Capítulo 2: Parpadeo

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Soobin se había asegurado de que Beomgyu entrará sano y salvo a su hogar. Sinceramente, en ese momento de tensión, tuvo miedo. No conocía al chico para nada, pero ver que estaba sentado tan pacíficamente al borde de un precipicio, casi flotando, lo hacía poner mal. Resultó ser que Beomgyu no era un mal chico como aparentaba, tal vez su ropa oscura lo representaba como un rebelde, pero después de que Soobin le diera confianza no paraba de hablar. Tal vez Beomgyu estaba nervioso por haberse dado mal a entender en esa situación crítica, quizás se sentía avergonzado, pero tenía que admitir que le agradaba que fuera de esa forma.

Después de ese día, Soobin y Beomgyu, no volvieron a cruzarse. Parecían vivir en el mismo distrito, pero todavía no existía la oportunidad de que pudieran encontrarse casualmente. Soobin no conocía la escuela de Beomgyu, y viceversa, bien podrían estar asistiendo al mismo colegio y ninguno de los dos lo sabia. A pesar de que ocasionalmente estuvieran pensando en el otro preguntándose que era de su vida, si estaban bien o si estaban teniendo un momento difícil, además de que tenían una rutina diaria que no les daba tiempo para casi nada.

Beomgyu estaba teniendo un momento difícil en su hogar, su mente era un completo desastre, y era aún peor con su padre siendo una molestia. Discutían con frecuencia, a veces por temas estúpidos, pero la gran mayoría lo molestaban. El tono de voz de su padre era grueso, severo e incluso intimidante, su voz sonaba mucho mas feroz cuando gritaba; pero Beomgyu aprendió a enfrentarlo para no sentirse indefenso frente a él. Sin embargo, cuando las cosas se salían de control, cuando ya no podía manejar la situación ni mucho menos la furia de su padre que descargaba sobre él, Beomgyu se iba, realmente no importaba hacia donde, simplemente, su necesidad era alejarse hasta que no pudiera percibir el alma viva de su padre cerca de él. Luego volvía a altas horas de la noche entrando por la misma ventana por la que escaba, eso ya era parte de su día a día.

Y eso era justo lo que había ocurrido. La discusión se había salido tanto de control que incluso un vaso de vidrio voló por los aires estrellándose contra la pared, tal vez su padre no quería lastimarlo y solo quería asustarlo, pero el sonido del vidrio impactándose contra la pared y los cristales rompiéndose en miles de pedazos justo al lado de su rostro le dejó un pitido en sus oídos tan doloroso como si hubiera estallado una bomba.

Estaba allí, otra vez, respirando profundamente y tratando de calmarse para no permitir que el enojo tomara ventaja sobre él y que se llevara consigo algo que no le pertenece. Sus ojos estaban perdidos en el cielo, en donde contaba mentalmente las estrellas para poder pasar el rato, algunas nubes cubrían distintas zonas del cielo anunciando una posible tormenta. A Beomgyu no le importaba si la lluvia caía sobre él, en su lugar, sentiría un poco de paz al escuchar las gotas de lluvia caer con intensidad, de esa forma reemplazaría el pitido de sus oídos por algo distinto.

Sus manos estaban apoyadas en el barandal, sentía el frio del caño en su caliente piel. Tenia muchos pensamientos rondando por su cabeza; problemas sin resolver, preguntas sin responder. En ese momento, se preguntaba que habría sido de él si su madre no hubiera fallecido cuando dio a luz, Beomgyu juraba que si tuviera la oportunidad de elegir, optaría por irse con ella sin duda.

Luego de rato, donde suspiró y maldijo por todas las cosas existentes, las gotas comenzaron a caer sobre su rostro, estaban heladas; por lo que cerró sus ojos inconscientemente y dejó que el mal tiempo lo abrazara como nunca nadie lo había abrazado antes. Los truenos sonaban a lo lejos, siendo la melodía más calmante que había escuchado en sus diecisiete años de vida, los relámpagos iluminaban la oscura noche y su opaco corazón sin colores. No fue hasta que dejó de sentir las gotas caer en su rostro cuando abrió lentamente los ojos y se encontró con algo que lo estaba cubriendo.

—Estas aquí, otra vez—la voz le sonaba conocida, por inercia volteó. Beomgyu quedó petrificado—Hola, Beomgyu.

—¿Q-Qué haces aquí, Soobin?—esa pregunta se le escapó de sus labios sin pensarlo, a la vez que unos cuantos parpadeos.

—Vine a traerte un paraguas—le regaló una sonrisa mostrando, por primera vez, esas margaritas a cada lado que no sabia que tenia.—Supuse que no tendrías uno.

—¿Por qué?

—Porque justo eres la clase de chico que no llevaría consigo un paraguas a donde sea que vaya.

—Tienes razón—Beomgyu soltó una pequeña risa. Soobin se quedó sorprendido, era la primera vez que lo escuchaba reír, su risa era hermosa.—Tú eres la clase de chico loco que lleva consigo un paraguas a donde sea que vaya.

Soobin rio junto a él, era lindo escucharlo así, aunque también se preguntaba por qué estaba sentado allí de nuevo.

—Aún no es tarde, Beomgyu. ¿Quieres ir a comer conmigo?—preguntó, a lo que el mencionado lo quedó mirando con los ojos bien abiertos.

—¿Usualmente invitas a extraños a comer?

—Tú no eres un extraño, ya nos conocimos antes.

—No nos conocemos, no confundas las cosas.

—Entonces ven conmigo y conozcámonos—lo que había dicho Soobin se trataba de un fuerte impulso, sintió que era algo necesario, tal vez más tarde se arrepentiría—¿Aceptas?—o tal vez no.

Beomgyu lo observó cuidadosamente, analizando cada detalle de su rostro para autoconvencerse de que sería correcto ir con él. Los ojos de Soobin se veían más grandes de cerca, incluso podía notar las largas pestañas que tenía, y ahí fue cuando notó de nuevo esos hermosos hoyuelos en su rostro cuando Soobin le regaló una pequeña sonrisa, y así convirtió el ambiente a uno más tranquilo, como si la escandalosa tormenta no estuviera cayendo sobre ambos.

No entendía porqué ocurría eso, apenas era la segunda vez que lo veía; era imposible que existiera la posibilidad de que ese simple chico alto con hoyuelos tuviera el poder de transformar todo su mundo con tan solo su presencia.

—Bien. Vamos—Beomgyu finalmente respondió.




𝐒𝐮𝐜𝐡 𝐈𝐝𝐢𝐨𝐭||𝐒𝐨𝐨𝐆𝐲𝐮||𝐀𝐝𝐚𝐩𝐭𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora