Luna llena

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Al fin fui parte de algo muy grande, no por el número de personas, sino por la intensidad de tranquilidad que me hacía sentir yo misma, tuve roces con mi grupo porque empecé a enfocarme más en mis nuevos amigos, empecé a preferir esta versión más cómoda de mí, que no tenía que ocultar información, ni tampoco fingir caras por complacer, que simplemente no tenía las ganas ni las fuerzas para estar con ellas, simplemente quería pasar un recreo tranquila, riéndome y olvidándome de quien fui y recordándome quién podía ser, en donde podía remediar todos los fallos que una vez cometí, perdonarme a mí misma y darme una oportunidad más con gente que no me hiciera/recordara lo que hice a pesar de lamentarme por todo.

Para mi condena aquel que una vez fue el "necesito acercarme más" se convirtió en "necesito ser algo más importante". Como cualquier vagabundo no estaba acostumbrada a los lujos, y una vez llegué a las joyas, quise alcanzar el diamante, lamentablemente como una gran principiante en todo lo que se llama "vida" rechace tal sentimiento y lo eliminé, asignándolo al cajón de "no mirar", temía fastidiarlo todo con este inusual sentimiento tan pequeño, sólo debía esconderlo y olvidarlo con el tiempo, está amistad que había forjado era mucho más importante que cualquier duda hacía mis sentimientos, fue en esta amistad donde perdí muchos de mis miedos, desde mi timidez para realizar un simple saludo hasta cambiarme de sitio tras cuatro años permaneciendo en él, abandoné mi zona de confort consiguiendo este bello regalo, no quería dañarlo, al menos aún no.

Fue entonces cuando pensamientos del tipo, "hablan mucho..", "que tan cercanos serán?", "podré algún día tener esa misma confianza con él?", empecé a percatarme del muro tan grueso que nos separaba y desee poder  acortarla, pero para ello tendría que empezar a confiar en alguien, ya no hablábamos de pasar el rato, sino de una amistad más cercana. Siempre he llevado mis sentimientos a lo más íntimo, no quería verme como alguien que mendiga pena, ni ser consolada, pues aunque era feliz con mi vida, también tenía mis penurias, pero eso sólo mostraba un escenario hundido y yo no quería ser un personaje más. Decirle a alguien como me sentía haría que todo fuera más real, tan real como el posible dolor que me ocasionaría, mis amigos siempre fueron la única ventana de huida en mi celda, pero nunca me imaginé tener que compartir con alguien lo que ocurría en ella.

Esa mañana, en una clase llena de ruido donde las risas eran lo primero y lo último que se escuchaba por los pasillos, fue cuando sentada en el suelo llena de frustración por asuntos familiares, él se acercó destacando ante mis ojos del resto de la gente como la luna llena en un cielo oscuro lleno de estrellas, cuando me quise dar cuenta se encontraba a mi lado, interesándose por mi estado pese a mis más trabajadas risas por los comentarios del resto de mis amigos que hacían hacia los profesores, al menos los pocos que lograba escuchar, su mirada curiosa me invadía, fue entonces cuando después de muchas excusas a sus preguntas, me pensé por un momento dejar escapar aunque fuera un pequeño trailer de lo sucedido la tarde anterior en mi casa, segundos después de dejar escapar este pensamiento le llamaron a lo lejos en tono burlón sus amigos y creció en mí la necesidad de que siguiera a mí lado, quería poder decirle que estaba mal, que necesitaba a alguien ahí conmigo, y necesitaba que fuera él, pero simplemente no quería enseñar ese lado, no quería reconocer que existía, que me iba mal y que era el único con el que me había pensado abrir, que me estaba matando por dentro el no poder mostrar que estaba mal, no sabía y no quería aprender. 
Fueron esos pocos segundos los necesarios para que me diera cuenta que ya había caído en el cordel de esto que llaman amor unilateral.

Tan nuevo y lleno de angustias, lo aparté pero no fue suficiente y como era de esperar, la suerte me vuelve a dar la espalda iniciando unas largas vacaciones, en las que debía pensar en que debía escoger, olvidar lo que sentía y guardarlo en un cajón de nuevo pero esta vez con una cerradura de doble seguridad o intentarlo sabiendo que sería como si un bebe diera sus primeros pasos, a veces lucharía por intentar ponerme de pie, y otras me rendiría y escogería volver a lo de siempre por miedo a caerme. No era cualquier persona, no era como las otras veces en las que sólo debía terminarlo si no me sentía segura, porque en este caso eso significaría perderlo, era una espada de doble filo, y yo no soy especialmente una gran espadachín. También estaba el miedo a ser rechazada, las otras veces siempre era un punto seguro, pues nunca me lanzaba a una piscina sin mirar antes, o tener indicios de ello, en este caso era una jugada suicida.

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⏰ Última actualización: Jan 25, 2022 ⏰

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