiere mis sentimientos —el pelirrosa abulto los labios con falso dolor. En su vida había recibido insultos peores que los dichos por su amigo. Se acercó al lavamanos para llevar un par de inhibidores dentro de su boca y agacharse para chupar la canilla. El más alto le miró con una expresión de asco que borró rápidamente, considerando que esa canilla era lo más limpio que se habían metido a la boca en todo aquel día, pensó que el regaño era algo innecesario.

—El simplemente se volvió loco —San repasó sus labios con el puño de su camiseta sin cuidado, cerró el paso del agua y dejó la caja sobre la pequeña mesa en el medio de aquella sala. El departamento era tan pequeño que el mayor podía oírle mientras iba al cuarto a cambiar su ropa sudada por culpa del escape de hacia media hora atrás. El aroma sofocante a tabaco y cedrón que desprendió aquel hombre que los había perseguido se estaba esfumando y la vainilla suave de San inundaba la habitación-.

—Apestabas, pude darme cuenta de tu celo a cinco cuadras, tuve que dejar a medias a un tipo que iba a pagarme muy bien —protest{o y se acercó a esa mesa, se dejó caer en la silla que crujió y ambos miraron la misma. Soltó un suspiro, sacó un cigarrillo del paquete que traía entre sus manos y lanzó el atado vacío y arrugado sobre la mesa— Aquí va el último...

—Deberías dejarlo...

—Mmh... —fue lo único que salió de sus finos labios, un suspiro que dejó salir el humo y sus ojos se quedaron observando aquel espectáculo flotante frente a su cara. Morir de cáncer de pulmón hasta resultaba poético-.

—Yunho...

—Dime San.

—Al menos conseguí su billetera... —sacó de su bolsillo aquel objeto y lo tiró sobre la mesa, el mueble era tan endeble que se sacudió suave por el peso. Yunho abrió sus ojos muy grandes y luego frunció el entrecejo-.

—Idiota, mañana lo tendremos en la puerta de nuevo pero en lugar de querer meterte la verga hasta la garganta va a matarnos por robarle —aun con aquel discurso sus largos dedos se encontraban indagando en el interior, algunas tarjetas, una identificación y una buena cantidad de billetes, al parecer el alfa estaba en su noche de divertirse y cargaba una buena suma—. Compraré pizza, llevamos un tiempo sin comer algo realmente rico.

Fragil ◄Ateez►Donde viven las historias. Descúbrelo ahora