Capítulo 2: Como nieve en el verano.

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"Sé que te irás en la mañana en cuanto te despiertes,
déjame algún tipo de prueba para saber que no fue un sueño."

-"The Only Exception", Paramore.

La mañana siguiente, fue casi idéntica a todas las mañanas que había vivido anteriormente en sus 23 años de vida

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La mañana siguiente, fue casi idéntica a todas las mañanas que había vivido anteriormente en sus 23 años de vida.

Si omitimos, por supuesto, el sol de las 12 de la tarde que lo obligó a despertar al pegarle directamente en el rostro, cosa poco habitual para alguien como él, perfeccionista y metódico, con un horario estricto y que nunca se olvidaba de cerrar las cortinas.

Su mal humor matutino era el mismo de siempre; maldijo entre dientes como cada día al despertar, sólo que nunca antes (por lo menos que él recordara) lo había hecho debido a la incomodidad de no haber cambiado por ropa para dormir, aún en un estado de letargo que le impidió a su cerebro recordar el porque se había acostado con tanta prisa.

Fue al baño para hacer sus necesidades, lavarse la cara y cepillar sus dientes, con mucha menos energía de la usual para ser tan tarde, pero aún así todo parecía casi normal, llenándolo de ese sentimiento aburrido pero seguro que otorga la rutina.

Recién cuando salió a su balcón a fumar el primer cigarrillo del día empezó a recordar lo que parecía ser un sueño muy vivido, en el que un chico de apariencia reptiliana le hablaba sobre poderes mágicos y hazañas imposibles.

—¿Qué clase de sueño de mierda fue ese?— se quejó hacia la nada, mientras dejaba salir con lentitud el amargo humo de entre sus labios.

Apagó el cigarro y bajo hacia la cocina para prepararse algo de desayunar.

Abrió el refrigerador en busca de opciones, descubriendo que aún quedaba bastante de la comida que había mandado Inko hace algunos días, así que decidió que era la mejor opción para la primer comida del día.

Se acercó hacia el horno de microondas, disponiendose a calentar su alimento, cuando escucho de pronto una voz escandalosamente alegre.

—¡Buenos días, Bakugo!.

El nombrado pegó un salto en su lugar que hizo salir volando la deliciosa hecha en casa comida de la señora Midoriya, y haciendo que Katsuki no perdiera tiempo en ponerse a la defensiva, buscando la fuente de aquella voz, mientras toodoooos los detalles de lo ocurrido en la noche anterior, volvían a su cabeza de golpe, provocándole jaqueca.

Pudo localizar con la mirada al chico Dragón que, no, definitivamente no parecía ser una ilusión, sonriéndole con pena desde el umbral de la cocina.

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