Prólogo: Iridiscente.

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No olvides lo de mañana, Kacchan

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No olvides lo de mañana, Kacchan.

Morimos de ganas de verte.

Bakugo Katsuki apretaba el móvil que mostraba dicho mensaje con irracional fuerza entre sus manos, con un gesto de rabia pura cubriendo por entero su rostro.

Ese estúpido Deku, siempre tomando decisiones sin consultar a nadie, con esa asquerosa actitud de “Sé exactamente lo que es mejor para todos, incluso más que ellos mismos”.

Le exasperaba. Le tocaba los cojones que fuera con esa fastidiosa sonrisa de dientes perfectos, engañando a todos con su linda cara de perrito perdido, tan adorable a simple vista que nadie, más que él, se daba cuenta de la pequeña mierda manipuladora que estaba hecho el pelo de brócoli.

Apretó aún más el móvil entre sus manos, seguro imaginando que estrangulaba al chico que había mandado el mensaje hace ya más de 20 minutos. ¡Le volvía loco!. Pero más le molestaba la sensación punzante en lo profundo de su estómago causada por los aunténticos e innegables nervios que le producía la expectativa de volver a ver su odiosa cara de estúpido, frente a frente después de tanto tiempo.

Arrojó el móvil con fuerza hacia su cama, tratando de liberar toda su frustración en él, ¡Maldito nerd!, para después el mismo dejarse caer con pesadez sobre la cama, cubriendo su rostro con su antebrazo izquierdo, la otra mano haciendo un puño.

Izuku había pasado su completa infancia corriendo detrás de Bakugo, esforzándose por alcanzarlo. Lo quisiera aceptar o no, aquel risueño rayo verde de energía se había convertido en una constante en la vida del rubio, por lo menos hasta terminar la preparatoria, cuando dejaron de perseguir la misma meta, para encontrar cada uno su propio camino.

Todos los que habían sido algún día la clase A de la UA se habían separado.

Y ahora ese inútil se había tomado la libertad de planear una fiesta de reencuentro en su propia casa el día siguiente.

Se acercó hacía una de las ventanas de la habitación para ver el cielo nublado en tonos grises mientras pensaba. Le molestaba más que nada no saber cómo sentirse; no saber si emocionarse, si disgustarse, si mantenerse indiferente... Había pasado mucho tiempo, y muchas cosas habían cambiado, aunque Izuku fuera firme en tratar de mantener algunas cosas igual, sin darse cuenta de que la mayoría de ellas ya estaban rotas.

Abrió la ventana dejando que el viento de la noche le diera de golpe en la cara, para inmediatamente después husguear entre sus bolsillos y sacar de ellos una caja de cigarros y un encendedor. Colocó el cigarro entre sus labios para después prenderlo y darle una profunda calada.

—Jodido Deku— dijo con el mismo enojo que su rostro aún reflejaba. —¿Qué demonios tramas?.

💥

Toc toc.

El propietario de la gran casa se acercó a la puerta, abriéndola con fuerza como si esta tuviera absolutamente toda la culpa de su mal humor.

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